Epifanio Espinosa Tavera*
En la reforma del artículo 3º se plantea que el “Estado fortalecerá a las instituciones públicas de formación docente, de manera especial a las escuelas normales”, aspecto en el que han insistido tanto el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, como el Secretario de Educación, Esteban Moctezuma.
Se trata, sin duda, de una buena noticia, dadas las condiciones de precariedad institucional y de infraestructura de estas instituciones -particularmente de muchas Unidades UPN; y el papel que han jugado en la formación y desarrollo profesional de los docentes. Creo, sin embargo, que mucho del cambio y de la mejora en las instituciones que apoyamos la formación de los maestros está en nuestras propias manos, las de los formadores.
Acuerdo en que hay procesos institucionales que deben revisarse y sujetarse rigurosamente a las tareas académicas que nos competen, como el ingreso y la promoción de los profesores, la elección y nombramiento de sus directivos e incluso el otorgamiento de estímulos al desempeño -si es que han de permanecer; así como la asignación de un presupuesto estable que sustente el desarrollo de nuestras funciones. La ausencia de regulación académica de estos procesos han generado, en muchos casos, prácticas que corrompen y desvirtúan el trabajo académico. Asimismo, la falta de recursos ha limitado el potencial formativo de iniciativas y proyectos emprendidos por los profesores.
Pero todo esto puede modificarse sin que necesariamente cambien y mejoren las prácticas y los procesos de formación de los maestros; aún cuando hubiera el reconocimiento de su autonomía.
Varios estudios, realizados en diferentes normales, muestran diversas prácticas y entendimientos de la formación docente, diferentes formas de abordar el currículum -que se supone que es único. Lo mismo sucede en nuestras Unidades de la UPN. Sin duda, algunas de esas prácticas pueden ser mejores que otras, desde cierta perspectiva. Lo importante a destacar es que los formadores de una y mil formas somos creadores del currículum real de la formación, lo modificamos, lo recreamos; tenemos un margen importante de autonomía, eso explica la diversidad de prácticas.
El currículum puede ser único, como en efecto lo es tanto en las normales como en los programas de la UPN, pero tanto los formadores, como nuestros estudiantes y los contextos sociales e institucionales en los que actuamos somos diversos, heterogéneos. Esa heterogeneidad, conduce a apropiaciones diversas del currículum. En gran parte, entonces, los formadores somos corresponsables de que el currículum -el impuesto oficialmente- “cobre vida” -así dijo una de mis alumnas de maestría de los proyectos didácticos que vienen en los programas oficiales de primaria- y de propiciar o no el acceso de nuestros estudiantes a los saberes necesarios para introducirse o para mejorar la enseñanza.
Creo que aquí radica parte importante del cambio, en que reflexionemos colectivamente en cada institución cómo estamos concretando el curriculum y la pertinencia de esas prácticas para lograr la formación del docente que deseamos, se supone que esperamos que esa práctica reflexiva hagan nuestros estudiantes en sus escuelas.
En los estudios sobre formación docente en Latinoamérica y en España, se puede advertir, entre otras situaciones, un trabajo aislado de profesores o de grupos académicos en la búsqueda y experimentación de alternativas de formación -por ejemplo de cómo concretar la formación reflexiva. Aunque son importantes, dan lugar a experiencias formativas interesantes para los estudiantes, son acciones aisladas, desconectadas de lo que otros profesores están haciendo en sus respectivas materias.
En algunos casos, los estudios indican que, aún con esas experiencias, los estudiantes, en el caso de la formación inicial, egresan sintiendo que su formación ha transcurrido distante de la práctica y que carecen de los saberes necesarios para realizarla. De ahí que, como empecé diciendo, aunque el régimen actual “fortalezca” a las normales y las Unidades UPN, los cambios y la mejora en la formación de los maestros está en nuestras manos; siempre ha estado, con todo y las limitaciones en infraestructura que tenemos (en investigaciones o en evaluaciones de CIEES de normales, me encontré gratamente con esfuerzos colectivos por reorganizar el curriculum e introducir acciones que más allá de éste, los profesores estimaban apropiados).
* Dr. en Ciencias en la Especialidad de Investigaciones Educativas (DIIE/CINVESTAV). Profr. Titular de Tiempo Completo en la Unidad UPN 122 de Acapulco, Gro.