Miguel Ángel Pérez Reynoso
Ha llegado un nuevo año y con él, las tradiciones persisten, hoy el consumismo y la obsesión por las compras le va ganando terreno a los abrazos sinceros y a la tranquilidad de saber que el tiempo pasa.
La llegada del año 2022 está asociada a la guerra en el avance tecnológico, por un lado y a la latente amenaza por los virus sintéticos del nuevo siglo por el otro. Hoy la educación se debate entre las maneras que unen las amenazas del pasado junto con las esperanzas de un mundo a futuro que no termina por llegar.
La educación cada vez se hace más exigente para el desarrollo humano, poco a poco se generan nuevas formas de asumirse en un mundo turbulento lleno de profundas contradicciones.
En cuanto al campo de lo educativo, el año 2022, tiende a debatirse entre el rescate de tradiciones valiosas y la instalación de nuevas formas de relación y convivencia social. El tejido social, y aquellas fibras que permitían uniones, trazos, urdimbres y lazos hoy se han roto y han dado lugar a otro tipo de tejidos, basados en la amenaza, la perversión, la violencia, el odio. La llegada del siglo XXI ha estado asociada a procesos complejos, en donde los intentos edificantes de toda educación se ven interpelados por el mundo del mercado, por la fetichización de las formas de relación social y humana y por la emergencia de nuevos actores sociales que han aparecido para hegemonizar las decisiones políticas o controlar parte de la economía como lo es el llamado mundo del narco.
Para este año que recién inicia, la educación deberá regresar a sus fundamentos, éticos, morales y pedagógicos; somos humanos porque convivimos con otras y otros seres humanos (decía Goffman hace algunos años). En este sentido, la realidad de las relaciones sociales deberá anteponer los sentidos básicos de respeto, solidaridad, inclusión, cooperación y apoyo humano.
En todo ello, también se trata de rescatar las capacidades y habilidades básicas, para leer necesitamos seguir leyendo, para escribir, requerimos expresarnos por escrito y exigirnos utilizar los atributos intelectuales que nos ha dado la cultura y la naturaleza.
La clave siempre será el asunto de los sujetos que hacen la educación: las personas que educan y todas aquellas personas que son destinatarios de los actos e intenciones educativas, todas y todos ellos deberán vivir en una especie de comunión, muy parecido a las ideas y los aportes de Paulo Freire, cuando reconoce que tanto los sujetos que educan como los que son educados deberán vivir en comunión, eso se entiende en dos acepciones: vivir cosas en común y que sean propios del encuentro entre ambos y que ambos se comprometen a compartir lo propio para hacerlo de ambos.
La educación en el año 2022 se espera que se desarrolle en contextos difíciles, con amenazas pandémicas y con nuevos avances tecnológicos, que ambas cosas muchas veces rebasan a los propios sujetos encargados de la tarea educativa. No sólo se trata de regresar a los fundamentos de la tarea educativa sino también y, sobre todo, de darle un nuevo valor a la inventiva, a la imaginación a partir de la innovación. Pensar de manera novedosa para responder a los retos del presente es la fórmula que puede servir para sacar adelante de este largo bache en el que vivimos desde hace años.