Eduardo Gurría B.
La Universidad Nacional Autónoma de México fue fundada el 21 de septiembre de 1551 con el nombre de la Real y Pontificia Universidad de México. Es la más grande e importante universidad de México e Iberoamérica. Tiene como propósito primordial estar al servicio del país y de la humanidad, formar profesionistas útiles a la sociedad, organizar y realizar investigaciones, principalmente acerca de las condiciones y problemas nacionales, y extender con la mayor amplitud posible, los beneficios de la cultura.
La UNAM es una de las instituciones más queridas y respetadas de México; en ella han tenido su Alma Mater innumerables personajes de la historia que han sobresalido por sus invaluables aportaciones en todos los ámbitos de la ciencia, el arte y la cultura a lo largo de la historia desde su fundación y hasta nuestros días, además de los miles de mexicanos que, día a día, han egresado y egresan para integrarse al progreso y al desarrollo de nuestro país y que, gracias a ella, han accedido a ámbitos educativos y oportunidades a los que, muchas veces, padres y abuelos no pudieron tener.
Sin embargo, hoy la máxima autoridad política, ya no moral, de México, el presidente de la República la ataca e injuria como semillero del neoliberalismo, sin tomar en cuenta que una universidad es eso: un espacio universal que da cabida a todas las corrientes de pensamiento e ideológicas, que es simiente del pluralismo de toda índole, que acoge, no el liberalismo o el socialismo, sino la libertad, cualquiera que sea el color con el que se vista y que privilegia y difunde tanto la ciencia, como la cultura por sobre todo, bajo la rectoría de mexicanos que han sabido comprometerse con la misión de mantener en alto el prestigio universitario y han sabido mantener su máxima cualidad: la autonomía que está presente en todos y cada uno de los que, de una u otra manera, hemos pasado por ahí.
Si el presidente pasó alguna vez por la Universidad, de esto no se enteró, no se enteró de qué se trata el espacio universitario de la UNAM, de su oferta de carreras y los respectivos programas, de su proyección ante México y ante el mundo y del prestigio que representa pertenecer a esa institución, a pesar de haber tardado quince años en terminar y titularse, con pésimas calificaciones (promedio de 7.5, con 7 materias reprobadas y 16 exámenes extraordinarios), en la carrera de Ciencias Políticas, tal vez porque estaba ocupado en otras cosas que no caben en el espacio universitario, como especializarse como porro, es decir, la Universidad le tuvo paciencia y fue generosa al permitirle fosilizarse y ocupar un lugar que muchos hubieran podido aprovechar.
…Y ahora la ataca, como también ha venido atacando a todo aquello que represente progreso, ciencia, cultura, investigación y avance, como es el caso del CONACYT y sus verdaderos investigadores, acusándolos de corruptos y negando la ciencia porque “es liberal”, como si la ciencia se rigiera por matices políticos y no por verdades y hechos. El presidente se ha convertido un moderno inquisidor y él, solo él, es quien detenta la verdad absoluta y la pregona día a día desde su púlpito mañanero, perdido en un palacio y en fantasías peregrinas, enalteciendo héroes que nunca lo fueron.
Pero, ¿qué es lo que pretende?, sin duda sus intenciones van más allá de una retórica gastada y aburrida, busca reescribir la historia a su antojo y adoctrinar, a través de los espacios educativos, en el conformismo y en la absoluta sumisión a él a los niños y jóvenes de nuestro país, y va de abajo hacia arriba, empezando con los libros de texto gratuitos, las escuelas y universidades “patito” y la cultura de la pobreza económica y, peor, intelectual, así, el gran logro de la 4T sería la ignorancia.
Pensar hoy, en México, es casi un delito e investigar es peligroso, de ahí que la Universidad y su autonomía le estorban, le hacen ruido y le molestan todos aquellos que han logrado prepararse para aspirar a una vida mejor; no puede con eso porque el conocimiento, México y la Universidad le quedan grandes y lo han llenado de rencor, porque no pudo con los estudios, porque no conoce a México y porque es ignorante.
¿Qué sigue, el Instituto Politécnico Nacional, las escuelas y universidades particulares, los postgrados, el arte y todo lo que huela a cultura, o los maestros a quienes que no tarda en calificar de neoliberales, aspiracionistas e individualistas?
O ¿atentar contra la autonomía universitaria?
Es natural la indignación que ha surgido en torno a las insistentes y necias declaraciones del presidente, indignación que proviene, tanto de universitarios, como de quienes no lo son, porque todos amamos a la UNAM, ya que desde ella han emanado movimientos, además de culturales, contestatarios frente a las acciones gubernamentales y en solidaridad con otros movimientos a lo largo de la historia del Siglo XX, mediante paros, huelgas y movimientos que no siempre han tenido un final positivo, pero que han concientizado a la sociedad inteligente, a la sociedad que piensa por sí misma.
Entre los movimientos se han creado los CNH universitarios, esto es, agrupaciones que hacen oír la voz de la universidad, sin embargo, hoy por hoy, un CNH podría no representar, cabalmente, a la autonomía universitaria o a la institución en general; lo que se debería integrar sería un CNA, es decir, un Consejo Nacional por la Autonomía, incluyente de todos los sectores y personajes representativos de la ciencia, la cultura, el arte y la investigación de México, así como por miembros de la sociedad, comprometidos con la aspiración a vivir en un país que quiere crecer, a pesar de la tragedia de ser gobernados por la corrupción, el nepotismo, el rencor, la mentira y la ignorancia, todo en uno.
Por mi raza hablará es espíritu.