Fidel Ibarra López
El error de origen que hemos tenido en toda esta crisis sanitaria que vivimos en México por causa de la pandemia de la Covid-19, es que nos hemos empecinado en ajustar una realidad biológica -la del virus- a las necesidades que tenemos como sociedad. El virus del SARS-Cov-2 como realidad biológica, opera bajo una lógica equidistante de nuestra realidad social, económica, política y cultural. Pero, tanto la sociedad como el gobierno se empecinan en ajustar la primera con respecto a la segunda, en aras de sostener una “normalidad” similar a la que conocimos hasta antes de la irrupción de la pandemia. En el fondo, nos negamos a aceptar la “nueva normalidad” que nos ha impuesto el virus. Y con la terquedad de Sísifo, pretendemos seguir comportándonos bajo el canon que lo veníamos haciendo.
Un ejemplo de esa negación se observa en el caso de la presencialidad de la educación. Tanto en el sector público –y en menor medida en el sector privado-, se observa el empecinamiento de sostener un modelo presencial a toda costa, sin considerar que la realidad cambió con la pandemia. Y que la nueva presencialidad de la educación pasa por un modelo educativo mixto –con presencialidad escalonada de alumnos en el salón de clases-; o, en su defecto, por un modelo híbrido, donde un conjunto de alumnos tome clases de manera presencial y otros de manera virtual, pero de forma sincronizada. Dicho, en otros términos, la vía para sostener en pie al modelo educativo presencial es a través de estas dos variantes de modelo educativo (mixto e híbrido). El salón de clases con 40 alumnos o más, se acabó. No se puede sostener ese número de alumnos bajo las condiciones sanitarias que tenemos -y seguramente tendremos en el futuro-. La alternativa que queda es que se consolide en las escuelas –en términos pedagógicos y didácticos-, el proceso de enseñanza-aprendizaje en un modelo mixto e híbrido. Y para ello, se deben crear las condiciones: en lo referente a los maestros, se les debe de capacitar para desarrollar su labor docente en los distintos modelos educativos; y en lo concerniente a la infraestructura educativa, se debe integrar internet a las escuelas, así como la tecnologización de las aulas (cámaras, cañones, etc.).
No obstante, en lugar de seguir una hoja de ruta en ese sentido, la apuesta sigue por entero en el modelo presencial. Y se desaprovecha la oportunidad de innovar para enfrentar de mejor forma la complejidad que nos está imponiendo la pandemia en términos educativos. Y esa decisión, genera costos inmediatos y para el futuro. Los primeros se presentan cuando las autoridades retrasan las clases en los alumnos, debido a que se presentó un nuevo rebrote en todo el país con la variante Ómicron. El regreso a clases –tras las vacaciones decembrinas- se tenía programado –de acuerdo con el calendario escolar 2021-2022- para el pasado 3 de enero. Algunos estados han retrasado ese regreso hasta el 17 de enero –Hidalgo, Baja California, por ejemplo-; otros lo plantearon para el 14 –Quintana Roo-; otros, para el 10 –Nuevo León, Chihuahua-; y algunos más, para el 7 –Tamaulipas-.
Ese retraso no hubiese tenido lugar, si en las escuelas se opera el modelo virtual para el regreso a las clases en todo el mes de enero. Y una vez que las condiciones sanitarias lo hubiesen permitido, se regresa de forma presencial a las aulas. Lo anterior, era lo más sensato que se hiciera; pero no, se regresó a las aulas el 3 de enero en varios estados de la república y el resultado fue que se suspendieron clases debido al tema de los contagios. Condición que se va a seguir presentando si las autoridades educativas persisten en sostener el modelo presencial “a chaleco” en un marco donde la pandemia no da visos de “terminar”.
Agrego un elemento adicional en consonancia con lo que se afirma líneas arriba: al sostener el modelo presencial en el marco de la pandemia, se limitó la posibilidad de innovación en las escuelas. En ese sentido, si algo se requería en esta coyuntura histórica es de la autonomía suficiente para que las escuelas gestionaran la problemática de forma interna. Dicho, en otros términos, si las decisiones educativas recayeran por entero en las escuelas –y no en las autoridades centrales-, en las escuelas se generarían mejores alternativas que las que les obligan a tomar por una disposición oficial.
Cuando se les deja a los maestros resolver los problemas internos que presentan en sus escuelas, las soluciones que ofrecen son increíbles. Y, por ello, seguro estoy que si en estas condiciones se les hubiese dado un marco de autonomía importante -sobre todo en el caso de las escuelas públicas-, los maestros ya hubiesen consolidado los distintos modelos educativos; asimismo, hubiesen creado la flexibilidad necesaria para implementar de forma eficiencia y eficaz cada uno de los modelos educativos de acuerdo con el comportamiento que presenta la enfermedad de la Covid-19.
En cambio, se ha mantenido la centralidad “a chaleco”, junto con la indicación de regresar al modelo presencial independientemente de la situación sanitaria que se vive en el país. Eso, sin considerar la vacunación de los niños. Ese es otro debate.
Tal parece que no se ha aprendido nada… y se siguen desperdiciando oportunidades para innovar la educación pública en nuestro país.
La consigna es: ¡hay que regresar al modelo presencial!; y no “¿cuáles son las tendencias que se están configurando en la educación básica en la era de la pandemia? ¿Qué tenemos que hacer “ahora” para acercar la escuela a la educación que se va a demandar en el futuro?
El que no se planteen este tipo de interrogantes por parte de las autoridades educativas, tendrá un costo educativo muy importante para nuestros niños y adolescentes en el futuro.
Se pone la mirada en el aquí y el ahora… y no en el futuro.
Parafraseando a la película más reciente de DiCaprio, la consigna podría articularse de la siguiente forma: ¡no mires arriba (el futuro), pese a que sea evidente que la realidad cambió y requiere pensar la educación fuera de la caja para enfrentar la complejidad del mundo en el futuro!
¡No mires arriba, pese a que venga el meteorito (complejidad del mundo pospandémico)!
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