Miguel Ángel Pérez Reynoso
En infinidad de círculos académicos se reconoce la necesidad de un cambio en la educación pública, desde el ciclo básico hasta el trabajo en la Universidad, un cambio que garantice otra serie de cambios y que no solo garantice mejores resultados, que sirva para mejoran los indicadores generales del funcionamiento de dicho sistema; sino también para hacer más amigable la gestión escolar de todos los días, que las alumnas y los alumnos salgan contentos de sus escuelas y que se sientan felices y orgullosos de formarse escolarmente.
El cambio como muchas otras esferas de la vida pública, deberá mirar hacia la izquierda. La Izquierda en términos políticos, ideológicos pero también pedagógicos, es el espacio más flexible y dinámico de la gestión educativa, ahí se garantiza un clima de pluralidad, de libre circulación de las ideas, una renovación constante en las formas de relacionarse con los demás y sobre todo el estar replanteando o reinventando la tarea educativa de forma constante y permanente.
El giro a la izquierda en educación no es sencillo, actualmente contamos con un fuerte bombardeo de formas veladas o disfrazadas de legitimar las políticas neoliberales y de hacer pasar como normales formas que no lo son tanto, como el segregar o excluir a las alumnos o alumnos diferentes, el aspirar a legitimar un modelo que genera una serie de prácticas basadas en un clima de competitividad para el consumismo, en donde se le da mayor importancia al tener por encima del ser, y en donde el valor de la persona se convierte en un artículo más de una sociedad profundamente mercantilizada y fetichizada.
De esta manera el giro a la izquierda en educación inicia con regresar a los fundamentos de la Pedagogía, atender a cada quien desde cada cual, respetar las capacidades y posibilidades de cada uno, vivir la jornada en libertad aunque aparentemente no se aprenda o más bien que se busque aprender diferente.
Los excesivos autoritarismos, las amenazas, los chantajes velados, son formas de incentivar un modelo de sociedad en donde el deseo de formación está pensado en el orden, en la obediencia acrítica, en la subordinación estéril y ello de poco sirve para gestionar un modelo de sociedad en donde el cambio sea la única constante.
Es obvio que miles de maestras y maestros deberán desaprender las formas o los pilares que sostienen una práctica docente anacrónica y poco significativa para dar lugar a la edificación de un nuevo dispositivo que sirva para garantizar entrar las ideas nuevas y que garantice salir las buenas prácticas que hacen click con los sujetos formados.
El giro a la izquierda en educación no es fácil. Pero si no lo intentamos ahora, nos seguiremos lamentando por todo aquello que hemos dejado de hacer.