Fidel Ibarra López
El titular de la SEP, Esteban Moctezuma Barragán, ha indicado que las clases (presenciales) se reanudarán el 1 de junio. Y el Subsecretario de Salud en cambio afirma que, si la Jornada Nacional de Sana Distancia no se cumple adecuadamente, entonces el regreso a clases podría reprogramarse (Excelsior, 21 de abril del 2020). Y, además, agrega que “aún falta más de la mitad del ciclo epidemiológico” (Aristegui Noticias, 5 de mayo del 2020). Dos mensajes contrapuestos para una misma agenda. Y el resultado es uno: no hay certidumbre respecto a la reanudación de las clases en educación básica. Entonces, ¿para qué anunciar que se van a reanudar las clases? Y la respuesta es una: para dar certidumbre ante una realidad que no atempera en complejidad; y, al mismo tiempo, para enviar un mensaje respecto a que el sistema educativo funciona pese a esta contingencia sanitaria. Pero la certidumbre no se construye si el Secretario de Educación declara por un lado y el Subsecretario de Salud declara hacia otro. Además, como me indica un colega, la Biología no conoce de fechas. Es absurdo plantearse tiempos cuando no se pueden controlar las variables que determinar la expansión -o contracción- de una pandemia como la que tenemos enfrente.
No obstante, la hoja de ruta para reiniciar las clases se mantiene para el 1 de junio. Y en algunos estados de la república ya se han dado a conocer algunas propuestas de protocolos para reanudar las clases. En el caso de Baja California Norte, por ejemplo, se indica que: a) Los centros escolares deben reunir al personal para capacitarlo -en la aplicación y seguimiento de los protocolos-; b) De forma gradual y en jornadas de dos horas, se citará a una fracción de cada uno de los grupos (de clase); c) Los alumnos ingresarán con cubrebocas; d) Habrá filtros al entrar al plantel; e) La entrada y salida será en horarios diferidos y por diferentes accesos cuidando la sana distancia a fin de evitar conglomeraciones; f) Los alumnos deberán seguir una distancia de 1.5 metros de separación en las aulas, evitar el contacto, abrazos, saludo de manos, no prestarse materiales; y g) Se afirma que “El padre tiene derecho a no mandar al alumno a clases, pero tiene que seguir el trabajo a distancia y mandar evidencias”.
Ante esta propuesta de protocolo, la pregunta obligada es la siguiente: ¿reiniciar las clases solamente para tomar dos horas de clases en el aula? No tiene sentido. Además, la última observación respecto a que el niño puede seguir el trabajo de clase a distancia, ¿no sería lo más sensato para todo el sistema de educación básica en México -esto es, terminar el ciclo escolar en línea-? Me parece que sí. Es absurdo mantener la posición del reinicio de clases. No hay condiciones para ello, tanto en términos de logística como en lo referente a la salud pública. El propio titular de la estrategia contra la pandemia del Covid-19 lo ha manifestado: falta más de la mitad del ciclo epidemiológico. Esto va para largo.
Lo que parece más conducente en esta coyuntura, es que si se decidió mantener el ciclo escolar en pie -y no darlo por concluido como ocurrió en otros países-, entonces debería ser concluido a través de la educación a distancia. Lo anterior, en efecto, tiene sus inconvenientes -por la desigualdad que se tiene en el acceso a las tecnologías en amplias zonas del territorio nacional-; pero también tiene sus puntos a favor: los maestros están integrándose al uso de las tecnologías. Y este elemento va a ser muy favorable a futuro, sobre todo si se llegase a presentar una contingencia que implique el cierre de las aulas.
Si no se concluye el ciclo escolar a través de la educación a distancia, entonces nos adentramos en una disyuntiva: o se salva el ciclo escolar -con el regreso a las aulas-, o se salva la salud de los niños. Y ante estas dos alternativas, ¿hacia cuál se inclinarán los padres de familia? Obviamente que no enviarán a sus hijos a la escuela si la pandemia no amaina. Entonces, ¿qué sentido tendría mantener una escuela con las puertas abiertas, pero sin la asistencia de los niños?
Si las autoridades educativas se pronuncian por terminar el ciclo escolar a través de la educación a distancia, la sociedad mexicana no lo vería mal. Al contrario, me parece que recibiría ese anuncio como una medida sensata.
Una condición es clave en esta coyuntura: estamos ante una coyuntura inédita y además es sumamente compleja. Lo peor que se puede hacer en este escenario es mantener un pensamiento rígido, cuando la realidad está cambiando día a día. Hoy más que nunca se requiere de la flexibilidad del pensamiento: no se puede encuadrar un círculo en un cuadrado, por más ímpetu que se tenga. La realidad no funciona así.
Así, no caigamos en la disyuntiva que da título al presente artículo. Lo conducente es terminar el ciclo escolar a distancia. Y prepararse, además, para el próximo ciclo escolar. Y subsanar -en la medida de lo posible- los puntos débiles del sistema educativo mexicano que está dejando a flote la pandemia. O dicho en otros términos, lo más importante para las autoridades educativas no tendría que ser el reinicio de las clases en el aula, sino cuáles son las debilidades estructurales que están quedando al descubierto con el Covid-19, y cómo se van a enfrentar para el próximo ciclo escolar.
Una última observación: mucho ayudaría para los propósitos que aquí se enuncian, que las autoridades educativas dejasen de recurrir a fechas. Ya no recurran a fechas señores. Es imposible manejar un calendario en las circunstancias en las que estamos. Al contrario, resulta contraproducente, porque si la situación no se llega a cumplir en las fechas fijadas entonces termina por desgastar el discurso de la autoridad educativa.
En suma, pues, nos pronunciamos entonces, por un anuncio donde se declare la finalización del ciclo escolar a través de la educación a distancia. Y porque se preparen las condiciones rumbo al próximo ciclo escolar. En esta parte hay bastante trabajo por hacer.