Irma Villalpando
Aunque existen varias opciones en el comercio online para llevar a cabo videoconferencias, la plataforma Zoom se posicionó en las preferencias de aquellos docentes que podían dar clases sincrónicas durante este tiempo de confinamiento. El presente texto es la recuperación de la breve experiencia que ha acumulado el equipo docente de un colegio privado que imparte educación básica en la CDMX. Se elige la referencia a la plataforma Zoom por la preeminencia que ha tenido su uso, no obstante, se considera que lo aquí expuesto es aplicable a otras marcas que existen en el mercado.
No se cuenta con datos oficiales que permitan saber cuántos niños en este país tienen acceso a clases sincrónicas con sus maestras y maestros, se intuye que son las escuelas de sostenimiento privado y algunas de carácter público que, al estar localizadas en ámbitos urbanos de mayor desarrollo económico, posiblemente cuenten con equipos y conectividad. La encuesta de ENDUTIH del último trimestre del 2019 arrojó que el 77% de los hogares que se encuentran en ciudades urbanizadas cuentan con internet, principalmente a través de telefonía celular. La cifra disminuye a 44.3% cuando se pregunta si se tiene una computadora en casa.[1] Al día de hoy no se sabe cuántas escuelas o grupos docentes han organizado clases mediante esta modalidad.
Huelga decir que la autoridad educativa no ha ofrecido a las escuelas ningún tipo de apoyo para la compra de computadoras o el uso de internet. Ante el aplazamiento del regreso a la escuela es prioritario dotar a los maestros y alumnos los insumos necesarios para garantizar un acompañamiento más directo y provechoso, de lo contrario enfrentaremos un rezago educativo mayúsculo. En paráfrasis a un lienzo de Magritte una imagen asegura que la escuela no es una computadora, de acuerdo, aunque habría que precisar que no lo es pero la necesita, también internet. Aprende en casa 2 es lo que tiene la mayor parte de niños y adolescentes de este país, es muy poco y por eso lamentable.
Límites de la experiencia
Consideremos que aunque existe vasta literatura del uso de las TIC en educación así como experiencias de más de tres décadas en educación a distancia, estos desarrollos han sido bajo la idea de complemento o sustitución al sistema presencial, principalmente en educación superior. El reto que tenemos ahora es diferente: trasladar la clases físicas, de niños de educación básica a formatos virtuales. En este sentido, las videoconferencias intentan -ya veremos con qué resultados- representar o imitar la relación presencial de aprendizaje entre la maestra y sus alumnos. Se entenderá entonces que este texto adolece de referencias a teorías o investigaciones documentadas, su aporte está en el orden de lo empírico y una fuerte dosis de autodidactismo. Aceptemos entonces que un día, a finales de marzo, nos despertamos con una nueva forma de enseñar; un territorio desconocido que nos deparaba aventuras y una que otra desventura.
La aventura de ser maestra o maestro en tiempos de pandemia pasa por la convicción de sabernos capaces de enfrentar el desafío y aprender de él. Partir de la idea que el quehacer docente es práctica viva que requiere ser pensada. De Schön propone la idea de docente reflexivo; Fullan considera que los directores deben centrar su gestión en los aprendizajes y no en las burocracias. Ambos, docentes y directores ensayan, proponen, yerran y aciertan en el día a día con los niños. No es diferente en Zoom. Lo que aquí compartimos es el resultado de este proceso de aprendizaje de cinco meses.
Se propone una clasificación que aunque arbitraria consideramos oportuna para el diseño de clases por videoconferencia. Aunque la propuesta está pensada para primaria y secundaria principalmente, algunas se adaptan más a los años más altos de primaria y secundaria que a niños más pequeños, mientras que otras son pertinentes a cualquier grado. Un aspecto más a considerar es la naturaleza de la materia y su didáctica específica. No es lo mismo Matemáticas que Inglés, Historia o Arte. La personalidad y habilidades del maestro también inciden en el estilo y forma que toman las clases así como la interpretación que éste haga de los aprendizajes curriculares del grado o materia que imparta. Como siempre, la formación docente juega un papel decisivo.
