MANUEL ALBERTO NAVARRO BENÍTEZ
A través de la evolución de la educación, hemos percatado las más grandes pautas al disociar lo ‘tradicional’; que viene ser todo lo que algún modo tenía vigencia pedagógica y, de lo ‘moderno’; que viene siendo toda la renovación a través de diferentes escuelas, tendencias y orientaciones, que cobra cuerpo y vigencia a partir de este siglo y fines del anterior.
Indagando en lo teórico y lo práctico que se ha venido implementando en los diferentes contextos, debemos rescatar el respeto al arte de la docencia; a las sugerencias, guías, que junto con los participantes de la educación, principalmente enfocándome en padres de familia, administrativos directos[1] y el docente, se logra el proceso educativo del educando. Donde en el modo tradicional, la palabra del docente era absoluta ante la confianza del padre de familia, y sí, un tema muy controversial hoy en día, más, no hemos dictaminado las pautas nucleares que lograban que esto sucediera (fuera del campo gubernamental y las nuevas generaciones de padres de familia), nuestra confianza en nuestra ardua preparación pedagógica y humanista para poder sobrellevar con mayor facilidad las problemáticas interrelacionadas con nuestro entorno educativo directo.
Por ello, he de resaltar que nuestra eduación moderna debe respaldarse de la mano de la parte administrativa directa y lo sutancial de lo tradicional; más firmeza en nuestros actos, tratos, sugerencias pedagógicas e implementar la cívica trasversalmente como algo relevante en la vida significativa del educando y los participantes de la educación y no como algo artificial. Debido a que “ como los problemas se renuevan casi a diario, debemos reflexionar constantemente.” (Savater, 2012, pág. 19).
[1] Hago referencia a los partícipes del centro de trabajo de la subdirección y dirección.