Rosa Guadalupe Mendoza Zuany
La iniciativa que presentó AMLO recupera del pasado la educación bicultural bilingüe que se oficializó a finales de los 70s; enfoque que propuso la Alianza Nacional de Profesionales Indígenas Bilingües (ANPIBAC) para detener la castellanización y aculturación del indigenismo, y en una alianza con la SEP, se convirtió en el estandarte de la educación indígena. En síntesis, el enfoque bicultural-bilingüe tenía como intención la plena adquisición de la lengua originaria y el planteamiento de un currículo desde la cultura propia, con el español y la cultura mestiza y occidental como complemento, como adición. Las condiciones en las que operaba el subsistema indígena naciente a través de la creación de la Dirección General de Educación Indígena (DGEI) en 1978, no permitieron su práctica en las aulas que siguieron siendo castellanizantes y aculturadoras. Podría decirse que ni el mismo enfoque intercultural bilingüe, que reemplazó lo bicultural-bilingüe, ha logrado transformar las aulas de las escuelas indígenas.
La educación bicultural-bilingüe se institucionaliza a partir de la alianza de la SEP y el magisterio indígena, integrante de la ANPIBAC. Ese hecho puede resultar bastante atractivo para AMLO, como un símbolo susceptible de ser recuperado, aunque la noción y las implicaciones de lo bicultural no sean ni comprendidas ni dimensionadas en un México diferente al de la década de los ochenta. Hay que anotar también que la época pre-neoliberal parece ser el modelo a seguir por los artífices de la “cuarta transformación”. Entonces, un enfoque educativo pre-neoliberal, como el bicultural, podría ser también atractivo para el presidente y su equipo.
México transitó en los noventa hacia una educación intercultural bilingüe, que al menos como propuesta programática, enfatizó la diversidad cultural y lingüística como un valor de la sociedad mexicana. A partir de ello propuso una educación que apostara por la interacción entre grupos culturales y un proceso de superación del conflicto latente, históricamente, a través del diálogo de saberes, del reconocimiento del pluralismo epistémico y de la superación de la desigualdad que acompaña a la discriminación cotidiana e institucionalizada. El énfasis no estaba en la “adición”, sino en la interrelación de prácticas culturales dinámicas y lenguas vivas que producen nuevas realidades pluriculturales.
Cabe señalar que no hay una noción única de lo que significa la educación intercultural, sin embargo, el Estado mexicano ha institucionalizado una como respuesta a las luchas y reivindicaciones indígenas, que ha sido acusada de ser cómplice y complemento de políticas neoliberales al minimizar la inequidad y enfatizar la diversidad. Tal enfoque, ahora desdeñado, constituye un camino que no terminamos de andar ni de implementar por la pesada herencia del indigenismo, que aún padecemos. De ahí la urgencia de promover un enfoque intercultural que reconoce la desigualdad, que trabaja para lograr justicia social y valora la diversidad en el sistema educativo. Ese es el camino en el que muchos nos estamos empeñado. Un grupo de académicos construimos una agenda intercultural para la educación nacional que se entregó al equipo educativo que ahora encabeza la SEP, ojalá la lean y valoren los argumentos y recomendaciones que ahí presentamos, después de un arduo trabajo de varios meses y que recoge una gran diversidad de prácticas, contextos y concepciones.
En varios foros, artículos y textos he argumentado en contra de la inclusión educativa -estandarte de la Reforma Educativa- como un enfoque integrador, asimilador y homogeneizador de la educación de diversos grupos etiquetados como “vulnerables”, entre ellos los indígenas. Ahora me toca argumentar mi preocupación por una vuelta a la educación bicultural que parece tener su origen en razones ideológicas – pre-neoliberal y asociada a la alianza con maestros indígenas – y también en la soberbia de las actuales autoridades educativas que les impide consultar a maestros e investigadores que conocen ese enfoque educativo, sus implicaciones y los riesgos de volver al pasado después del camino andado y las transformaciones de nuestra sociedad.
Por cierto, en mi experiencia de trabajo de campo y diálogo con maestros indígenas, nunca he escuchado a uno que haya expresado su deseo de una vuelta a la educación bicultural… me encantaría tener acceso a la sistematización de los foros de consulta para saber si de ahí emergió ésta como la alternativa para mejorar las condiciones del subsistema indígena con equidad.