Luis Omar Montoya Arias
El actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, como ningún otro que haya gobernador durante el siglo XXI, fomenta la visión estándar de enseñar historia. La perspectiva del tabasqueño está en la historia patria o nacionalista decimonónica. Esta forma de enseñar historia, funciona en su polarización del país y en su promoción de las diferencias. Desde aquí mantiene el control político.
A pocos días de haber asumido el poder, se lanzó contra España, a quien reclamó por la conquista militar que significó el descubrimiento de América de 1492. La visión del gobierno que encabeza AMLO, se explica en su forma de entender y transmitir la historia. Interpreta el mundo desde el siglo XIX y desde la historia nacionalista.
La enseñanza de la historia es escritura. Donde no hay narrativa, no hay historia. La escritura otorga a la realidad, una forma de relato. Es representación narrativa. La historia es narrativa porque surge, entre nuestra experiencia del mundo y nuestros esfuerzos por describirla lingüísticamente. La narrativa es una forma de representación porque a través de ella hablan los acontecimientos. La narrativa se problematiza cuando deseamos dar a los acontecimientos, forma de relato (White, 1992: 20).
La historia en cuanto narración, es literatura. La historia es una representación narrativa de una suma de acontecimientos. Cada narrativa se construye sobre la base de un conjunto de acontecimientos. El relato representa un mundo en el que pasan cosas a las personas. Hablemos de historicidad, narración y narratividad. Un relato histórico tiene que exhibir forma [narrativa] y contenidos [investigación]. La vinculación entre interpretación, narración y comprensión proporciona la base teórica de los estudios históricos. La teoría es importante. La interpretación en los estudios históricos modernos gira sobre los usos políticos de la historia (White, 1992: 78).
El teórico estadounidense, Hayden White, afirmó que “el campo de los estudios históricos se limita a la comprensión de las materias en vez de apelar a la explicación, es decir, la interpretación. Sin narración no hay interpretación histórica posible” (White, 1992: 77). Para complejizar la enseñanza de la historia desde la discusión teórica, necesitamos, obligatoriamente, echar mano de la filosofía, ciencia que brinda estructura de pensamiento. La historia es una práctica y el historiador un narrador.
Saber historia es imprescindible para enseñar historia (Maestro, 2001: 73). Ciertamente, en la realidad educativa mexicana, está premisa rara vez se cumple. Aunque en el Nuevo Modelo Educativo y en La Ley General de Educación, se habla de lo importante que es la historia, de lo perjudicial que resulta la promoción de un aprendizaje basado en la memorización, en la praxis educativa mexicana, la enseñanza luce distante de ese ideal. No basta con decretar la importancia de la historia, hay que reformular el tipo de historia que se transmite en las aulas mexicanas. La profesionalización docente es un severo problema que limita el cumplimiento de los objetivos gubernamentales. Lo ideal es que los historiadores impartan las clases de historia, en todos los niveles.
Consecuencia del tipo de historia enseñada en las aulas mexicanas y de la forma en que se transmite [siempre apelando a la memorización], el mexicano tiene problemas con el inglés. Al ser educados desde el odio hacia los estadounidenses por el sometimiento militar y la posterior pérdida de una extensa parte del territorio nacional durante la primera mitad del siglo XIX, al mexicano se le instauran complejos y barreras emocionales que limitan el aprendizaje del inglés. En la enseñanza de la historia está parte de la explicación a la negativa mexicana respecto al aprendizaje del inglés. Existe un bloqueo colectivo. Hay cargas históricas heredadas. Entre los mexicanos son comunes las sentencias: “no me gusta el inglés”, “que aburrido el inglés”, “puedo aprenderlo, pero no quiero”. El cambio en la enseñanza de la historia, impactaría en el aprendizaje del inglés.
Algo similar sucede con España. La historia patria satura de prejuicios y de estereotipos al mexicano. Éstos reducen horizontes intelectuales y ambiciones académicas. La historia patria circula emociones tóxicas que limitan el crecimiento profesional y el desarrollo humano de los mexicanos. En el tipo de historia que aprenden los mexicanos, está la forma de relacionarse con otras culturas, con otras naciones, con otros países y con otras regiones económicas. Es la Contrahistoria el tipo de historia que debe ser enseñada en las aulas mexicanas. Se necesita un discurso histórico liberador y dinámico.
Las decisiones de un maestro de historia sobre la forma de organizar y entender los contenidos, y sobre cómo enseñarlos, dependen de sus concepciones sobre la historia. ¿Cómo interpreta, explica y comprende?, ¿cómo aborda las fuentes, el tiempo histórico y la evolución?, ¿las causas y efectos, el cambio y la continuidad?, ¿el papel de los acontecimientos o las estructuras?, ¿la función del individuo y de las sociedades?, ¿dónde queda la objetividad, la rigurosidad y la cientificidad? (White, 1992, 74).
