Fidel Ibarra López
El concepto de “Apartheid”, es un concepto que de acuerdo con la lengua afrikáans, significa “separación”. Y el concepto como tal, ha sido de vital importancia para visibilizar las políticas de separación o segregación racial –el caso de Sudáfrica, por ejemplo, hasta antes del gobierno de Nelson Mandela, es un ejemplo de ello-; pero también, como señala Pablo Gentili, ha servido para ocultar, para hacer invisible a todos esos individuos que están excluidos, porque la exclusión se ha constituido como parte de la normalidad. Y esta última hace invisible la realidad social.
Robert Castel (1997; citado en Gentili, 2000), señala tres formas cualitativamente diferenciadas de exclusión: la supresión completa de una comunidad mediante prácticas de expulsión o exterminio; la exclusión como mecanismo de confinamiento o reclusión; y segregar incluyendo, la cual consiste en “atribuir un status especial a determinada clase de individuos”, los cuales pueden “convivir con los incluidos”, solo que en una “condición inferiorizada, subalterna, desjerarquizada”. Si bien las dos primeras formas de excluir no han desaparecido, afirma Gentili (2000), la última se ha constituido en la forma “normal” de excluir, como producto de una construcción histórica, ideológica, discursiva y moral. Y concluye: lo que distingue lo visible de lo invisible es una determinada jerarquía de valores (pp. 4-5).
Si se traslada este concepto de “Apartheid” al plano de la educación, este se ha presentado en dos niveles: como exclusión, en el sentido que señala Castel: las clases más desfavorecidas han sido incluidos en el sistema educativo nacional, pero en una condición inferior: en su condición de pobres, han recibido una educación para pobres. Y al presentarse en ese sentido, se generó un proceso de segregación educativa. Lo que es lo mismo a decir que, se segrega incluyendo. Bajo esas condiciones, bien se puede exponer la constitución de otro concepto, el de “Apartheid Educativo”. Un concepto que evoca la idea de segregación y de exclusión en el plano educativo.
El concepto de Apartheid Educativo irrumpió en el debate educativo como resultado de procesos macrosociales que se presentaron a fines de la década de los noventas del siglo XX y la primera década del siglo XXI con la sociedad del conocimiento y la información. Al ubicarse el futuro de la sociedad del siglo XXI en el conocimiento, la atención se orientó hacia las brechas –en términos de conocimiento- que iba a generar el desarrollo de ese tipo de sociedad. En su momento, Marchetti (2003), lo expuso de la siguiente forma:
“La brecha en conocimiento entre los que saben y los que no es aún mayor que la distribución del ingreso. Mientras que 83 del ingreso se concentra en el 20% más rico de la copa de la champaña, 96% de toda la investigación y desarrollo del mundo se encuentra en el estrato del 20% más educado. (…) La fusión entre las élites intelectuales, familiares y financieras y las grandes corporaciones está creando una ‘sociedad de casta’ global”.
Ese porcentaje de la concentración de la investigación en solo el 20% de la población más educada del mundo, representa el nivel de la brecha, por un lado, y de la magnitud del problema para el resto de la sociedad global, por otro. Y ojo, son cifras del 2003.
En ese mismo sentido, Bonilla viene advirtiendo desde el 2015 la tendencia de los organismos económicos globales por fomentar a escala planetaria un Apagón Pedagógico Global, “como resultado de una reconfiguración del capitalismo a escala planetaria”. Y agrega:
“De hecho, los organismos económicos mundiales impulsan un nuevo modelo de sociedad, gobernanza, economía y educación, a cuyo logro contribuye la más importante ruptura de diálogo intergeneracional ocurrida desde la Edad Media. Y en ese nuevo modelo educativo las pedagogías, la profesión docente y la propia existencia del plantel escolar que hemos conocido en el último siglo, están seriamente amenazados” (Bonilla, 2015; p. 10).
Desde esa perspectiva, señala el autor, de continuar esa tendencia –de Apagón Pedagógico Global-: “El sustituto de los sistemas de los sistemas educativos pareciera ser una especie de apartheid educacional que llevaría a la exclusión educativa a un nivel inimaginable, conduciendo a la humanidad a una barbarie civilizatoria sin precedente” (p. 208).
Todo este escenario venía siendo analizado y advertido por diversos autores. Aquí se presenta una mirada solamente de algunos cuantos. Y todo ello, sin el escenario de la pandemia. Con la irrupción de esta última, la gravedad del problema cobra materialidad, porque el nivel de exclusión educativa que se ha presentado durante todo este tiempo que la educación se ha trasladado al hogar de los niños, ha llegado a un nivel de suma grave. De acuerdo con el Banco Mundial, “El sector educativo de América Latina y El Caribe, 7.6 millones de estudiantes caerán en pobreza educativa”. Y en el caso de México, el organismo internacional señala que la disminución educativa será de 0.9 años. Y si el cierre se prolonga a 13 meses, el descenso llegaría a 1.8 años. (Julio Astillero, 17 de abril del 2021). Lo cual significa que, en todo este tiempo que llevamos de pandemia, millones de niños habrán perdido –en los hechos- el año escolar, porque no habrán logrado los aprendizajes requeridos en el ciclo escolar.
