Las políticas de educación para adultos son poco efectivas por las pobres condiciones laborales de los docentes, aseguró la investigadora María del Carmen Campero Cuenca, de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), durante su ponencia sobre el abandono escolar de un grupo de alfabetizadores en la Ciudad de México, en el marco del XV Congreso Nacional de Investigación Educativa (CNIE).
Para Campero, la educación para adultos ocupa un lugar secundario dentro de las políticas públicas, muestra de ello son las condiciones en que opera el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos, (INEA), cuyo personal consiste mayormente de voluntarios, quienes se enfrentan a la inestabilidad laboral y pocas oportunidades de crecimiento; factores que, a la larga, los hacen desistir de su labor.
La académica dio seguimiento a un curso de formación para docentes, donde el 68% de los participantes eran egresados de licenciatura, mientras que el 18% de ellos contaba con un posgrado. Mientras poco más de la mitad del grupo concluyó el programa, los desertores señalaron entre los motivos para abandonar la capacitación la incompatibilidad con su jornada laboral y, sobre todo, dificultades económicas. “No hay apoyo para formar educadores”, afirmó Campero.
Por su parte, las Doctoras Natalia D’Angelo y Elda García, de la Universidad Iberoamericana, presentaron un estudio sobre pobreza urbana. Uno de sus hallazgos fue la disonancia cultural entre familias de niños en situación vulnerable y las escuelas, lo cual provoca que los valores inculcados en las instituciones educativas sean vistos como improductivos o poco adecuados para el medio en que los menores se desenvuelven.
Asimismo, señalaron que la precarización de las condiciones de vida de los alumnos afecta la relación docente-estudiante, ya que, muchas veces, al considerar el contexto en que el menor se desarrolla, los profesores tienden a adoptar posturas condescendientes, priorizando la atención al individuo sobre el aspecto académico. En el caso contrario, también puede observarse la desconfianza del docente respecto de la capacidad para aprender del alumno. En ambos casos, es recurrente la estigmatización de la familia como causante del bajo rendimiento académico y deserción.
Finamente,todas las ponentes emitieron las recomendaciones de trabajar en una formación docente adecuada y apostar por una verdadera inclusión, donde el abandono escolar deje de ser un estigma.