La librería Brattle es antigua, cosa muy común en Boston, Massachusetts. Nació como un negocio (1825) para la compra-venta de libros usados, pero ahora es también un escaparate del saber y de las letras. En el patio contiguo al viejo edificio exhiben títulos muy baratos, algo nada común para la bella ciudad estadounidense. Como añejándose bajo el cambiante clima de esas tierras, encontré un libro rojo empastado que compila las conferencias (lectures) de 20 premios Nobel de Literatura de 1986 a 2006. ¿Por qué hablar de literatura en una columna dedicada a la educación?
Por la importancia que tiene el uso del lenguaje en los planes de estudio y en la práctica docente. Sabiendo usar bien las palabras y siendo capaces de expresarnos independiente y creativamente, se pueden crear bellos mundos imaginarios, así como expresar la verdad científica y unirnos por medio del diálogo. En cambio, dice Toni Morrison, el lenguaje sexista, racista o teísta impide el conocimiento e inhibe el intercambio de las ideas.
Ante un regreso a clases incierto y lleno de ansiedades, aprender con los grandes escritores a pensar con perspectiva amplia y humanística puede ser relevante.
La literatura, dice Gao Xingjian, trasciende las fronteras porque muestra las profundas revelaciones de la naturaleza humana que son universales. La condición existencial de los seres humanos es superior a cualquier teoría o especulación. ¿Es entonces el trabajo del novelista, dramaturgo o poeta tan distinto de lo que hacemos en escuelas, centros de investigación, normales y universidades?
Seguramente sí, si tomamos en cuenta los rígidos controles, vigilancia y soporífero formalismo que han impuesto las burocracias en el quehacer escolar y académico. Esto contrasta con la libertad que los Nobel han ejercido. Han tenido que enfrentar ideologías, tiranías, asesinos y dictaduras para poder “caminar en el aire”, como escribiría Seamus Heaney y publicar en un mundo que “no era el suyo” (Nadine Gordimer). Pero Wislawa Szymborska recuerda un punto de unión entre los escritores y aquellos que deseamos ser maestros, académicos, investigadores o científicos: Los poetas, si son genuinos, deben saber a repetir: “no sé”. El reconocimiento de esta aparente ignorancia posibilita que surjan nuevas preguntas, que en nuestro caso, son insumos para el ejercicio educativo diario.
Estudiar en tiempos del Covid plantea más incertidumbres que certezas. Será un examen de imaginación dada la grave situación por la que atraviesa nuestro país y el mundo. No obstante, los tiempos difíciles también coinciden con momentos de esplendor literario y artístico, observaría Octavio Paz.
Esperamos que la educación sea base para ello.
*Texto publicado originalmente en El Universal Querétaro