Hemos minimizado el riesgo y también las consecuencias de lo que ha sido este contexto de pandemia. Desde el mes de marzo del año anterior a la fecha actual y lo que le sigue, la vida ha cambiado. La transformación en el estilo de vida aun no lo podemos valorar cabalmente y en ello puede decirse que aún estamos en medio de la tormenta y no sabemos cuándo terminará.
Hemos minimizado el riesgo y las implicaciones sociales y educativas del mismo, el sector salud es el que sirve como termómetro para medir el tamaño del problema, pero el sector educativo también ha servido para ver y calibrar el riesgo bajo el cual estamos todos.
Bajo este contexto ha surgido esto que yo le he llamado la Pedagogía de la Pandemia (P.P.), la cual se traduce en el cambio de la atención educativa; que ha pasado de una atención tradicional para pasar a una modalidad de atención a distancia. Hemos migrado de formas presenciales o convencionales, para arribar a modalidades de atención remotas. De repente las escuelas han cerrado sus puertas para abrir la educación en casa y ahora aunque hay personas que quisieran regresar a las aulas no pueden hacerlo y lo paradójico muchas personas más, ya no quieren hacerlo.
La pedagogía de la pandemia es el surgimiento en la emergencia de una serie de medidas y de acciones educativas, pensadas en atender de manera nueva y sin precedente alguno bajo condiciones remotas o a distancia. Sin embargo, bajo este contexto no contamos con datos de cómo se le ha estado haciendo para garantizar la atención y el impacto de la misma.
Otro rasgo de la pedagogía de la pandemia, es el desligamiento o la reconfiguración de la relación familia – escuela. Dichos agentes los cuales se movían bajo fronteras muy claras, hoy han pasado a mezclarse y confundirse y hoy en día en términos educativos no sabemos en dónde comienza y termina la familia y en donde comienza y termina la escuela.
La pedagogía de la pandemia se mueve bajo distintos formatos de atención, con el apoyo de dispositivos electrónicos, con visitas domiciliarias, con el uso de las llamadas redes sociales, etc. En todo ello dicha diversidad de formas de atención muy poco sistematizadas han servido para garantizar la atención educativa. Pero en todo ello no hemos perdido el sentido formativo de la atención remota, solo lo hemos reconfigurado.
El contexto de pandemia, ha movido los distintos componentes del sistema, todos o la mayoría de ellos se han visto obligados a flexibilizar su funcionamiento, han sido los alumnos (como siempre sucede) los más dispuestos en adaptarse a estos cambios en la modalidad de atención a distancia. Han sido los docentes el sector que más dificultades ha tenido para adaptarse a los nuevos formatos de atención, se han visto obligados por las circunstancias a migrar a formas de atención bajo las cuales no fueron formados y muy pocos cuentan con experiencias previas al respecto y el sistema también ha mostrado ser poco sensible, para considerar de mejor manera los riesgos y los requerimientos de este contexto atípico.
Nadie sabe cómo viviremos ya que pase la tormenta, lo que sí, que hemos demostrado una vez más que no estábamos preparados para vivir y enfrentar socialmente un contexto de pandemia como el que estamos viviendo.
Habría que apostarle más al dispositivo pedagógico y también a tener una mirada proactiva para anticipar acciones a partir de ordenar y sistematizar todas las cosas que hemos vivido (las buenas prácticas) y aun aquellas que han servido de muy poco deben sistematizarse para futuras acciones.