Fidel Ibarra López*
La educación, como todo proceso social, requiere de planeación estratégica para alcanzar determinados objetivos y metas en el mediano y largo plazo. En el caso de México, por las limitaciones temporales que contiene el régimen de gobierno presidencial -apenas seis años- la planeación se circunscribe al mediano plazo. Y en esas condiciones, es obligado establecer prioridades para generar cambios sustantivos -en ese periodo- en el sistema educativo nacional. Y desde nuestra perspectiva, la prioridad en este gobierno debe ser la educación primaria. Y lo afirmo por lo siguiente:
De la educación obligatoria, la educación primaria cuenta con el mayor nivel de matrícula -más de 20 millones de alumnos- en todo el país. Ese hecho, por sí solo, es de duma relevante. Enfocarse entonces en este nivel educativo permitiría configurar mejores condiciones en al menos tres aspectos fundamentales: acceso y permanencia en la escuela, así como en el logro de los aprendizajes como base para el desarrollo integral de la personalidad. Estos tres aspectos poseen carácter multiplicativo, porque impactarían positivamente en los indicadores de calidad de los otros niveles de la educación obligatoria (secundaria y bachillerato).
Asimismo, enfocarse en el nivel de primaria implica también atender lo referente a la infraestructura, la formación y actualización de los maestros y los directivos, así como configurar un modelo de vinculación de la escuela con los padres de familia. Lo anterior tendría que operarse como política educativa en todos los niveles de la educación obligatoria, pero no creo que el presente periodo de gobierno alcance para tamaña obra educativa. Lo más factible, en términos de la planeación estratégica, es enfocarse en primaria en los rubros anteriormente señalados, y sentar las bases en secundaria y bachillerato en lo concerniente a la educación inclusiva. Si en estos dos últimos niveles educativos se reduce de forma sustantiva el nivel de deserción escolar y se incrementa la tasa de cobertura -sobre todo en bachillerato- sería un logro muy importante para este gobierno. Pero el reto en la educación mexicana es enorme, y apuntar a varios objetivos a la vez disminuye la efectividad de los recursos -institucionales, materiales y financieros- con que se cuenta. Hay poco tiempo y los recursos son escasos, por lo tanto, la política pública debe plantearse de forma estratégica hacia un determinado nivel educativo. Como dice el clásico: “Pocos pelos, pero bien peinados”.
En ese sentido, en la educación primaria, se debe definir el modelo educativo que se quiere, así como el tipo de maestro que se necesita para desarrollar ese modelo. Y en base a ese objetivo, se debe configurar el nuevo Sistema de Formación, Capacitación y Actualización Docente. Parte de lo anterior, como es de dominio público, se está discutiendo en las Leyes Secundarias. Y habrá qué esperar cómo termina este proceso de discusión y de análisis.
Al mismo tiempo, existe un elemento que no se está señalando, pero que resulta fundamental para el funcionamiento académico e institucional de las escuelas primarias en México. Y me refiero a la relación maestro-alumno. No se puede generar un adecuado -y efectivo- proceso educativo por parte del maestro, si tiene 40 alumnos o más por salón de clase. Ese nivel de densidad de alumnos debe reducirse por lo menos a 25, para que el maestro pueda desarrollar su tarea docente con mayor eficiencia y eficacia. Ese cambio pareciera insignificante, pero es un cambio enorme, porque impacta de forma importante las finanzas públicas del país, puesto que se requerirían construir más escuelas en las zonas con mayor densidad poblacional; pero es imperativo realizar ese cambio. Es pedagógicamente muy difícil pretender generar una educación de calidad con 40 ó 50 alumnos por aula.
Se ha anunciado, por ejemplo, por parte del Secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, que se destinarán 20 mil millones de pesos para infraestructura en las escuelas de las comunidades más pobres del país en el marco del Programa “La escuela es nuestra” (Educación Futura, 17 de julio del 2019). Un esfuerzo con las características de este programa es importante, pero si se determina -en materia de infraestructura- la construcción de escuelas con el objetivo de mantener el número de alumnos en un máximo de 25, el avance sería enorme para la educación mexicana. ¿Se puede lograr lo anterior? Por supuesto. Se puede realizar un diagnóstico de las zonas con mayor densidad poblacional y en esos lugares emprender la creación de escuelas primarias.
Lo repito, los recursos financieros son escasos; pero se trata de apuntar finamente para lograr los objetivos. Y para tal efecto, se debe tener claridad en los fines y una alta dosis de pragmatismo en los medios a utilizar para alcanzarlos.
Vinculo lo anterior con lo que se señala en el -recién reformado- artículo 3 constitucional: cuando se afirma que “El Estado priorizará el interés superior de los niños, adolescentes y jóvenes en el acceso, permanencia y participación en los servicios educativos” (Artículo 3, párrafo 4), me parece un principio correcto y asequible en términos de política pública, puesto que conlleva hacer efectivo el derecho a la educación en México. Pero cuando se plantea que: “El Estado ofrecerá a las personas las mismas oportunidades de aprendizaje, así como de acceso, tránsito y permanencia y avance académico en el Sistema Educativo Nacional”, nos parece una tarea harto compleja de garantizar bajo las condiciones que se tienen actualmente.
En todo caso, una meta a ese nivel se puede plantear en el largo plazo. Y eso si se avanza de forma gradual y nivel por nivel.
Así pues, desde nuestra perspectiva, en este gobierno se puede avanzar de forma crucial en lo referente a la materialización del derecho a la educación en la educación obligatoria. Y la educación primaria puede constituirse en la base a través de la cual se configure la identidad de nueva escuela mexicana, con un modelo educativo efectivo con el cual se logren mejores niveles de aprendizaje, cultura y felicidad para cada niña y niño mexicano.
No hay condiciones reales para generar resultados cualitativos en todos los niveles educativos, por ello es necesario evitar los falsos optimismos. Si se fortalece la educación primaria, se estará construyendo con ello la calidad de la educación universitaria para los próximos 10 ó 15 años.
Lo expresado hasta aquí, tiene un argumento científico esencial: la neuropedagogía ha identificado que lo que no se alcanza a construir en la niñez, es muy difícil que se logre en otra etapa de la vida. En otras palabras, en términos cognitivos, la base para la construcción de la personalidad y la cultura del individuo está en la niñez. No está en ninguna otra etapa de la vida.
Así, por el bien de México y el futuro de la educación mexicana, hay que priorizar la educación primaria.
Ahí está la clave para el futuro educativo del país.
*Investigador Titular del Centro de Investigación e Innovación Educativa del Sistema Educativo Valladolid (CIINSEV).