Maricela López Ornelas*
El contexto educativo de este complicado, atípico e intenso 2020 —para ser precisos desde mediados de marzo—, ha planteado retos y transformaciones significativas en los procesos comunicativos del quehacer académico, derivados en su mayoría, de la pandemia por la COVID-19 —acrónimo del inglés coronavirus disease 2019—).
En lo referido al ámbito universitario —simplemente—, la pandemia ha generado infinidad de desafíos, abordarlos todos, no solo es quimérico e imprudente, sino además, conlleva una reflexión multidisciplinar dada las distintas y extensas áreas que ha afectado esta emergencia sanitaria. Por tal, la presente reflexión, refiere brevemente a la educación superior y sus procesos de comunicación, de forma precisa, el WhatsApp.
La pandemia originada por la llegada de la COVID-19 —vigente hasta el día de hoy—, ha producido un sinfín de documentos académicos que exponen un conjunto de aspectos relacionados a su impacto y afectación, ejemplo de ello, es que Google académico en español, provee como resultados de búsqueda, más 19,300 documentos con la combinación dos palabras “universitario” y “COVID-19”, lo que implica, que este tema ha sido visualizado como objeto de estudio en la educación superior a raíz de sus consecuencias y claro, su duración. Entre la abundancia de estos documentos, destacan dentro de mi interés, aquellos que analizan al WhatsApp como medio de comunicación eficaz y versátil en esferas educativas, quizá transitorias.
De acuerdo con Forbes-México, la aplicación de WhatsApp, fue creada Jan Koum y presentada en febrero del 2009, diez meses después, la app compartía fotos y videos, posterior al año de su creación, lograba comunicar la ubicación de sus usuarios, y para el 2015, bajo el amparo de dueño actual —Facebook—, contaba con la versión para páginas web, muy práctica por cierto.
Esta evolución, había mantenido una distancia de los canales de comunicación formal en el contexto de la educación superior, pues generalmente, el WhatsApp dada su inmediatez y escasa formalidad, era utilizado por grupos primarios cerrados —como las familias— y en ambientes informales y de cercana confianza —amigos—, sin embargo, la llegada de la pandemia, en conjunto con las indicaciones emitidas por instituciones como la Organización Mundial de la Salud —a nivel internacional—, y el Plan de Continuidad Académica pronunciado por la Universidad Autónoma de Baja California —a nivel regional—, enfatizaban la importancia trabajar en casa, esto como medida de protección propia y de nuestras familias. En este sentido, el “Quédate en casa”, apresuró y diversificó de forma positiva el uso del WhatsApp entre docentes y estudiantes; entonces, nos vimos en la necesidad reajustar las estrategias para enseñar y adquirir conocimiento. Es decir, docentes y estudiantes experimentamos nuevos códigos dialógicos de inmediatez, antes innecesarios, e incluso, inadecuados en ámbitos educativos. Ahora el o los estudiantes nos escribían para preguntar sobre actividades de índole académico —antes, no considerado—.
Por tanto, ahora el WhatsApp ha generado un importante rol en la comunicación simultánea, que permite distintos beneficios, como formar grupos específicos sólo para las clases, delimitar grupos para actividades de trabajo, confirmar o reagendar reuniones; organizar los grupos por contenidos precisos, introducir a la generación de debates, foros y resolución de dudas; realizar grabación de las clases mediante audio y video, descargar y archivar dichas grabaciones para un posterior uso; crear recordatorios en mensajes individuales y en grupos, atender la inmediatez y urgencia de ciertos comunicados, o revisarlos ciertamente de forma extemporánea, según su importancia; identificar con precisión los gráficos que representan cada grupo, entre otros tantos.
Adicional a lo mencionado, y también con fines educativos, el WhatsApp generó posibilidades para enviar y compartir fotografías, documentos, videos y enlaces, y si bien el uso de esta aplicación dentro de las comunidades académicas —en la contingencia por el Covid19—, permitió que estos códigos, antes cerrados, funcionaran hasta el momento, es necesarios dilucidar, que el WhatsApp no ha sustituido la comunicación académica generada por las plataformas institucionales, o la formalidad del correo electrónico, pero sí ha diversificado y por ende ampliado los canales en el proceso comunicativo universitario, aunque, se requiere reflexionar, si, una vez vuelto todo a la normalidad, su uso seguirá igual. Si bien no tengo claridad sobre ello, creo que su utilidad regresará a grupos cerrados y cercanos, pues buscaremos a toda costa retomar los procesos de comunicación más simples y básicos, la comunicación cara a cara ¿quién no quiere regresar concebir el WhatsApp como algo más personal?, incluso, aun reconociendo que esta aplicación, de acuerdo a literatura, es exponencialmente la más utilizada en todos los ámbitos educativos, necesitamos sentarnos frente a frente y retomar las bases de la comunicación personal.
*Investigadora del Instituto de Investigación y Desarrollo Educativo, de la UABC. Profesora a nivel licenciatura y posgrado, su línea de trabajo aborda temas sobre las tecnologías de la información y la comunicación en ambientes educativos, con temas relacionados a la alfabetización informacional y la alfabetización —comunicación— científica digital