En las concepciones que sobre la historia tenga el profesor de la materia de historia, influyen sus vivencias en primaria, secundaria y preparatoria. Sus maestros de historia en el nivel básico, juegan un papel en la construcción de la práctica docente que tiene el profesor de historia, además de los abuelos, que siempre son importantes porque ellos transmiten leyendas y anécdotas familiares. En el concepto que el maestro de la materia de historia tenga sobre la historia, participan sus docentes, las escuelas a las que acudió como alumno, la ciudad y la región donde creció, y la convivencia con sus abuelos.
Los abuelos son hacedores de historia, por eso es importante la relación que el profesor de historia guarda con ellos. Sin olvidar la formación académica normalista o universitaria recibida por el maestro de la materia de historia, pues es la que brinda herramientas teóricas y metodológicas. “La historia conlleva posiciones epistemológicas” (White, 1992, 75).
Enseñar historia nos impone la consideración de la cuestión didáctica, de la interpretación de los hechos [casada con el tipo de historia elegida] y de los contenidos abordados. Un problema central del sistema educativo mexicano en relación con la enseñanza de la historia, es que agota sus esfuerzos en la didáctica, es decir, en las formas de transmitir el conocimiento, y se olvida de la información que se está comunicando. Tan importante es lo que se transfiere, como las formas en que el dato se comunica. No es lo mismo enseñar historia patria que Contrahistoria. Peter Burke las denomina, formas de hacer historia. No hay una historia, existen interpretaciones históricas sobre un hecho y sobre un periodo.
Quiero insistir en la relevancia de una formación teórica sólida para que el docente de historia se apegue a discursos más cientificistas de la disciplina creada por Herodoto de Halicarnaso y sistematizada por Leopold von Ranke, en el siglo XIX. “Siendo básica e insustituible, la teoría de la historia suele estar ausente en la formación normalista” (Maestro, 2001, 73) circunstancia que explica, parcialmente, las carencias de algunos maestros y la fragilidad del sistema educativo mexicano.
El uso de la Contrahistoria en la educación básica de México, no significa que se dejará de estudiar a Miguel Hidalgo, lo que cambiará es el abordaje del personaje. La concepción del conocimiento histórico influye en decisiones sobre la enseñanza de la historia en las aulas, es un hecho notorio, acumulable y demostrable (Maestro, 2001, 71). La periodización en la enseñanza de la historia y la discusión del tiempo histórico, son importantes. La enseñanza de la historia desde la Contrahistoria, promueve el pensamiento científico. El conocimiento es un proceso inacabado que responde a experiencias individuales, ancladas a marcos e interpretaciones colectivas.
“Se detectó la nula importancia concedida a la teoría de la historia y a la historia de la historiografía como aprendizaje fundamental en la formación de un profesor de historia de primaria o secundaria; y la poca relevancia concedida a la relación entre el conocimiento y la práctica docente” (Maestro, 2000, 10). Sin omitir la tajante separación que se realiza entre metodología didáctica y metodología de investigación de la ciencia enseñada, es decir, de la historiografía. “La separación entre teoría y práctica se manifiesta en la idea de que la historiografía tiene como función proveer de contenidos científicos al currículo, pero ni la historiografía ni la teoría de la historia son responsables de las estrategias didácticas usadas en el aula con el alumno” (Maestro, 2000, 10).
La Contrahistoria debe enseñarse en México. La historia no tiene que ser aburrida. A los estudiantes mexicanos no les gusta la historia por la naturaleza de los discursos que llenan las aulas y por la forma en qué es transmitida. La solución está, en la enseñanza de la Contrahistoria y en la profesionalización de los docentes. Es necesario que los maestros se formen desde lo teórico-metodológico.
Comprender el tiempo histórico es importante en la formación de ciudadanos; la historia se encarga de los hechos y de las ideas; la historia es importante para las matemáticas porque facilita la comprensión de conceptos; la literatura es relevante en la enseñanza de la historia y se deforman las interpretaciones historiográficas, consecuencia de una deficiente formación teórico-metodológica y del nulo manejo crítico de las fuentes, son algunas de las máximas que aprendes en las aulas como estudiante de licenciatura en historia. Todas son premisas coherentes y demostrables, el problema es llevarlas a la práctica investigativa. Una historia sin investigación, y por ende, sin escritura, no aspira a ser científica. Los maestros de historia en México, necesitan acercarse a la práctica científica de la historia para mejorar su enseñanza. Es menester que se nutran de teoría y metodología.
Bibliografía
Maestro, Pilar, La formación docente en el profesorado de historia: un ámbito de conflicto. Rosario, Homo Sapiens Ediciones, 2001.
White, Hayden, El contenido de la forma. Barcelona, Paidós, 1992.
Artículos
Maestro, Pilar, “Historiografía, didáctica y enseñanza de la historia”. Clío y Asociados. Número 2. 2000. pp.10-38.
Maestro, Pilar, “Historiadores y profesores. Acerca de una enseñanza democrática de la historia”. Revista de Pensamiento Contemporáneo. Número 9. 2002. pp.31-50.