No olvidemos -agradecidas—esa genealogía valiente y parlanchina que rompió cerrojos y horadó ventanas. No olvidemos -lenguaraces-continuar esa larga cadena, seguir arrebatando palabras al silencio, hablar ahí, donde es preciso rescatar de todos los confinamientos, la voz de las mujeres” Irene Vallejo.
Este 8 de marzo se conmemora un año más del Día Internacional de la Mujer y también un año del Paro Nacional de Mujeres: “El 9, ninguna se mueve”; “#Un día sin nosotras”: ninguna mujer en las calles, ni una mujer en los trabajos, ni una niña en las escuelas, ni una joven en las universidades, ni una mujer comprando. Su propósito central fue para que la ausencia de las mujeres fuera visible en la vida cotidiana. Posterior a esas fechas, se decretó el confinamiento con consecuencias sociales importantes, entre ellas el aumento de los feminicidios y la violencia contra la mujer.
La Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres CONAVIM informó que en 2020 se registraron 57 mil 495 denuncias de mujeres víctimas de lesiones dolosas, lo que equivale a 158 cada día y 7 cada hora. Por su parte, la Secretaría de Seguridad Pública y Ciudadana (SSPC) reportó un aumento anual de 0.3% en los feminicidios en 2020, lo que significaría que al menos 1,015 mujeres murieron en un asesinato tipificado como violencia machista o de género.
Hoy quiero destacar el rol destacado de las mujeres que realizan actividades relacionadas con la cultura y las artes, quienes no solamente han reducido su caminar al mundo virtual, también se ha incrementado su crisis económica, porque dentro del ámbito de la creatividad, siguen siendo pocas la que están bien pagadas.
Las artistas y artesanas integran ahora también un sector vulnerable, a pesar de que generan trabajos y recursos invaluables, dentro de proyectos que abren la mirada y el corazón donde las emociones son base para la creación. Existe todo un debate sobre la distinción entre arte y artesanía, debido más a prejuicios socioculturales que a cuestiones inherentes al material, la técnica empleada o la calidad del trabajo.
Las artesanas en especial están siendo afectadas por la situación social y económica que prevalece en el país, datos de la década pasada indicaban que las personas dedicadas a la artesanía estaban concentradas en las zonas menos urbanizadas del país puesto que dos terceras partes de ellas se encontraban en localidades de menos de 100 mil habitantes. (INEGI, Encuesta Nacional de Empleo, 2003-II). Esta situación se ha complejizado aún más, dado que muchas de ellas migran a los centros urbanos para intentar vender sus productos, en un contexto riesgoso tanto social, económico como de salud.
Aunado a lo anterior, poco se ha hecho en términos sociales para valorar su creatividad y producto, considerada dentro de la educación informal: “no es reconocida porque habría que partir del hecho cotidiano de que, en la sociedad contemporánea, sólo se reconoce a la educación escolarizada y en muchos de los casos de las mujeres, su preparación como mujer y como artesana está garantizada por la tradición, la cual le es impartida por la madre o por la abuela” (CONAPO, 1995).
Ahora hay varios retos que todas en general enfrentamos, entre ellos el trabajo, el ejercicio de ciudadanía y el desarrollo del ocio activo y creativo, que tienen que ver con las habilidades necesarias para el aprendizaje continuo, la gestión del conocimiento de manera autónoma, el conocimiento y la utilización de diversos recursos, el participar en comunidades de aprendizaje y el trabajo colaborativo.
Todas esas habilidades también se relacionan con la creación de una obra artística o de una artesanía, donde se manifiestan especialmente un cúmulo de emociones. Por eso es tan importante que todas las mujeres, aunque no seamos artistas o artesanas, busquemos la manera de desarrollar el ocio activo y creativo.
Las manualidades, el arte en todas sus manifestaciones y los diversos tipos de artesanías son una vía para su desarrollo, sin pretender considerarme artista o artesana, actualmente dibujo, pinto, bordo y tejo algunas creaciones personales que regalo a mis familiares y amigas como señal de afecto. De manera reciente conocí el trabajo de “Totomej Sanili”, una organización que promueve exposiciones con causa, donde casualmente la mayoría de participantes son mujeres.
Las que ahora se están realizando tienen como temática el colibrí, anteriormente fue el quetzal, en ellas se promueve un mensaje de conciencia y preservación de especies emblemáticas en peligro de extinción en las selvas de México, específicamente, en la reserva de la Biósfera del Triunfo.
Las y los participantes se convierten en aliados de esta causa, cediendo en venta alguna pieza específica, yo he contribuido con una pieza tejida a mano, un colibrí miniatura, que representa no solo mi amor y admiración por estas aves maravillosas, sino también mi propósito personal de seguir aprendiendo dentro de mi tiempo dedicado al ocio activo y creativo en esta pandemia.
Y así como se entrelazan las obras y las emociones en proyectos que abren la mirada y el corazón donde se plasma lo que pensamos y sentimos las mujeres, debemos seguir rescatando el valor del ser y hacer de la mujer en todos los ámbitos sociales, exigiendo justicia para las mujeres mexicanas ante los feminicidios y la violencia de género, asegurando además que la voz de nosotras las mujeres, nunca sea ignorada y siempre sea valorada.