Cinco días antes de que comenzara el ciclo escolar 2021-2022, la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu) dio a conocer que, en colaboración con la SEP, se pondría en marcha una serie de “evaluaciones diagnósticas y formativas” cuyo objetivo sería “ofrecer información valiosa a docentes y escuelas sobre sus propios estudiantes”. Se medirían “puntos de partida de los aprendizajes” al inicio de clases.
Tales pruebas se están aplicando a niñas, niños y jóvenes de segundo grado de primaria en adelante y hasta tercero de secundaria y se concentran sólo en dos áreas de conocimiento: Lectura y Matemáticas. Dadas las condiciones del regreso a clases, la evaluación puede ser en físico con lápiz y papel, por medio de la computadora, o en línea. Algo novedoso es que, en algunos casos, los resultados pueden obtenerse de manera inmediata.
Para los que pensamos que la pandemia profundizó la crisis educativa, contar con nueva información sobre las “supuestas pérdidas en términos de habilidades disciplinares”, es muy valioso. Además, Mejoredu había detectado en sus sondeos con estudiantes, madres y padres de familia que la mayoría de los primeros (67%) demandan apoyo para “ponerse al corriente”. Las familias, por su parte, desean saber cómo apoyar al niño o joven que va más “atrasado”, y tres de cada 10 maestros pedían saber qué aprendizajes realmente “adquirieron” —no sólo percibieron— sus estudiantes durante la pandemia.
Creo que vamos en la ruta adecuada para ello, pero aún quedan pendientes de responder algunas preguntas con el ánimo de contribuir a que el proceso mejore. Primero, la ficha técnica de la evaluación diagnóstica omite aclarar el alcance que se proponen tenga este ejercicio. De manera preliminar, la profesora Delfina Gómez, titular de la SEP, anunció que el lunes pasado 11,497 escuelas iniciaron actividades presenciales y más de 11 millones de alumnos regresaron a la educación básica. ¿Cuántos de estos niños y jóvenes respondieron a la evaluación? Si los resultados pueden ser inmediatos, ¿qué revelaron? ¿Tenemos un gobierno honesto que publicará abiertamente los resultados y asumirá su responsabilidad o ante la triste realidad, utilizará la coartada de los “otros datos”?
Segundo, sería también importante interpelar a las autoridades educativas respectivas para saber qué mecanismos de diagnóstico aplicarán para la educación media superior. Ante la importancia que ha tenido la política del bachillerato desde 2005, ¿qué dice Juan Pablo Arroyo, actual subsecretario de Educación Media Superior, sobre la evidente exclusión escolar y posible pérdida de aprendizajes? Tercero: al repasar el documento se encuentran constantes menciones a que la información será otorgada al docente para que mejore su práctica escolar, sin embargo, los resultados ya le llegaron en “crudo” a algunos jóvenes que hicieron una clásica lectura: “si tengo 33 aciertos de 50, obtengo un seis”. ¿Qué tiene esto de “formativo”? Ante los resultados poco promisorios de la evaluación, ¿podremos todos mirarnos como corresponsables del retroceso de la educación pública? Comprenderlo así sería formativo, aprenderíamos del error y nos encaminaríamos hacia un aprendizaje significativo. Ya veremos.
Investigador de la Universidad Autónoma de Querétaro (FCPyS)