Juan Carlos Miranda Arroyo
Nos hacen falta más voces y canales de comunicación entre los cuerpos académicos y la prensa
Ser doctor o doctora en educación (en teorías o modelos) no necesariamente te da autoridad académica para criticar las prácticas docentes y directivas de la educación básica. (Texto escrito en un pizarrón de una escuela primaria).
La nota reciente del diario @Reforma sobre los libros de la SEP (1), en el sentido de que se reelaboraron “mal”, me confirma la idea de que cierta prensa trabaja por consigna; privilegia el golpeteo en lugar de la información. Le interesa el escándalo mediático en vez de hacer investigación periodística, ya que en dicha nota hay afirmaciones ligeras y desproporcionadas, por parte de “especialistas”, acerca del papel que juegan los libros de texto de Primaria, en el contexto de la escuela pública básica.
Al mismo tiempo, pensé que nos hacen falta más voces y canales de comunicación entre los cuerpos académicos y la prensa. Y hoy, sobre todo, con la abundante y diversa información que circula en las redes sociales digitales. Ello sería valioso para elevar la discusión pública.
También recordé lo que he comentado desde hace tiempo: Hacen falta más grupos de investigación y de estudios especializados sobre el diseño curricular, la práctica docente, la formación continua-profesional del magisterio y los recursos didácticos de la educación básica pública, entre otros campos o ámbitos de estudio, pero desde las reflexiones y experiencias desarrolladas en el seno de la práctica educativa y pedagógica.
Cabe precisar que dichos recursos son los que utilizan cotidianamente las y los docentes así como las y los estudiantes (libros de texto, por ejemplo), pero que no constituyen el único factor para avanzar en los propósitos y las actividades educativas y pedagógicas diarias de la escuela.
Necesidades de la investigación educativa en educación básica
En México, la investigación educativa, en su mayoría y durante muchos años, ha estado orientada al estudio de los fenómenos de la educación superior. Los demás niveles educativos, por tanto, son menos estudiados, (quizá en una relación 65-35 o tal vez 60-40%).
¿Eso es o no un problema? Depende desde dónde lo abordemos. Si lo miramos desde el punto de vista de las prioridades nacionales y del sector de la población que tiene acceso a la educación básica (más de 25 millones de estudiantes), sería prioritario destinar más recursos y formar a más investigadores al desarrollo de la investigación sobre diferentes aspectos de la educación básica.
En cambio, si lo vemos desde la perspectiva de la formación de jóvenes en los ámbitos profesionales y de la preparación de especialistas (técnicos o de posgrado, orientados a la investigación científica y tecnológica) en las diferentes ramas del conocimiento y las diversas aplicaciones tecnológicas, entonces la investigación sobre los procesos de la educación media superior y superior, estaría a la cabeza de las prioridades nacionales.
Lo cierto es que ambos frentes, actividades e inversiones públicas, en investigación educativa, son necesarios; pero lamentablemente no existen las condiciones institucionales y sociales para desarrollar esta labor estratégica para el país. Hacia allá habrá que empujar, es decir, hacia la creación de dichas condiciones en el futuro inmediato.
En pocas palabras, hace falta más apoyo para que se realicen investigaciones sociales y educativas para comprender los fenómenos que se dan en el ámbito de la educación básica (preescolar, primaria y secundaria). En ello, sin duda, juegan un papel importante las decisiones que toman las autoridades educativas y las autoridades escolares correspondientes, que coordinan a los cuerpos académicos ubicados en las Escuelas Normales, en Centros de Actualización del Magisterio (CAM) y de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN).
Si bien es cierto que en nuestro país la investigación educativa es, como ya se dijo y en su mayoría, una actividad destinada al estudio de los procesos de la educación superior, es necesario que la educación básica se convierta en una de las áreas principales de interés o prioritarias tanto para el Estado mexicano (SEP e instituciones autónomas) como para la sociedad en su conjunto. Porque, de continuar como nos encontramos hoy, estaríamos condenados a la reproducción de un sistema educativo limitado, burocratizado y sin un conocimiento o unos saberes sustentados en métodos, teorías y contrastaciones empíricas.
Existe, por lo tanto, una carencia en la producción original de conocimientos científicos sobre los procesos de la educación media superior y la educación básica (bloque que ahora es conocido como de “educación obligatoria”, dicho esto en términos legales y normativos).
Me pregunto, hoy, ¿Cuál es la proporción de trabajos o proyectos de investigación dedicados a la educación superior en contraste con otros niveles educativos? Gilberto Guevara Niebla se refirió hace relativamente poco al tema (2017) al decir que: “la mayor parte de la Investigación Educativa se destina a la educación superior…”. (2) Ojalá que pronto las y los dirigentes del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE) nos proporcionen el dato actualizado.
En ese texto, Guevara Niebla, aparte de hacer una crítica a la práctica de la investigación educativa mexicana actual, (“Una orientación academicista y abstracta ha dominado en nuestra investigación educativa”), plantea y sugiere (con lo cual coincido) dedicar más recursos financieros, materiales y humanos a la investigación educativa aplicada (le llama “políticas más pragmáticas”), especialmente en el ámbito de la educación obligatoria (básica y media superior), debido a la necesidad de compartir con docentes, directivos, asesores técnicos y estudiantes de licenciatura y posgrado, los hallazgos que genera la investigación en esos niveles educativos; no sólo con la intención de contar con una amplia y actualizada cultura pedagógica, sino porque en esos niveles educativos se atiende, específicamente, a la mayor parte de la matrícula nacional, y cuyos docentes y directivos demandan, cotidianamente, nuevos conocimientos, técnicas y estrategias para transformar sus prácticas educativas y didácticas, así como de carácter directivo, de gestión o liderazgo académico.
Las y los doctores en educación tienen la libertad de expresar sus opiniones, a través de los medios, sobre procesos específicos de las prácticas docentes en la educación básica, pero tendrán que reconocer que, a veces, desatinan al señalar “deficiencias”, porque son especialistas en campos específicos de conocimiento que no necesariamente son propios de la “educación obligatoria” o porque simplemente desconocen la fenomenología de dichas prácticas.
Fuentes consultadas:
(1) Jorge Ricardo e Iris Velázquez. Rediseña SEP sólo dos libros ¡y mal! Reforma, 18 julio 2021.
(2) Gilberto Guevara Niebla (2017). Investigación Educativa. Campus Milenio, 7 junio, 2017, versión digital.
@jcma23