Leo con alegre optimismo que Arcelia Martínez Bordón renunció a su candidatura al Consejo Técnico del organismo que sustituirá al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE). El gesto coherente la enaltece y debilita aún más la solvencia del proceso de selección realizado por un Senado autista ante los reclamos sociales, académicos y las evidentes irregularidades.
En su carta, Arcelia argumenta no encontrar “condiciones idóneas” y que “falta claridad en el proceso de selección de los finalistas”, lo cual merma la fortaleza de un organismo urgido de “absoluta transparencia” y “legitimidad”, para la alta misión encomendada por la reforma constitucional del artículo tercero.
Conocí a Arcelia Martínez Bordón durante nuestro paso por el INEE. No conviví gran cosa, ni trabajamos juntos, pero su claridad y trato me inspiraban confianza en su calidad intelectual y profesional, aunado a una sencillez que en aquel momento miraba a las direcciones del INEE en los estados con respeto y lejos de petulancias.
A esas virtudes, de enorme valor humano, agrego esta pincelada de su coherencia, un gesto de lucidez, o tal vez de locura, cuando lo normal es el endiosamiento de la ilegalidad. No en vano Paulo Freire decía: para educar, hay que estar locamente sanos, o sanamente locos.
Aplaudo y celebro la dignidad de Arcelia.