La taxonomía comprende cuatro modelos ideales para dar clase. Desde Weber se entienden los tipos ideales como agrupamientos conceptuales que acentúan y compactan uno o varios elementos que en la realidad se encuentran dispersos o yuxtapuestos. Lo interesante surge cuando se combinan una vez que se comprendieron por separado. Esperamos de algo sirvan.
- La clase de vínculo socio-emocional
No es una clase instruccional porque no hay contenido; tampoco tiene habilidades cognitivas a desarrollar ni aprendizajes claves a conseguir. A pesar de ello, esta sesión se coloca en el centro y esencia de lo genuinamente educativo: la humanización del alumno. El vínculo pedagógico más relevante no es cognitivo sino afectivo. Los niños y niñas se relacionan entre pares y con sus maestras a través de lo que sienten y piensan. Este tipo de clase es conversacional, libre y espontánea. La maestra solamente hace preguntas para intentar un sorbo de la socialización perdida. ¿Cómo te sientes?, ¿qué te preocupa?, ¿cuál fue tu más reciente alegría?, ¿y tristeza?, ¿cómo se vive en tu hogar esta etapa?, ¿qué experiencias han tenido en tu familia respecto a la pandemia?, ¿cuándo es tu cumpleaños?, ¿tienes mascotas?, ¿cómo imaginas que será la escuela al volver?, ¿de qué quieres hablar hoy? Y así, las preguntas podrían seguir y seguir. Una maestra afectiva crea un clima de confianza y sostenimiento mutuo. Vital en esta transición.
2.La clase de construcción dialógica
Se intenta hacer una construcción colectiva de significados. La profesora o profesor hace preguntas relacionadas a un contenido de aprendizaje, la puede acompañar con imágenes o simuladores digitales. Por ejemplo: si el propósito de aprendizaje es que los estudiantes construyan la noción de solubilidad, el docente les comparte un simulador donde se observe la reacción de la mezcla, posteriormente, les hace preguntas para entablar un diálogo y llevarlos a otros ejemplos. Los alumnos participan y hablan tanto o más que el docente. Mostrar imágenes que acompañen las preguntas o ejemplos es de gran ayuda para detonar la participación. El lenguaje figurativo en combinación con el semántico impulsan la capacidad de pensar. A partir de una buena pregunta o una imagen bien seleccionada es posible generar una discusión que movilice aprendizajes previos, creencias y nuevos razonamientos.
Una variante de esta clase es proponer la pregunta de investigación y separar al grupo en equipos con algún material a discutir. La aplicación de Zoom permite abrir salas de menor tamaño; el temporizador es importante. La maestra o maestro monitorea entrando de cuando en cuando a cada reunión, al final regresan todos a la sala general para hacer la plenaria, en ella, cada equipo da sus resultados y se hace la puesta en común. El docente recupera los razonamientos válidos y señala aquellos que tuvieron error.
- La clase expositiva
Este tipo de clase surgió de manera casi natural. La tradición verbalista de siglos tiene sus consecuencias. Todos conocemos su lógica: la maestra o maestro prepara una presentación, la expone y los niños escuchan, al final, hay una actividad a desarrollar. Expresado así puede percibirse como una operación mecánica, en realidad no es así. No se trata de caer en la rentable denostación a las prácticas tradicionales. La pedagogía es más transmisiva de lo que a menudo acepta. El extraordinario pedagogo francés Philippe Meirieu se autodescribe como un profesor apasionado por transmitir a sus alumnos los saberes que lo hacen amar el mundo. Asimismo, con Ausubel aprendimos que es posible alcanzar aprendizajes significativos mediante clases magistrales siempre y cuando éstas sigan una secuencia lógica y aporten algo de interés al alumno. Acordemos entonces que una buena clase expositiva, o explicativa si se prefiere, puede provocar en los alumnos aprendizajes de un buen valor cognitivo.
