Pedro Flores-Crespo*
El premio Nobel de Economía de este año fue para AbhijitV. Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer (1964). El primero nacido en India (1961), la segunda en Francia (1972) y el tercero en Estados Unidos, aunque todos asentados en la ciudad de Boston y trabajando, específicamente, para el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y para Harvard.
Los académicos se hicieron acreedores del prestigioso premio por su “enfoque experimental” que contribuye, según la Real Academia Sueca de Ciencias, a “aliviar la pobreza a nivel global”. Lo que hacen estos profesores es plantearse preguntas aparentemente simples pero centrales: qué programa o intervención social es más efectiva para mejorar los resultados educativos y la salud de los niños más pobres.
Para ello, los ganadores del Nobel toman aleatoriamente muestras de personas que están incluidas de maneradiferenciada – o que no participan – en programas o intervenciones sociales. Posteriormente, comparan los grupos de niños o de jóvenes seleccionados en términos de los resultados que han tenido dichas intervenciones y determinan así el nivel de efectividad del programa, independientemente del lugar, país o región del que se trate.
Bajo esta idea uno podría preguntar, por ejemplo, ¿qué es más efectivo para ampliar las capacidades humanas de una mujer indígena? ¿Incluirla en un programa de apoyo académico para que estudie en una universidad en una gran ciudad u otorgarle una jugosa beca mensual para que curse sus estudios en un colegio exclusivo para indígenas de su región? ¿Bajo qué estrategia podría esta joven lograr realmente un mejor desenvolvimiento escolar y un mayor desarrollo personal? ¿Qué es más efectivo en términos de su bienestar? ¿El programa de apoyo o la beca monetaria?
Conocer la efectividad de un programa o una política pública es básico para tratar de aminorar la pobreza y la desigualdad, pues al saber con fundamento si un programa social funciona o no, se puede entrar con mayorconocimiento al espacio dialógico para discutir bajo qué condiciones sería o no ideal replicarlo y así alcanzar a más gente.
De hecho, según la Real Academia Sueca de Ciencias, las investigaciones de Banerjee, Duflo y Kremer han contribuido al combate de la pobreza en la práctica. Comoresultado directo de sus investigaciones, dicen, “más de cinco millones de niños” en la India se han beneficiado de programas efectivos orientados a ofrecer apoyo remedial en las escuelas de ese país asiático.
Pero hay otras lecciones que podemos recoger de este Nobel para quienes deseamos hacer análisis de política educativa. Mencionaría al menos dos con base en el libro,Poor Economics de Banerjee y Duflo (2011), el cual fue traducido acertadamente al español como Repensar la pobreza: Un giro radical en la lucha contra la desigualdad global.
Una primera lección que recojo de este texto es la claridad de los autores para mostrarnos que es posible conectar el plano abstracto del pensamiento y la reflexión profunda con la dimensión de la mejora práctica y real en las condiciones de vida de la gente. La teoría no está desligada de la realidad, pues. ¿Y cómo se logra esto? A mi juicio, comprendiendo quiénes son las personas pobres, sin reducirlas, como dicen Banerjee y Duflo, a simples clisés. En los libros de teoría social, asientan los Nobel, el pobre aparece como “flojo” o “emprendedor”, “noble” o “ratero”, “rijoso” o “pasivo”, “indefenso” o “autosuficiente”. Entonces, cualquier política pública que endose tales visiones distorsionadas puede caer, según Banerjee y Duflo, en formulas simplistas para combatir la pobreza.
Cuando leí esto pensé inmediatamente en la manera en cómo el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se refirió, en marzo pasado, a los pobres. Hasta donde recuerdo, se refirió a ellos equiparándolos a “mascotas” que son dignas de ser “atender”. Atender, ojo, no de entender. A partir de tal visión (simplista) del titular del Ejecutivo, ¿están diseñados los programas sociales de la Cuarta Transformación? Extraño para político que ha recorrido el país de sur a norte y que tiene un acercamiento constante con el pueblo.
Pero volvamos a las contribuciones de los Nobel. Aparte del rigor intelectual y de la mirada sensible para comprender cómo los pobres viven su propia vida, Banerjee y Duflo contribuyen a refrescar el debate educativo al reafirmar que pese a las adversas condiciones contextuales (“estructurales”) que rodean al pobre, hay programas e intervenciones sociales que sí pueden funcionar en beneficio de él. Muestra de ello, dicen, son las reformas educativas en Indonesia durante la dictadura de Suharto (1967-1998) o el avance positivo en términos de trayectorias escolares de un grupo de niños etíopes en Israel en comparación con otro grupo de niños migrantes de ascendencia rusa. En otras palabras, “no hay fatalismo que nos impida mejorar”, diría Carlos Muñoz Izquierdo, ganador, en 2012, del Premio Nacional de Ciencias y Artes aquí en México.
Pero luchar en contra del viejo determinismo sociológico que se expresa popular y recurrentemente en el medio educativo es todo un reto. Para ello, no estaría mal recordar una sugestiva idea de Banerjee y Duflo: “sí es posible mejorar la gobernanza (governance) y las políticaspúblicas sin tener necesariamente que cambiar las existentes estructuras sociales y políticas”. Hay que revertir la jerarquía entre la policy y el politics. Pequeños cambios pueden derivar en grandes efectos, según ellos. ¿Y cómo lograrlo?
Al final del libro, se vierte la mirada realista y esperanzadora de los Nobel, quienes nos sugieren no ser flojos para pensar. Hay que resistirnos a aceptar el pensamiento formulista que reduce cada problema a un conjunto homogéneo de principios generales. Además, dicen, podemos avanzar si escuchamos a la gente pobre y nos esforzamos por entender la lógica de sus elecciones, si podemos aceptar la posibilidad del error y probar cada idea – incluyendo las más comunes – bajo pruebas empíricas rigurosas.
Entonces, concluyen Banerjee y Duflo, podremos ser capaces no sólo de construir una caja de herramientas de políticas efectivas, sino también de entender mejor porqué los pobres viven en la manera que lo hacen.Entendimiento y efectividad van de la mano.
El otorgamiento del Nobel de Economía a Banerjee, Dufloy Klemer reafirma el potencial que tiene la educación en el combate contra la pobreza y la desigualdad. Además, enfatiza que el pensamiento riguroso no corre paralelo a la acción práctica y que las políticas públicas efectivas pueden concretarse a favor del pobre pese a las adversas condiciones contextuales que lo rodean. No hay fatalismo que nos impida avanzar.
*Profesor visitante en la Universidad de Harvard e investigador de la Universidad Autónoma de
Querétaro (FCPyS)
Twitter @flores_crespo