Ante estos contextos, el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) ha representado un faro de esperanza en el ejercicio del derecho a la educación. Su tarea ha sido fundamental en el desarrollo de muchas comunidades y ha tenido un impacto positivo en miles de alumnos que acuden a sus aulas y, por supuesto, en un vasto número de líderes para la educación comunitaria que han ayudado en esta importante tarea.
A 50 años de la fundación de este consejo, es necesario replantear y analizar la situación actual de este programa educativo. Sí bien sus logros e impacto positivo son dignos de admiración y reconocimiento, resulta fundamental también subrayar los retos que enfrentan.
En primer lugar, es necesario señalar que existe una gran deuda en cuanto a infraestructura física educativa en los planteles del Conafe. Muchas de estas escuelas, que se encuentran en las comunidades más alejadas y olvidadas, tienen carencias sensibles en los servicios básicos. Es común sufrir en ellas escasez de agua potable o de energía eléctrica; incluso se llegan a observar aulas sin paredes o techos.
Otro de los grandes retos es el fortalecimiento de su modelo educativo llamado Aprendizaje Basado en la Colaboración y el Diálogo (ABCD). Sí bien es un acierto que se tenga una estructura pedagógica especializada en escuelas multigrado del Conafe, es fundamental fortalecerlo para que permita desarrollar en niñas, niños y adolescentes la capacidad de aprender de manera integral y contextualizada.
A pesar de las fortalezas, como la autonomía de escuelas y la posibilidad de que los estudiantes fomenten el trabajo colaborativo, el esfuerzo comunitario y se impulsen las competencias y habilidades investigativas y capacidades de expresión oral y escrita en los alumnos, es necesario desarrollar materiales educativos y didácticos que se adapten a las condiciones de sus salones de clase.
Por ejemplo, vemos muchas escuelas Conafe que no disponen de los materiales didácticos necesarios para trabajar o para fortalecer los procesos de investigación, e incluso no cuentan con bibliotecas escolares o, si las tienen, sus libros son muy pocos o inapropiados.
Uno de los desafíos más importantes es la profesionalización de las y los profesores en educación rural y comunitaria y la conexión con las escuelas y líderes educativos del Conafe.
Los jóvenes que se integran a estas aulas tienen apenas una formación pedagógica de seis semanas por parte del consejo y muchas veces no logran cubrir las necesidades educativas que los niños requieren.
Adicionalmente, las instituciones formadoras de docentes, como la Universidad Pedagógica Nacional y las escuelas normales rurales no están formando los suficientes maestros especializados en educación multigrado, por lo cual existe un déficit de profesionalización dentro de sus aulas.
Es necesario crear alianzas entre docentes formados especialmente para las comunidades multigrado y las y los jóvenes que se incorporan al Conafe. Sin embargo, desafortunadamente muchos docentes no quieren trabajar en localidades menores a 100 habitantes. Esto resulta en una alta rotación de maestros y una baja integración en la comunidad.
Finalmente, otro de los obstáculos son los bajos salarios de los líderes para la educación comunitaria. Éstos reciben apenas 3 mil 870 pesos al mes y, en el mejor de los casos, 5 mil 577 pesos, dependiendo las distancias de traslado, años de servicio y nivel educativo.
A pesar de todo, el Conafe representa un elemento indispensable para la atención de las poblaciones más vulnerables. Si lo que se busca es el correcto ejercicio del derecho a la educación, es fundamental fortalecer estas instituciones que atienden a quienes más lo necesitan.
Se requieren los mejores esfuerzos en las peores situaciones.
* Periodista especializado en educación.
Director de Educación Futura
Twitter: @elErickJuarez