Para tener un diseño óptimo de este tipo de clases, y bajo la circunstancia virtual en la que nos encontramos, resulta fundamental hacer una selección pertinente de los materiales digitales que se ocuparán. Internet es fuente inagotable de buena y mala información. El saber disciplinar y un ojo didáctico entrenado juegan un papel importante para hacer elecciones pertinentes. Los materiales idóneos para estos diseños son: cápsulas informativas, tutoriales que explican procedimientos o teorías científicas, documentales, entre otros.
Aunque las sesiones se sostienen predominantemente bajo la centralidad del docente no debe entenderse que el alumno permanece en silencio. A lo largo de la exposición se alternan intercambios y preguntas, pueden ser directas o por el chat de la sesión. Por otra parte, ha resultado provechoso usar la pizarra virtual para explicaciones descriptivas así como optar por presentaciones editables para que los alumnos puedan, por ejemplo, sombrear una fracción; continuar un procedimiento de ciencias o representar simbólicamente los datos de un problema. Por su naturaleza, es buena idea grabar este tipo de clases y colgarlas en la red con la intención de que puedan ser revisitadas por los alumnos si hubiera alguna duda o necesidad de reafirmación.
4.La clase deliberativa
Esta tipología no se encuentra directamente apegada a los contenidos curriculares pero sí a las habilidades que ha expuesto la UNESCO para vivir en el siglo XXI.[2] Tiene por finalidad que los niños practiquen el arte de la deliberación. Exponer ideas propias, construir argumentos de manera precisa y escuchar con atención y apertura al otro es un saber hacer que debe cultivarse cotidianamente en la escuela. Este tipo de clases son pertinentes para propiciar en los niños habilidades reflexivas y de expresión oral. El docente es moderador y responsable de colocar un tema a discutir, puede o no ser controversial. Da turnos de participación, ofrece ejemplos y contraejemplos para que los estudiantes se acostumbren a observar sus análisis desde diferentes ángulos.
Algunas ejemplos de preguntas son: ¿qué es un amigo?, ¿cómo sabes cuando alguien es tu amigo?, ¿la amistad es para toda la vida? Otro planteamiento que podría funcionar sería: a lo largo de los siglos, los países han hecho la guerra con otras naciones o entre ellos mismos. Hay quienes opinan que tener conflicto es parte de nuestra naturaleza humana ¿qué piensas de ello?, ¿es posible o no tener conflictos?, ¿cómo podemos reaccionar ante ellos?, comparte un conflicto que hayas tenido y la forma que elegiste para resolverlo, ¿qué piensan los demás? Con alumnos de secundaria funcionan muy bien los dilemas éticos del tipo: Hay quienes opinaron que si hacía falta respiradores para atender a los enfermos de covid-19, éstos nos deberían usarse para gente de la tercera edad sino para los más jóvenes o para los médicos. ¿Qué piensas de ello?, ¿una vida vale más que otra? ¿por qué siempre que hay una emergencia se dice: las mujeres y los niños primero? Estas sesiones no buscan la uniformidad en la respuesta sino la divergencia y el análisis de las valoraciones. No es una clase normativa sino reflexiva. La maestra no impone verdades a aceptar ni un “deber ser” a seguir, más bien propicia un saber colectivo cifrado en la escucha mutua y los razonamientos con rigor.
Hasta aquí la tipología general la cual en forma alguna es exhaustiva. Se quedan en el tintero otras más, por ejemplo, el taller de escritura en el cual estudiantes elaboran textos colectivos en un documento editable. Los profesores dividen la sesiones en subgrupos y permiten la producción escrita y las formas de corrección entre pares. También puede haber clases de animación y acompañamiento a la lectura. Hay una enorme cantidad de libros digitalizados de gran valor literario y con una extraordinaria calidad de los ilustraciones. Por razones de salud pero también de contención emocional, las clases de Educación Física cobran especial relevancia en esta época de confinamiento. Hemos visto que la pantalla no es obstáculo para que los niños, niñas y jóvenes se motiven entre sí a participar en ejercicios y retos que el docente especialista impulsa. Por último, pero no menos importante, las sesiones que promueven temas de culto y de apreciación al arte: cine, teatro, museos, conciertos, visita a ciudades, entre otros.