Y es que, desde el 23 de marzo del 2020 en que se cerraron las escuelas, en nuestro país vienen operando –en los hechos- dos modelos educativos diferenciados: el modelo educativo a la distancia (del sector público), y el modelo virtual y a distancia (en la educación privada). En el primero, las clases son a través de la televisión con intermediación de un telemaestro y un maestro titular del grupo. El primero no tiene vinculación con el segundo y el segundo tampoco la tiene con los niños de forma directa, sólo a través de las redes sociales –como WhatsApp- con los padres de familia. Y en los lugares donde no hay televisión, la situación empeora. En este modelo, en términos de la Didáctica no se están cumpliendo los componentes que señala esta ciencia en lo concerniente al proceso de enseñanza-aprendizaje. Y, por tanto, el rezago en materia de aprendizajes de los alumnos, es muy grave.
En el caso de la educación privada, las clases se están desarrollando diariamente con los niños. Estos últimos tienen contacto directo con sus maestros. Y las clases son por intermediación de las tecnologías y las plataformas digitales. En ese proceso, tanto los maestros como los alumnos han desarrollado un proceso de alfabetización digital “obligado”. Y lo que antes era una deficiencia, ahora ya no lo es. Los maestros han aprendido el uso de las tecnologías, porque la situación los orilló a hacerlo. Ese proceso –de alfabetización digital- no se ha desarrollado –por entero- en el sistema público. Y aquí ya se tiene una brecha que se ha generado en esta pandemia. Pero no es la única.
Me explico: En la educación pública, la perspectiva rumbo al siguiente ciclo escolar se ubica en el retorno a la modalidad presencial. Y esa apuesta se fundamenta en la aplicación de la vacuna a los maestros. Pero, ¿con la aplicación de la vacuna se elimina el riesgo de contagio en las escuelas? Nadie lo sabe. Por lo tanto, la incertidumbre se mantendrá en el escenario. Y el cierre de los centros escolares es una posibilidad que estará presente en todo momento.
En la educación privada la lectura va en otro sentido. La virtualización de la educación durante todo este año de pandemia ha abierto una oportunidad de innovación. Una innovación que también se ha impuesto como necesidad, ante la gravedad de la incertidumbre que ha generado la pandemia. Y la innovación va en el sentido de la modalidad mixta –que establece el Acuerdo 18/11/18- a través de un modelo educativo virtual y presencial –esta última, una vez que las autoridades educativas lo autoricen-. En ese sentido, algunas escuelas particulares le apostarán a configurar un modelo educativo donde el alumno pueda estar tomando clases de forma presencial o virtual, y de manera sincrónica –modelo educativo híbrido-; o, en su defecto, de forma presencial algunas asignaturas y de forma virtual algunas otras –modelo educativo mixto-. Y si la pandemia no amaina a pesar de las vacunas, entonces el modelo híbrido estará imponiéndose: un niño podrá tomar sus clases en cualquier parte del mundo, sin tener la necesidad de hacer presencia física en el aula.
¿Ese es el futuro de la educación? Si la pandemia no amaina, es posible que el modelo educativo híbrido sea el futuro de la educación. Un modelo que tendrá sus ventajas en el plano educativo; pero también traerá aparejado una enorme desventaja para millones de alumnos en México –y en el mundo-, porque el nivel de exclusión y segregación se exacerbará a niveles inimaginables.
Sirvan las líneas del presente artículo para hacer visible una realidad que tenemos en nuestro país. Estamos ante un “Apartheid educativo”. Y las autoridades educativas deben operar en consecuencia. Si no lo hacen, el daño será brutal para millones de niños y adolescentes de nuestro país.
Para comentarios:
Bibliografía consultada:
Bonilla-Molina, Luis; (2015), “Apagón Pedagógico Global. Las instituciones educativas en la cuarta revolución industrial y la era de la singularidad”. Recuperado de: https://centrodeinvestigacionclacsoriusmex.files.wordpress.com/2019/04/apagocc81n-pedagocc81gico-global.pdf
Gentili, Pablo; (2003), “La exclusión y la escuela. El apartheid educativo como política de ocultamiento”. Recuperado de: http://www.unter.org.ar/imagenes/Pablo-Gentili_La-exclusi%C3%B3n-y-la-escuela_sf.pdf
Marchetti, S. J., Peter; (2003), “El apartheid educativo y el eslabón perdido”. Recuperado de: https://sinectica.iteso.mx/index.php/SINECTICA/article/view/311/304
Astillero, Julio; (2021), “Estudiantes mexicanos sufrirán rezago de 1.8 años por cierre de escuelas: Banco Mundial”. Recuperado de: https://julioastillero.com/estudiantes-mexicanos-sufriran-rezago-de-1-8-anos-por-cierre-de-escuelas-banco-mundial/?fbclid=IwAR1NBtODXHuolDzSMFHaUNYQ_eMSIzP4tjYjT_I6Af7_Nit8Nzo8MKNrcmk
1.- Las cursivas son nuestras
2.- Quien inicialmente habló de “sociedad de casta global”, fueron Herrnstein, Richar y Murray Charles, en su libro The Bell Curve: the reshaping of American Life by difference inteligence. Nueva York, Press, 1994.