Ericka Candelaria Hernández Aragón
En el ruido y prisa de la vida es difícil escuchar nuestra propia voz, el respirar de la tierra y la enseñanza del silencio, así inicia la reflexión de la educación en tiempos de pandemia, donde la mirada docente cambia hacia lo que otros observan y dialogan, se comprende que estamos en el mismo camino, pero con realidades distintas. En el debate de lo que debió o debe hacerse, proponemos construir y compartir el diálogo, con la premisa que se puede ser sujeto político, pero no se tiene la verdad absoluta del conocimiento.
Se imaginaron en algún momento de la vida, el significado de las palabras “quédate en casa”, me refiero a este significado que se teje con distintos hilos; obligación, encierro, seguridad, confianza etc., preguntarse estando en la ciudad o en el mejor de los casos, en la comunidad de origen adquieren distintas reflexiones pero complejas de comprender desde afuera, lo que tiene claridad ahora es la condición social en la que estamos, que se presenta como la única frente a la pandemia del siglo XXI, poniendo a prueba a todo el sistema natural, social y geopolítico.
Esta condición social plantea varios rostros y conflictos, uno de ellos se presenta cuando se asume esta desde la posición de ser maestro, educador y otros, ahí las circunstancias de mirar la crisis, hace un viraje de 180º, adquiere un significado distinto en las afirmaciones de lo construido socialmente sobre lo qué es o debería ser la educación. En estos tiempos y espacios en los que respiramos lo hacemos como personas comunes, comprendemos que no somos individuales y dependemos de otros para respirar sea familia, comunidad o la naturaleza, así se reafirma nuestra presencia en la vida natural, poniendo en cuestionamiento la existencia del ser humano, sea esto un plan geopolítico o natural, el punto es que, a un siglo de vivir la gripe española, está pasando nuevamente y es parte de la realidad.
La realidad pone de manera natural, en primer plano, pensar la pervivencia de las personas antes que pensar como docentes u otras colocaciones, y es aquí donde se presenta el conflicto en la educación; por una parte, se es sujeto político y maestro alternativo, pero por el otro, sujeto social común, personas con responsabilidad comunitaria que se configura en las interacciones familiares y comunidad. Las dos colocaciones en la cotidianidad de “estar en casa” es motivación para problematizar la realidad, reflexionar sobre el pasado, movilizar las certezas, erosionar lo que estamos pensando y afirmando, el sentido es invertir el diálogo para ver y vernos desde donde estamos. La invitación es ¿cómo construimos en diálogo con las distintas identidades?; que nos aleje con discreción de la mirada pura de la educación, es momento de aportar, sí, pero con un sentido contextual, con capacidad de desarrollar el análisis de la realidad en la vida cotidiana familiar y comunitaria.
La motivación es utilizar el conflicto y realidad en la que estamos para reconstruir el papel social como docentes, que signifique un reaprender en crisis y oportunidad, tomando en cuenta los contextos, poner atención a la periferia, comprender el pensamiento de la mayoría de familias donde sostienen la vida en días de confinamiento que irán más allá de los cuarenta días. Construir colectivamente para orientar a los estudiantes y familias, desde una colocación más humana, no repetir patrones de la escuela tradicional o de innovación si esta última se reduce al uso de clases en online donde hay una saturación de tareas para el estudiante y docente.
Coincidimos, hay un sesgo educativo a nivel nacional en el abordaje de la realidad, el primer ensayo de los primeros días de confinamiento, nos dice claramente que la ruta no es factible si pensamos en las distintas geografías, ésta no considera la diversidad política, social, cultural, económica, biológica y natural, lingüística y geográfica de las entidades federativas, estas realidades y acciones emergentes por el intento de salvar algo, hacen difusa la propuesta de la Secretaría de Educación Pública (SEP) para sostenerse y enfrentar la crisis de salud global.
En tal sentido, se piensa en los tiempos y espacios desde las familias, ellos no ocupan la educación bancaria cuando están en otro canal de diálogo e interacción, pensemos con detenimiento el significado que tienen las tareas y los roles emergentes del maestro escolarizado en los padres de familia, no se necesita repetir los roles del maestro y estudiante en la casa haciendo del proceso educativo una falsa pantalla, con horas frente a un computador en línea (los que pueden estar). Se ocupa que la educación se transforme y genere el “cambio” que recupere el sentido humano de la vida comunitaria de los barrios, colonias y pueblos, permitir la circulación del conocimiento familiar, construir y apoyar en las condiciones posibles con orientaciones para guiar el conocimiento a partir de la pregunta y comprender la realidad, ésta nos dice que las disciplinas tienen que cambiar, sobre todo las ciencias sociales y naturales, a partir de los contextos multi y pluriculturales.
Es momento que los docentes cuestionemos; ¿Por qué existe esta realidad? ¿Existe o puede existir escuela o educación sin las salas de clase? ¿Cómo pensamos la formación con los estudiantes en condiciones de confinamiento, distanciamiento y otras? y ¿De qué manera proporcionamos canales de confianza a la comunidad? Preguntarnos para proponer, transformar y cambiar, sin olvidar que al final del tiempo los niños regresarán a clases áulicas en algún momento, aunque la experiencia habrá cambiado a las generaciones, pero regresaremos, entonces intentemos que en el tiempo de “estar en casa” y en el regreso cambien las perspectivas de la formación de los estudiantes. En el retorno ahí vendrá el tiempo concreto de los acompañantes pedagógicos, será el momento de recuperar los procesos educativos con otra mirada, con una identidad más humana para escuchar a los estudiantes y naturaleza, donde aprender signifique compartir la experiencia colectiva.
Son tiempos de oportunidad concreta para tejer la relación escuela comunidad, ver la vida es vital para comprender la curva de interacción y conflicto social en el confinamiento, tener claridad del horizonte educativo, comprender que la mayoría de la población piensa en “vivir”, caminar sin toque de queda y sin cercos sanitarios, en libertad, me refiero a ésta que no implique la duda si lo que respiro y lo que toco limitara mi salud. Esta realidad nos plantea más que un modelo educativo, calendario escolar o, en su caso, los planes y programas. Pensar en el tiempo de vida en el ahora, en la salud física, pero también, emocional de las personas, que las familias no se preocupen si sus hijos perderán el año escolar, eso no va a suceder. Al final, la escolarización seguirá su curso y todas las familias habremos “pasado o aprobado” con otros saberes y conocimientos comunalitarios de “vivir”, sin olvidar que ya es parte de la memoria histórica, una memoria que nos permitirá transformar en el proceso de la crisis al maestro y lo que significa educación.
Es tiempo de “despolitizar” el discurso que no ayuda, hacer presente la realidad con un diálogo crítico capaz de proponer en lo concreto acciones donde se recupere la experiencia colectiva histórica de la comunidad, colonias, barrios, tribus, pueblos o naciones. Y pensar en la construcción de una nueva cultura del conocimiento a partir de la relación del ser humano con la naturaleza que permita reaprender de las formas de vida y organización de las culturas y los territorios.
Diálogo colectivo en esto que significa “quédate en casa”
Profesora de educación primaria de los pueblos originarios-Oaxaca.