Miguel Ángel Pérez Reynoso
Este 29 de agosto se cumple el 42 aniversario de la fundación de la Universidad Pedagógica Nacional, en ello distintas voces entre ellas la rectora Dra. Rosa María Torres, y el subsecretario de Educación Superior Luciano Concheiro han manifestado una postura en esta fecha emblemática, ha habido también foros de discusión organizados por algunos colegas o colectivos o de varias expresiones político – académicas de la propia Universidad.
Sin embrago considero, que es necesario que la palabra circule entre los distintos integrantes que formamos parte de la Universidad temática encargada del tratamiento educativo más grande del país. A 42 años de distancia el recuento implica un balance de muchos aciertos logrados y de una larga agenda pendiente de asuntos que deberán atenderse.
Por su carácter público de Universidad, la UPN es un referente importante en el tratamiento de los asuntos educativos, en la formación y las prácticas educativas, en las contribuciones disciplinarias en campos específicos del conocimiento ligados con la pedagogía, en la formación de jóvenes y adultos, e indígenas y en la conformación de alternativas e innovaciones pedagógicas; todo ello la han convertido en una instancia de vanguardia y un referente obligado en el tratamiento y conocimientos de los asuntos educativos de nuestro país. Sin embargo, en la contraparte la pluralidad y la diversidad de perspectivas acerca del rumbo y de la definición de la organización, estructura, financiamiento y órganos de gobierno, han contribuido a generar una especie de empantanamiento de su propio proceso y de su proyecto nacional.
La UPN a nivel nacional ha tenido (como todo en la vida) momentos de grandeza y crecimiento y otros de oscurantismo y estancamiento. Hoy en día atravesamos por un proceso complejo en donde los adeudos en las promesas incumplidas y la perdida de la perspectiva del rumbo de su proyecto nacional fundacional, han generado una mayor polarización y la generación de contradicciones que podrían evitarse con una disposición preventiva de todas las instancias.
Son muchas las contribuciones que la UPN le ha hecho al país como parte de proyectos nacionales y también de proyectos locales, de iniciativas ligadas con la sensible detección de necedades locales que se convierten en espacios de oportunidad para la acción de propuestas educativas, vinculadas con las comunidades locales y a partir de la alianza con otros actores en los estados.
Un ejemplo importante, viene siendo el surgimiento de la Licenciatura en Intervención Educativa la cual comenzó a operar a nivel nacional en el año de 2002, dicha licenciatura no solo inauguraba nuevas formas de concebir la formación de agentes educativas, sino también de concebir el trabajo de los y las educadores con un alto compromiso de participación social, de tal manera que hoy en día la LIE (como se le conoce) ocupa el primer lugar nacional en la matricula en licenciatura de todo la UPN a nivel nacional.
Un aspecto más que destaco de las contribuciones de la UPN es la conformación de una nueva identidad profesional tanto como como académico, como universitario, como docente y las contribuciones a lo que se podría llamarse la cultura pedagógica surgida de estudiar o formar parte de la UPN.
Aun con todo ello, la UPN atraviesa por una serie de problemáticas que comienzan a convertirse en problemas estructurales, enlisto tres a modo de botones de muestra sobre esto que yo le he llamado la agenda pendiente por atender:
- Desde hace meses tal vez algunos años, se comienza a sentir un descuido institucional, en cuanto al tratamiento de las propuestas y proyectos de la Universidad. Si bien la UPN fue pionera con el establecimiento del concurso de oposición para reclutamiento del personal académico, hoy bajo las nuevas reglas de control y corporación basadas en el eficietalismo neoliberal, el concurso ha sido sustituido por contratos temporales, los cuales generan vulnerabilidad laboral y fragilidad en cuanto a la continuidad de los proyectos estratégicos. Este mismo descuido institucional del que hablo, ha dado lugar a que nadie se haga cargo y resuelva los reclamos y las necesidades de diversos sectores de la comunidad universitaria: ni la Rectoría, ni los gobiernos de los estados y para el caso de las entidades, ni la nueva Dirección de unidades resuelven los problemas y los rezagos acumulados. Esta sensación de orfandad institucional se asocia a un ambiente de descuido e inmovilismo que comienza a desplegarse en muchas Unidades UPN.
- Un segundo problema estructural, tiene que ver con el envejecimiento de la planta académica y un escenario incierto del relevo generacional. La mística fundacional de la UPN estuvo pautada a partir del compromiso, la entrega, un vocacionismo que permitió fusionar y amalgamar las identidades normalistas y universitarias en algo que fue muy propio de la UPN, estar en educación y atender docentes en servicio, pero bajo una visión crítica, rigurosa y de avanzada. Todo ello comienza a desdibujarse en la vida cotidiana de nuestra Universidad.
- Y el tercer problema tiene que ver, con la cancelación de proyectos estratégicos. El congreso universitario está detenido, la generación de actualización de la oferta educativa ha quedado paralizada a partir de dejar de diseñar nuevos programas de formación y el ser capaces de liderar proyectos y propuestas importantes, ha obligado a hacer un alto en el camino.
A 42 años de distancia los y las upenianos débenos estar orgullosos de nuestra Universidad, pero también preocupados por el alto nivel de incertidumbre. Lo único que nos resta es rescatar y fortalecer nuestro viejo vocacionismo que está en nuestro lema y que muchos y muchas lo llevamos en la sangre pedagógica. “Educar para transformar”.