Rosa Guadalupe Mendoza Zuany
Muchas aulas albergan machismo. Como docente mujer, he callado, lo he permitido, le he sacado la vuelta. Docentes mujeres y estudiantes mujeres hemos tolerado prácticas académicas machistas en espacios que idealmente han sido pensados como lugares de reflexión y aprendizaje entre iguales. Hemos normalizado intercambios desiguales que muchas ya han definido y difundido para alertarnos e invitarnos a ponerles un alto. Una de estas prácticas es el mansplaining, que ocurre cuando de forma condescendiente un hombre nos da una explicación sobre algún tema, demeritando nuestra capacidad para entenderlo sin su explicación, o haciéndolo sin que se lo hayamos pedido.
En las aulas no sólo nos encontramos con hombres, docentes y estudiantes, que intentan continuamente explicarnos lo que piensan que no somos capaces de entender y que además nos interrumpen mientras hablamos. También nos encontramos con hombres que acaparan el uso del tiempo cuando participan, extendiéndose sin consideración para evitar que otras personas puedan hacer uso de la palabra (no es monólogo), o bien, pidiendo la palabra continuamente para continuar el debate únicamente con aquellos puntos que otros hombres del grupo han puesto sobre la mesa (usualmente no retoman comentarios hechos por nosotras las mujeres), e incluso poniéndose de acuerdo para tal propósito.
En este artículo me quiero referir a dos prácticas asociadas a las anteriores que he observado en las aulas universitarias y espacios académicos y que he nombrado usando el modelo de palabras en inglés como mansplaning y manspreading (cuando los hombres abren, desparraman, sus piernas ocupando en los asientos más espacio del necesario e invadiendo el espacio de quienes están junto a ellos). Las palabras que he acuñado son dos: 1) manscorning (de la palabra man que significa hombre y scorning que significa despreciando) y 2) manspawning (de la palabra man y spawning que significa generando/produciendo).
¿Qué es el manscorning? Cuando un hombre muestra una actitud de condescendencia hacia nosotras las mujeres por considerarnos intelectualmente inferiores y “nos hace un favor considerando nuestra condición”. Esto sucede en las aulas cuando los hombres creen que se adaptan a nosotras, “al nivel” de nuestras discusiones, para no herirnos, para no exponer nuestra ignorancia o la poca complejidad de nuestras reflexiones. Lo pueden hacer docentes que piensan que “le bajan” al nivel de complejidad de sus clases, o lo pueden hacer estudiantes cuando creen que sus docentes mujeres y las estudiantes mujeres compañeras de clase no estamos a su altura. En conclusión, ocurre cuando el hombre trata con desdén, menosprecio y condescendencia a una mujer en el ámbito académico. Esto se liga directamente con el manspawning.
¿Qué es el manspawning? Cuando un hombre nos ilustra con su supuesta generación/producción de conocimiento a través de conceptos y teorías (que en muchos casos es simple repetición de citas y nombres que memorizan con la intención de “iluminarnos”) bajo el supuesto de que los hombres teorizan y nosotras las mujeres nos limitamos a retomar lo empírico y aspectos subjetivos que no tienen cabida en “su ciencia”. Así, el manspawning reproduce la siguiente ecuación que los hombres repiten sin reflexionar en las estructuras de poder que han marcado la producción de conocimiento históricamente: teoría y conceptos-masculinos, lo empírico y subjetivo-femeninos. Las ciencias se enseñan como cadenas de hombres (usualmente blancos) “descubriendo” ideas.
Interrumpir dichas prácticas ha implicado asumir que somos y seremos consideradas agresivas, pero no justas, ni firmes, ni seguras de nosotras mismas para defender nuestro derecho a ser respetadas en los espacios áulicos y académicos. Son prácticas machistas que no están bien, y que frenan el desarrollo intelectual tanto de las mujeres como de los hombres. Son inaceptables aquí y en cualquier espacio que compartamos. ¿Qué pasará después del 9M en las aulas? Yo haré visibles esas prácticas machistas y sus efectos de forma muy intencional en el espacio áulico y académico; propondré ideas para nuevas reglas que nos permitan reconfigurar esos espacios y así desmantelar la naturalización de la superioridad intelectual masculina. ¡Qué se caiga el teatro!