Los profesores disidentes siguen siendo
los delincuentes más impunes en territorio nacional.
Frentes políticos de Excélsior, 30 de junio de 2019
En su canal de YouTube, el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, responde a preguntas que hacen maestros de base, lanza mensajes estimulantes a “las maestras y los maestros” de México. Se nota un afán por establecer un diálogo con ellos y expresarles interés por sus problemas cotidianos.
No pongo en tela de juicio las intenciones de Esteban Moctezuma; quiere, según sus palabras, mantener contacto directo con los actores más importantes del hecho educativo. Busca tender puentes con docentes que no manifiestan militancia y, asegura él, se preocupan por el bienestar de la niñez y el aprendizaje de los alumnos.
En esos soliloquios, el secretario se dirige a maestros, con nombre y apellido, que le escriben a su despacho y que no inquieren sobre cuestiones laborales. La selección de las cartas, me imagino, tiene un doble propósito. El primero, escoger aquellas que le permitan a Esteban Moctezuma lanzar nociones que vayan al centro de las tareas de la SEP, la pedagogía y los proyectos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. El segundo, evitar asuntos laborales; en sus alocuciones no habla del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, menos de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
Pienso que el secretario desea llegar a núcleos de maestros que sí tienen interés en su trabajo, no nada más en su empleo. A ellos les habla de la “Nueva etapa en la Educación Pública”, el “Nuevo acuerdo educativo nacional” y, sobre todo, de la “Nueva escuela mexicana”. Trata de construir una tecnología del poder donde el discurso privilegie a la educación, no a cuestiones sindicales.
El secretario asegura que está enamorado de su trabajo. Incluso, se descartó como candidato de Morena al gobierno de San Luis Potosí, dijo que le gustaría repetir en la SEP, “si fuera posible”, acotó.
Sin embargo, del Palacio Nacional le tiran línea: lo primero, lo más importante, es atender a la CNTE. No sólo por el simbolismo de que el Presidente ha recibido a su liderazgo en tres ocasiones por más de tres horas y programó otra más para el 10 de julio, sino por las órdenes tajantes de reinstalar a maestros cesados por no cumplir con la “mal llamada” Reforma Educativa.
En una entrevista para ContraRéplica, uno de los dirigentes de la CNTE que participó en la reunión del 27 de junio, aseguró: “Andrés Manuel López Obrador le dijo a sus funcionarios que ya no quería escuchar pretextos y que, antes del 10 de julio, quería escuchar que los maestros cesados ya estuvieran nuevamente reinstalados”.
El logro de la CNTE: 586 maestros serán reinstalados con un costo superior a los 650 millones de pesos. No importa que hayan dejado a los niños sin clases por más de tres días o que no se hayan presentado a las evaluaciones, que es lo que mandaba la abrogada ley del Servicio Profesional Docente.
Quizá para el Presidente la ley sea injusta y él está para enmendar injusticias. Pero tal vez sea para honrar un compromiso de campaña y tener a la CNTE de aliada. Si esta segunda conjetura es la correcta, pienso que es una mala apuesta. Cada vez que la CNTE comete un acto vandálico crece su descrédito, al grado tal que, para muchos, como lo resaltó Frentes políticos, son delincuencia organizada.
No generalizo, me consta que en las filas de la Coordinadora hay muchos buenos docentes, que promueven innovaciones y se preocupan por comunidades y niños pobres. Pero sus iniciativas son invisibles. En el imaginario colectivo, las diatribas de la CNTE les ganan a las buenas intenciones.
¿Qué tanto de ese estigma se le cargará también al gobierno? Difícil saberlo. El Presidente goza de alta credibilidad, su popularidad sigue alta y su verbo cala en muchos sectores. Pero sus decisiones benefician a la CNTE y lastiman a la SEP.
La consigna de la “Nueva escuela mexicana” se nubla ante la CNTE.