Rogelio Javier Alonso Ruiz*
Después de seis años en que la figura del docente fue profundamente cuestionada y desprestigiada, los discursos en materia educativa del nuevo gobierno federal han tenido como uno de sus ejes la revalorización del magisterio. Una y otra vez se ha dicho que es necesario recuperar la notoriedad social del profesorado y se ha ensalzado su noble labor. Tal discurso ha permeado incluso en la Constitución y en las iniciativas de leyes secundarias educativas, en las cuales se menciona de manera explícita tal requerimiento.
Acorde con los discursos actuales, Jurjo Torres (1998, p. 177) señalaba la necesidad de una revalorización del profesorado, basando ésta en tres condiciones: el incremento del estatus social y económico, el establecimiento de una formación inicial de calidad y el fomento de una formación continua pertinente. No obstante el discurso oficial reivindicador del magisterio, durante los primeros meses de la nueva administración federal, se han presentado hechos concretos que se contraponen a las condiciones propuestas por Torres para la revalorización del magisterio, específicamente en los planos económico y de formación inicial.
El sexenio pasado estuvo marcado por un debilitamiento importante de las Escuelas Normales: desde la ofensa a su pertinencia social al permitir que personas sin formación pedagógica accedieran a plazas docentes, hasta la consecuente y drástica disminución de su matrícula, que en el ciclo escolar 2015-2016 fue la más baja en los últimos 44 años (Medrano, Ángeles y Morales, 2017). Llama la atención que si bien el mismo presidente de la República ha advertido la necesidad de fortalecer las Escuelas Normales, se haya dado un recorte del 39% en el Presupuesto de Egresos de la Federación, con respecto al del año anterior, en los recursos destinados al ente encargado de las escuelas normales del país: la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE). Aunado a lo anterior, el Proyecto de Egresos de la Federación para el Ejercicio Fiscal 2020, reduce 20% el presupuesto para las Escuelas Normales con respecto al año anterior. Si no se dan modificaciones durante la revisión del proyecto, tal presupuesto será el más bajo en la historia de la DGESPE desde su creación. Aunque la disminución pudiera justificarse en el decremento de la matrícula normalista, la drástica reducción parece chocar con los discursos reivindicadores del normalismo y dificultar su prometido fortalecimiento.
Por otra parte, la revalorización del magisterio indiscutiblemente debe pasar por el plano económico. El nivel de retribución que a un profesionista se le asigna refleja en buena medida cuánto se valora su labor. En este sentido, las acciones recientes no terminan por entusiasmar al profesorado. Por una parte, el incremento al salario del magisterio de educación básica se situó lejos de lo esperado: los $12.46 adicionales diarios que, producto del 4.45% de aumento al sueldo tabular de 2019, obtendrá un maestro de primaria con plaza inicial en la Ciudad de México, no le ajustarán para adquirir siquiera un kilogramo de tortilla o un litro de gasolina Magna al día, de acuerdo a los precios promedios nacionales. Por otra parte, lo que se perfila en las iniciativas de leyes secundarias como el Programa de Promoción Horizontal por Niveles con Incentivos en Educación Básica, ha sido rechazado por amplios sectores del magisterio, sobre todo aquellos que ya cuentan con incentivos de programas previos, al verse amenazada la continuidad de éstos. Muchos maestros han percibido en esta iniciativa un intento por truncar sus posibilidades de superación salarial.
Considerando la contradicción entre las palabras y las acciones, hay una idea un tanto confusa de lo que implica, para la nueva administración federal, la revalorización del magisterio. Es claro pues que, desde el plano económico y de formación inicial, está lejos de concretarse un impulso hacia la recuperación de la importancia del profesorado. No hay mejor manera de generar una revalorización del magisterio que propiciar la ampliación de sus capacidades profesionales, así como el fortalecimiento su sueldo, en función de la trascendencia de su labor. Lo demás, son discursos que poco valor tienen: no hay que olvidar que personajes tan nocivos para el magisterio, como el ex secretario de educación Aurelio Nuño, también era capaz, cada 15 de mayo, de formular amplios discursos en los que, hipócritamente, ensalzaba la figura del docente. ¿Será pues la revalorización un mejoramiento sustancial de la labor docente o simplemente una bella arenga? El tiempo lo dirá.
*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Docente colimense de Educación Primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y de Educación Superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.
Twitter: @proferoger85
REFERENCIAS
MEDRANO, V., ÁNGELES, E. y MORALES, M. La educación normal en México. Elementos para su análisis. México: INEE, 2017.
TORRES, Jurjo. El curriculum oculto. Madrid: Morata, 1998.