Miguel Angel Pérez Reynoso
La guerra es uno de los traumas más terribles que nos pueden pasar a los seres humanos, no solo es el conflicto entre países y la confrontación militar, también y más importante son los riesgos y las implicaciones colaterales y el daño moral, físico y existencial que implica a las personas.
Hace algunos días un diario de España se preguntaba acerca de hacia dónde irán las niñas y niños que están llegando de Ucrania. Las guerras también generan éxodos y migraciones obligadas e inesperadas. Cientos de familias tienen que salir de su lugar de origen para encontrar un mejor refugio, algunos países de Europa ya han abierto las puertas humanitarias a las y los ucranianos, sobre todo a las niñas y a los niños y algunos otros no lo han hecho. La guerra es así, divide, escinde y confronta.
En la nota en cuestión se ve en fotografía a tres niñas y un niño muy bien abrigadas de la mano de una mujer, ellas y él han llegado a España, pero la pegunta es ¿hacia dónde se dirigen?
Toda guerra implica exilios y migraciones, recuérdese a las y los niños que llegaron de España cuando la Guerra Civil de aquel país, durante la década de los 30 o 40 del siglo pasado. Ellas y ellos tuvieron un nicho favorable en nuestro país, muchas de estas personas desarrollan sus talentos en el país que los recogió y los albergó, pero no siempre sucede así. De ahí la pregunta, ¿hacia dónde se dirigen las niñas y los niños ucranianos?
Los niños ucranianos no sabemos hacia dónde van, pero si sabemos de qué es de lo que están huyendo. Su país, su territorio en estos momentos no es seguro, van en búsqueda de un lugar que no solo les de calor humano sino también seguridad personal.
Es triste ver del otro lado de la realidad, cómo en el caso de Rusia les ha ganado a sus dirigentes la ambición desmedida, la avaricia material y el deseo de poder. Vladimir Putin primer mandatario de la Rusia post soviética, está acumulando muchos enemigos en su contra. Las grandes potencias mundiales todas sin excepción han sido protagonistas de saqueos a lo largo de su historia, ninguna nación imperial tiene derecho ni autoridad moral para decirle a Rusia lo que tiene que hacer. Las y los ucranianos deben ser escuchados por la ONU y los organismos mundiales, ellas y ellos no desean esta guerra. Ellas y ellos saben que la guerra no es la solución a un conflicto desigual y desproporcionado.
Pensar en las niñas y pensar en los niños sería motivo suficiente para corregir y para enmendar. Pero si ni eso los detiene ¿Qué podrimos hacer para que pare la guerra?