Algunas desventuras
El tiempo y el trabajo invertido en el diseño y elaboración de materiales es mayúsculo. El primer paso es elegir los objetivos de aprendizaje susceptibles de ser llevados por Zoom. No son los mismos que en clase presencial. El alcance y el formato de mediación virtual exige una nueva valoración y una selección de temas diferente al currículo presencial. Después, hacer el guion de clase o planeación, someterlo a revisión y ajustar. Posteriormente, buscar en internet imágenes y recursos idóneos por su valor pedagógico. Al final, hacer la presentación, nuevamente revisar y dar ajustes finales. En este proceso se involucran docentes y pedagogas. Es importante hacer un equipo de retroalimentación horizontal que se apoye y comparta hallazgos y materiales digitales. El clima de trabajo en equipo ayuda a dar sostenimiento y motivación al reto.
El aprendizaje y el esfuerzo en estos meses ha sido enorme. De manera expedita se han mejorado las competencias digitales de las maestras y maestros, la didáctica a distancia y hasta las estrategias para lograr la disciplina de los alumnos a través de la pantalla. Apostamos a que una clase con diseño pedagógico óptimo puede mantener de mejor manera el nivel atencional de los estudiantes y por ende no perder el control de la clase. Aunque es un tema sin consenso, decidimos pedir cámara abierta a todos los participantes, consideramos que el contacto visual es indispensable para cumplir los objetivos de las sesiones.
Paradójicamente a todo lo anterior, no pocos padres de familia opinan que este tipo de educación reviste un menor trabajo que la forma presencial, en el caso de las escuelas privadas, señalan que debe ser de menor costo. Una verdadera desventura.
Comentario final
La docencia es una práctica de creación y recreación constante. Su quehacer entraña el interés por descubrir nuevas formas de enseñanza. Este tiempo sin escuela puso al límite esta premisa. Una práctica docente viva niega lo inercial y repetitivo; se alimenta de la búsqueda permanente de las mejores rutas para llegar a los aprendizajes. No le viene bien la uniformidad o estandarización. Cada estilo docente, cada grupo, cada escuela y cada contenido requieren un trazo, un corte a su tamaño, justo como Claparède lo propuso cuando escribió “La escuela a la medida”[3], hace casi un siglo.
El hilo de las propuestas aquí descritas intentan iniciar, en beneficio de los aprendizajes de los niños, un intercambio creativo con las maestras y maestros de este país. En la medida que nuestros saberes salgan del aula –de Zoom, por el momento- nos apropiaremos y resignificaremos nuestra práctica profesional. Quizá el cierre de escuelas evidencie el sentido profundo del valor social del magisterio e impulse una reconversión de los trayectos que sigue el tablero del ajedrez donde se decide lo educativo. Renunciar al lugar desde donde la oficialidad nos mira: como aplicadores pasivos de sus disposiciones y normas. No somos técnicos de manual. Somos profesionales con capacidad autogestiva y propositiva, sería importante visibilizarlo.
[1] INEGI (2019) Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de las tecnologías de la información en los Hogares. Consultado en: https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/aproposito/2020/EAP_Internet20.pdf
[2] UNESCO (2017). 2030. Educación y habilidades para el siglo XXI. Recuperado en: http://www.unesco.org/new/fileadmin/MULTIMEDIA/FIELD/Santiago/pdf/Informe-Reunion-Buenos-Aires-2017-E2030-ALC-ESP.pdf
[3] Edouard Clapàrede (1920). L’école sur mesure. Université de Géneve.