El año del 2018 será recordado por la turbulencia en varias esferas de la vida pública pero también por el incumplimiento de las metas y las aspiraciones en el campo educativo.
Si bien se ha tornado en un lugar común decir o reconocer que los gobiernos salientes no cumplieron con sus promesas propuestas y aspiraciones educativas, habría que preguntarse por qué la mayoría de los gobiernos salientes deja un balance deficitario en la evaluación de su desempeño institucional.
El año 2018 ha sido un año especialmente significativo, se cruzó con el final de un sexenio, se vivió a la mirtal del mismo una de las elecciones históricas, y al final se realizó la alternancia política tanto en la esfera federal como en la estatal.
El 2018 fue un año de mucho ruido pero pocas, muy pocas nueces; la propuesta de reforma educativa llegó a su cúspide programática justo cuando el sexenio concluía, de ahí con el nuevo gobierno se viera obligado a tener un posicionamiento con respecto a la misma, “anulación de la reforma”.
El balance del 2018 en educación se pudiera dividir en tres grandes esferas:
- En el rostro que caracterizó a la administración no sólo en dicho año sino a lo largo del sexenio.
El rostro gubernamental durante este año y a lo largo del sexenio fue la prepotencia y el autoritarismo. El gobierno tanto el federal como el estatal se distanciaron de los agentes educativos (principalmente de los maestros y maestras), en su nombre llevaron a cabo diversas acciones, las cuales carecieron de sentido y de una racionalidad basada en el consenso y el convencimiento. La obsesión por la evaluación por parte del gobierno federal junto con el INEE hizo crisis durante el 2018, de tal manera que la SEP se vio obligada a hacer ajustes de última hora.
- En las tareas y metas incumplidas.
Hubo muchas promesas incumplidas que se cristalizaron en el último año del sexenio, tales como la reforma a la Educación Normal, el trazar una política de atención a las diversidades sociales en educación y de emprender programas efectivos de justicia educativa. Los pobres del país, se han tenido que conformar con una educación igualmente pobre, incluso las brechas sociales se resienten mucho más como brechas educativas. Y
- En la agenda pendiente que deja para el nuevo gobierno con el inicio o la llegada inminente del 2019.
El 2018 es el año de las fisuras y la crisis educativa, el gobierno saliente ha dejado al desnudo sus grandes inconsistencias para gobernar, no sólo administra mal los recursos públicos, al darle prioridad a la promoción de la imagen de la persona que está al frente del organismo, sino que también gasta más en aéreas o rubros no prioritarios.
La agenda pendiente en educación, obliga a sustantivizar la agenda educativa y a jerarquizar las áreas prioritarias de atención. Con el slogan de “la educación por los más pobres es primero” dicha consigna deberá convertirse en política pública que se traduzca en acciones y programas efectivos.
La agenda educativa deberá comenzar por atender a los maestros y maestras, recuperar la confianza y asumir un nuevo pacto en una alianza estratégica por una mejor educación verdaderamente.
Otro importante asunto por atenderse será el de la democracia sindical y la limpieza en el SNTE y cuando digo limpieza me refiero a depurar el gran cochinero que han dejado las últimas administraciones que han usurpado el SNTE al confundir sus proyectos personales o familiares, para saquear el patrimonio de los trabajadores de la educación.
El año 2018 será recordado como el año de la turbulencia y la transición pero fue un año que sustituyó el escándalo por el cambio educativo verdadero.