Mauricio Merino
A las y los jóvenes de
www.fundaccionsolidaria.org
Al nacer gemelos, la familia se volvió de cinco y ella se vio obligada a buscar otro trabajo para dedicar la mayor parte de su tiempo a cuidar de los tres hijos. Se impuso la típica distribución de roles entre padre y madre. Pero los gastos y los quehaceres de la casa crecieron exponencialmente.
Al principio las cosas fueron más o menos bien: él encontró una fuente adicional de ingresos colaborando en la organización de torneos de futbol los fines de semana y ella empezó a vender objetos hechos con sus manos. Mientras hubiera jóvenes con tiempo y algo de dinero adicional para sumarse a los torneos y mientras alguien comprara las cajitas y las telas pintadas en la casa, la economía de la familia saldría a flote.
Entonces vino la pandemia. Desde abril del 2020 fue imposible continuar con los torneos y el complemento de las manualidades también se vino abajo. Ninguno recibió apoyo de los programas de asistencia del gobierno, porque son jóvenes, no son discapacitados, ambos concluyeron sus estudios universitarios y pertenecen a la clase media urbana. Así que las reservas se fueron agotando: vendieron el coche, empeñaron lo que creyeron más valioso, vendieron muebles y pidieron prestado a la familia. Pero, como dicen, las desgracias suelen venir juntas.
Al comenzar el año confirmaron que la madre de ella se había contagiado atendiendo, a su vez, a la abuela, quien falleció por Covid-19 al despuntar apenas el 2021. La enfermedad golpeó con fuerza a la familia. El respaldo solidario de uno de los médicos del Hospital de Nutrición y la pericia de sus enfermeras les dieron esperanza. Pero la ausencia de espacios y de medios suficientes para atenderla hizo imposible rescatar su vida.
En el sepelio virtual, por internet, la fabricante de cajitas dijo: “La muerte fue tan repentina como inesperada. Contó con un ejército de ángeles vestidos de blanco y azul que cuidaron de ella hasta el final. A ellos les debemos mucho, en especial a Erwin, nuestro ángel mayor, quien estuvo en todo momento al pendiente de mi mamá y quien sufrió su partida como nosotros lo hicimos”.
“No puedo decir que fue el Covid lo que se la llevó. Estoy completamente segura de que no fue falta de atención, pero si sé que gran parte de esta pérdida y de este dolor es culpa de la falta de recursos. Mi mamá murió esperando un respirador que nunca se desocupó.
Contamos con la enorme fortuna de encontrar una cama disponible en Nutrición, con la bendición de un personal médico sensible y humano, pero los recursos de los que disponen son insuficientes. No hay camas, no hay espacio, no hay respiradores, los hospitales se desbordan y los médicos colapsan de cansancio, estrés y frustración”.
“En honor y memoria de Lety, de la mano de la Fundación Acción Solidaria, hoy comenzamos una campaña para crear un fondo de ayuda sin fines lucrativos para ayudar a quien se enfrente a estos terribles escenarios y no cuente con los recursos necesarios para hacerles frente. Sabemos que las pruebas y exámenes clínicos son muy costosos, que el oxígeno, tanques y concentradores cuestan una fortuna y no todas las familias pueden costearse esos gastos”.
“No importa la cantidad que puedan o quieran donar, cada peso cuenta y cada ayuda es valiosa, lo que buscamos es poder ayudar, como ella lo hacía, a quien lo necesite cuando lo necesite ya sea pagando una prueba o un análisis, costeando un tanque de oxígeno o una recarga o incluso, en desenlaces desafortunados como el nuestro, apoyar con los gastos funerarios. En momentos como este todos necesitamos de todos y qué mejor forma de honrar la vida de mi madre que replicando y extendiendo su empatía, su solidaridad y su amor desmedido a los demás”.
Suscribo. Que así sea.