Miguel Ángel Pérez Reynoso
Tenemos la certeza de que a finales del mes de agosto inicia el ciclo escolar 2021 – 2022, el primer ciclo escolar post pandémico, lo que no tenemos seguro es el formato o bajo qué condiciones será el regreso. Después de vivir unos meses en color verde en el semáforo epidemiológico y ante una sociedad relajada y un sector de la población ya con la vacuna correspondiente, aun con ello en este momento no es posible saber cómo será el regreso en el próximo ciclo escolar.
El dilema de regresar en formato presencial, híbrido o en virtual va a depender de las condiciones de riesgo y del incremento de contagios para esa fecha, en este momento se vive un clima de cierta incertidumbre por dos motivos: a) por no saber a ciencia cierta cómo será el regreso para ese momento y b) por verificar que de nueva cuenta entramos a un escenario que va del riesgo moderado a alto riesgo.
Ahora bien, tenemos que no existe de manera oficial una evaluación que dé cuenta del impacto que tuvo la experiencia anterior. Poco menos de la mitad del ciclo escolar 2019 – 20 y todo el ciclo escolar 2020 – 21 se vivieron en formato remoto. En ello, el Estado mexicano no está dispuesto a reconocer el o los fracasos que se asocian con trabajar educativamente a distancia.
El hecho de que el 30% de la población escolar haya desaparecido en el último ciclo escolar, de que miles de niñas y niños no tuvieran recursos para pagar el internet y poder conectarse a las diversas plataformas sugeridas y el estancamiento en la adquisición de aprendizajes esperados vinculados a los contenidos de la currícula básica. Todo ello forma parte de este fracaso global que hemos vivido en los últimos meses.
Pero también por otro lado hay que reconocer que jamás habíamos vivido una experiencia de este tipo, el trasladar la atención educativa de la escuela al hogar sirvió para generar problemáticas inéditas, nuevos rezagos, pero también nuevos desafíos. Como se decía, en otro momento, la educación no se canceló solo cambio de domicilio y todo ello, fue motivo de hacer emerger otros agentes y unas modalidades de atención escolar que poco las habíamos utilizado.
En otro escenario tenemos que, desde la perspectiva de los padres de familia, el permanecer en casa y estar conectado con algún aparato electrónico no es aprender. Algunos estudios realizados recientemente dan cuenta de que efectivamente los aprendizajes sufrieron un fuerte deterioro, tenemos el riesgo o el peligro de niñas y niños en los distintos ciclos de la educación básica sobre todo en primaria y secundaria que estuvieron por debajo de lo esperado. Es decir, hay un incremento en las cifras de reprobación o de calificación por debajo del 8 como calificación media. En ello entonces se requiere hacer adaptaciones al currículo. Una pregunta que tal vez nunca se hicieron los funcionarios de la SEP encargados de este tipo de decisiones, ¿Cuáles son los contenidos básicos que habrá de estudiarse y aprenderse bajo un contexto de pandemia?
El regreso aún no es seguro, el problema es que dicha decisión se toma en esferas de la política y no de la Pedagogía. La UNESCO recomienda regresar a las escuelas como el espacio natural que se ha habilitado desde hace muchos años y que se ha legitimado para adquirir y consolidar saberes sociales ligadas con las asignaturas del currículum oficial, para ello entonces se requiere un regreso seguro a los espacios escolares. Es decir, poder blindar a niñas, niños, docentes y directivos de todo tipo de riesgo epidemiológico a partir de prevención y de cuidados que tendrán la responsabilidad central en la escuela, pero que deberá de contar con apoyo de los hogares ¿estamos preparados para ello? La muestra empírica que tenemos más cerca de los últimos meses demuestra que no es así.
Algo distinto y algo mejor tenemos que hacer. Las autoridades de gobierno tienen la última palabra, sí, pero sería conveniente que escucharan otras voces: a docentes, investigadores, padres de familia para tomar la última decisión bajo un mejor consenso. De lo contrario nos seguiremos equivocando.
¿Regresar o no regresar a las escuelas, ese es el verdadero dilema?