Freddy Leo Flores
El año 2020 definitivamente quedará grabado en la mente de todos aquellos que hemos presenciado uno a uno los grandes “eventos” que este nos ha ofrecido, principalmente por el desfile de fechas y números relacionados con los acontecimientos recientes: la fecha de inicio de la epidemia en el mundo, país, estado y municipio; la cantidad de decesos lamentables, el total de personas recuperadas, la fecha de suspensión del ciclo escolar – y posible reanudación del mismo- , así como la cantidad de días de confinamiento, entre otros.
Los números y sus significados abundan por doquier, sin duda alguna la lista podría seguir a lo largo de los párrafos que este escrito pretende durar. En términos fantasiosos, estaríamos cerca de poder emular la leyenda del tablero de ajedrez y los granos de trigo, con lo que parecería un desfile interminable de números al paso de los últimos días, semanas o meses, disculpe estimado lector si su servidor ha perdido gran parte de la noción de tiempo.
Que no quepa la menor de las dudas, los números y el significado que el ser humano puede llegar a asociar a cada uno de ellos juega un papel importante en la vida de los mismos. Y es que hay de todo tipo personas, desde aquellos que insisten una y otra vez en comprar boletos de loterías relacionados con algún número en específico, hasta los que gustan de escuchar el volumen de la televisión en múltiplos de 5, o incluso ese grupo especial que suele ordenar los billetes por denominación en rango ascendente o descendente, según sea el caso. Sin duda alguna, los humanos somos un tanto “raros”.
En definitiva, los conceptos numéricos se encuentran en boca de todos. Es innegable que los números están y han estado presentes desde nuestra infancia, ¿quién no contó los autos o cualquier objeto en movimiento?, ¿o los codiciados tazos y canicas al finalizar una intensa jornada de duelos legendarios con nuestros amigos?, o enemigos, dependiendo de la suerte del día.
Dicha interacción inició en nuestra niñez -mucho antes del salón de clases-, al menos en la mayoría de los casos, como lo afirma Paradise (2017) al referir que existen, dentro del aprendizaje informal, formas de aprender que ocurren fuera de la escuela, de una manera más natural, espontánea y recurriendo en gran medida a la observación y la imitación.
El aprendizaje informal ha permitido que muchas personas hagan frente a diversas situaciones cotidianas, logrando con ello desenvolverse de una mejor manera. Podemos mencionar algunos casos, como el de Enrique (72 años), un jornalero que a pesar de no haber cursado ni siquiera la educación primaria, difícilmente tenía dificultades al momento de vende su cosecha: “para mí es fácil sacar el precio de cada costal, nomas lo peso y pos hago las sumas”, exclamó en alguna ocasión
Otro ejemplo, podría ser el de Marina (63 años), una ama de casa que tuvo que atravesar todo el país, partiendo desde Veracruz, con la intención de visitar a sus hijos radicados en el norte de México. A pesar de su condición de analfabeta, logró identificar y usar de buena manera los números y el valor monetario que representaba cada billete: “a mí no me hacen mensa, yo sé cuanto vale cada uno”, comentó varias veces.
Cada uno de ellos desarrolló, durante su infancia, una forma de interpretar la información numérica a la que se enfrentaban, en ambos casos además de formar parte de un contexto rural, la ausencia de la escolarización era coincidente. Al respecto Baroody (2000) nos dice que los niños pequeños suelen emplear su conocimiento informal como un medio para interpretar la matemática formal que se enseña en la escuela, en los dos casos citados, se aprecia que este tipo de aprendizaje les proveyó herramientas para hacer frente a situaciones cotidianas, a problemas reales.
Casos como el de Enrique o Marina, pueden dar veracidad a la importancia de entender y emplear, muy a pesar de la escolarización, la relación entre los números y sus significados. Aquellos números, que dicho sea de paso, abundan por doquier y que a pesar de formar parte de un universo infinito, estos de alguna u otra manera ofrecen a nuestra existencia algo más que simples datos.
Bastaría también con recordar la anécdota de Srinivasa Ramanujan, un joven matemático Indio que se encontraba muy grave en un hospital, visitado en una ocasión por su profesor Godfrey Hardy, el cual al llegar a donde Srinivasa se encontraba y no sabiendo qué decir, le contó que había viajado en el taxi 1729 cuya matrícula era un número poco interesante, a lo que Ramanujan respondió: “No, es un número muy interesante, pues es el número más pequeño que se puede expresar en la suma de dos cubos positivos en dos formas diferentes”. De tal modo que:
1729 = 13+123 = 93+103
Eventualmente este número recibió el nombre de Hardy-Ramanujan o número Taxi.
Que quede claro que no es mi intención volvernos locos buscando significados curiosos en los números que nos rodean, como Ramanujan, definitivamente no es así, bastará únicamente con detenernos a pensar en cuán importantes son para nuestra vida diaria y el aprendizaje informal, más allá de lo que la escuela nos ha inculcado para aquellos que hemos tenido la oportunidad de pasar por sus aulas, lo esencial es el significado y el valor que de forma personal logremos atribuibles a cada uno de ellos, el resto llegará por cuenta propia.
*Freddy Leo Flores. Profesor Normalista Sinaloense de Formación. Asesor Técnico Pedagógico de Educación Primaria. Supervisión Escolar 001 de Primarias Federales. Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Educación.
Twitter: @freddyleoflores
Correo electrónico: Fleoflores1985@gmail.com
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Referencias bibliográficas
Baroody, A. (2000). El pensamiento matemático de los niños. Un marco evolutivo para maestros de preescolar, ciclo inicial y educación especial. Madrid: Visor.
Paradise, R. (2017). ¿Cómo educan los indígenas a sus hijos? El cómo y el por qué del aprendizaje en la familia y en la comunidad.