Alejandro Canales*
El actual periodo de transición ha sido raro, imprevisible e incómodo. A pesar de que muchas personas piensan que las ideas y propuestas del gobierno electo son muy claras, simples y reiterativas, no lo parecen y tampoco lo son. Tal vez lo certero fue tomar el pulso nacional, trazar las coordenadas de un diagnóstico general, pero no lo que pondrá en marcha ni las acciones específicas que tomará.
Sí, ahí está el “Proyecto de nación 2018–2024”. Sin embargo, fue un documento elaborado antes de que se conociera el resultado de las elecciones. Por lo demás, las intenciones ahí expresadas, tanto como el detalle de los programas mencionados, son sumamente preliminares; la articulación e integración del mismo documento es caótica y deficiente. Algunos de los mismos responsables e implicados han dicho que era una primera versión.
También fue el caso del sector científico y tecnológico. “El plan de reestructuración estratégica del Conacyt para adecuarse al Proyecto de Alternativo de Nación (2018-2014) presentado por Morena”, firmado por María Elena Álvarez-Buylla, se conoció a las pocas semanas de que López Obrador la nombrara como futura titular del Consejo y antes de los comicios. No obstante, al poco tiempo, ya lo estaban rectificando. Al parecer, ahora, conserva el nombre y el contenido es otro.
Igualmente, están los “50 lineamientos generales para el combate a la corrupción y la aplicación de una política de austeridad republicana”. Esos sí los pronunció Andrés Manuel López Obrador, el presidente electo, dos semanas después de ganar las elecciones. Sin embargo, fueron eso: indicaciones generales a observar en el ejercicio de su gobierno; sí, más claros y puntuales. Ahí quedó indicado a qué deberá atenerse la próxima capa de funcionarios.
En estas circunstancias, las intenciones declaradas de los próximos servidores públicos se han dedicado a interpretar lo que parece proponer el proyecto alternativo de nación y circunscribiéndose al hierro de austeridad y combate a la corrupción de los lineamientos generales. Las iniciativas han procedido más bien por ensayo y error.
De nueva cuenta, el sector científico y tecnológico es ilustrativo del caso. Lo ejemplifica el reciente intercambio epistolar entre las actuales autoridades de Conacyt y María Elena Álvarez Buylla, la próxima titular de ese mismo organismo (Campus No. 774). También las múltiples entrevistas y declaraciones de prensa sobre lo que piensa hacer en el siguiente periodo gubernamental.
Tal vez, en materia de ciencia y tecnología, algunas de las cosas que se podrían esperar es lo que expresó Álvarez Buylla en el foro legislativo “Conacyt: retos y perspectivas”. Después de todo, son las intenciones más recientes. Fue un encuentro encabezado por María Marivel Solís, presidenta de la comisión de ciencia, tecnología e innovación de los diputados, aunque la expositora dijo que fue invitada por Mario Delgado, el coordinador de la fracción de Morena. En el encuentro, relativamente reducido, también estuvieron presentes otros miembros de la misma comisión y algunos titulares de organizaciones del sector.
Uno de los puntos que Álvarez Buylla destacó fue la idea de contar con una política de Estado en la materia. Ese fue su punto de partida: “esta cuarta transformación debe transitar hacia la articulación efectiva de una política científica de Estado, con metas más claras a corto, mediano y largo plazo”. Lo reiteró y, al final, lo volvió a puntualizar. Sin embargo, se trata de un propósito que se busca desde fines de los años noventa. De hecho, en la reforma a la ley del sector de 2002 se estableció media docena de puntos de lo que se consideró debieran ser las bases de una política de Estado (véase el artículo 2).
Otro aspecto que también mencionó fue la eventual reestructuración del Conacyt. El organismo que, como ya se ha publicitado, cambiará de nombre y ahora le añadirán una “H” (de humanidades para convertirse en Conahcyt). Por cierto, sobre esto último, en la iniciativa de ley orgánica de la administración pública federal, presentada por Mario Delgado la semana anterior, no está considerado el cambio de nombre.
El asunto es que la reestructuración a la que se refirió Álvarez Buylla fue al acoplamiento del organismo a los lineamientos del proyecto alternativo de nación 2018 -2014. Lo cual significa, en sus palabras, la descentralización del desarrollo científico y tecnológico en dos polos. Uno que estará ubicado en Baja California y otro que permanecerá en Ciudad de México. Seguramente algo parecido ocurrirá con la propuesta de descentralización en el resto dependencias.
También mencionó la puesta en marcha de 10 primeros programas nacionales estratégicos, la necesidad de condiciones y más recursos financieros, pero también de un manejo transparente y austero. Y algo más que seguramente valdrá la pena analizar en detalle: la modificación de los criterios de evaluación de evaluación del quehacer científico.
Sí, el Conahcyt se reestructura, lo que está por verse es si será nominal o profundamente.
Pie de página: La Academia Mexicana de Ciencias, ante el ensayo y error, en desplegado público reitera su propuesta: “Hacia la consolidación y desarrollo de políticas públicas en ciencia, tecnología e innovación. Objetivo estratégico para una política de Estado 2018 -20124”.