Wenceslao Vargas Márquez
Para elegir a la próxima dirigencia nacional y para avanzar en la democratización del SNTE hay un camino intermedio entre el voto vía delegados y el ideal voto universal. Hay un camino entre lo que hoy se practica, donde se reúnen un poco menos de cuatro mil y resuelven por el millón y medio de la membresía, y el voto universal que es el ideal (secreto ya lo es desde 1992).
El camino que se puede seguir es convertir a todos los congresos seccionales en colegios electorales para elegir a la próxima dirigencia nacional que relevará a la actual que indebidamente alteró los estatutos para reelegirse para el plazo 2018-2024. Tendría el SNTE (ellos, a mí me despidieron con rechiflas y una certera patada en el c…oxis), tendría, digo, Colegios Seccionales Electorales (CSE) de dos días de duración. Sería una variante de congreso seccional pero más numeroso. En el primer día habría la discusión de trayectorias y planes de trabajo y en el segundo votaciones nacionales simultáneas en 61 sedes (61 secciones) con resultados electorales públicos e inmediatos. Debe procurarse que la convocatoria nacional a elecciones siga saliendo con noventa días de anticipación y que el proceso no contemple planilla única sino que haya al menos dos para que no se siga cayendo en la simulación; se trata de transformar. Las nuevas tecnologías facilitan una operación de este tipo.
El Consejo Nacional del SNTE puede recibir las justas y pertinentes renuncias de Juan Díaz, Alfonso Cepeda y de Jaime León Navarrete y nombrar a un interino del Comité Nacional actual que convoque a elecciones. Un problema semilegaloide es que los estatutos del SNTE no contemplan el procedimiento y sólo pueden modificarse por un Congreso Nacional. Así las cosas, que el interino que describí convoque a un congreso nacional para reforma estatutaria pero no para elecciones, las elecciones vendrían después mediante votos en los colegios seccionales electorales repartidos en todo el país.
Los desafíos de la Cuarta Transformación son interminables. Con frecuencia parece ser el último tren, incluso el último vagón para que nuestra república se recupere de los destrozos causados por el partido de tres colores que el próximo año cumpliría noventa años de dirigir al país, sólo cumplió 89; los doce años de gobierno del PAN no cuentan. Uno de sus más vigorosos desafíos es la democratización de los sindicatos mexicanos. Por democratización entendemos, primariamente, que decidan las mayorías y que haya rendición de cuentas escritas y públicas de las cuotas sindicales. No habrá Cuarta Transformación sin la ampliación, sin el ensanche, de estas necesarias transformaciones.
Si bien las nuevas circunstancias exigen la más grande transformación en el tema, los sindicatos tienen áreas de abordaje distintos. El petrolero tiene como membresía un poco más de cien mil integrantes lo que hace práctico el ejercicio del voto universal, incluida la facilidad de precisar el padrón electoral. El SNTE, en cambio, es un paquidermo en desorden. Las incidencias laborales, los contratos (interinatos), las altas y bajas de más de un millón y medio de personas generadas por la atroz reforma educativa (que felizmente ya se va) quizá dificultan, por ahora, precisar el padrón para cierta fecha en particular. En abril de 2011 propusimos (bit.ly/2As6sJt) un escenario ideal en la nota titulada SNTE 32: el debate del voto universal.
El voto secreto no es suficiente para garantizar que la voluntad de las mayorías se refleje en la elección ni de petroleros ni de maestros ni de ningún otro sindicato. Falta el voto universal, falta también lo más importante: que el nuevo gobierno federal imponga las nuevas condiciones políticas (Carl Schmitt) cuando tome posesión, porque las jurídicas ya están desde febrero de 2017 en el artículo 123, apartado A, fracción XX bis, para obligar al voto secreto. Dice la norma citada que “para la elección de dirigentes, el voto de los trabajadores será personal, libre y secreto. La ley garantizará el cumplimiento de estos principios. Con base en lo anterior, para la elección de dirigentes, los estatutos sindicales podrán, de conformidad con lo dispuesto en la ley, fijar modalidades procedimentales aplicables a los respectivos procesos”. La ley citada para lo procedimental es la Ley Federal del Trabajo que desde noviembre de 2012 ordena en su artículo 371 que todos los estatutos sindicales deben salvaguardar “el libre ejercicio del voto con las modalidades que acuerde la asamblea general; de votación indirecta y secreta o votación directa y secreta”.
El SNTE tiene desde 1992 el voto secreto obligatorio en tres modalidades: voto secreto y directo en el nivel delegacional, voto secreto e indirecto en primer grado en el nivel seccional, y voto secreto e indirecto en segundo grado en la elección nacional, como el ilegal congreso de Puerto Vallarta de febrero de 2018. Se entra a una nueva etapa política con el nuevo gobierno y se necesitan ya nuevos procedimientos electorales y una verdadera rendición de cuentas del dinero de todos. Para procesar la renovación nacional del SNTE que ya se avecina, un camino intermedio es hacer de los congresos seccionales sendos Colegios Seccionales Electorales que desahoguen el proceso electoral en un plazo de dos días. El tiempo apremia y Juan Díaz, Alfonso Cepeda y Jaime León Navarrete se deben ir ya de los cargos que usurpan.
Felizmente, ya la reforma educativa fue derribada. Falta construir una verdadera rendición de cuentas y derribar los procedimientos electorales del SNTE, derribarlos justamente como la casa de la calle Belgrano que Borges describió en El Testigo, justo como esa casa sombría que fue derribada cuando el ensanche.
Twitter @WenceslaoXalapa