La Mala Educación/ Sonia del Valle*
“El INEE no ha realizado una función con la intención de mejorar la educación, es un órgano que debe desaparecer”; “¿Por qué hasta ahora sale con esos comentarios cuando antes se puso de tapete ante la supuesta reforma educativa?”; “Es lamentable observar que la evaluación es parte de una farsa, pues se sigue viendo como continúan acomodando o ascendiendo a personal que no cuenta con la mínima responsabilidad, pero por ser amigo de supervisor o tener familia dentro de la política, se ven beneficiados con facilidad mientras que gente preparada y con excelente desempeño de evaluación, queda de lado, siendo la burla de estos acomodados”.
Estos son algunos de los muchos comentarios que pueden leerse en la página de Facebook del INEE, y llaman la atención no solo porque se puede observar cómo se multiplicaron las quejas durante el periodo electoral y posterior a este.
También llaman la atención por la falta de conocimiento que tiene la mayoría de las personas que emiten sus comentarios y quejas, sobre el funcionamiento del INEE, sus atribuciones y alcances.
¿Por qué no mejorar las condiciones de los maestros? ¿Qué pasa con los apoyos pedagógicos? ¿Qué pasa con la infraestructura? ¿Por qué no hacen nada para erradicar los compadrazgos? ¿Por qué no disminuye la carga administrativa?
Estos cuestionamientos claramente muestran un desconocimiento sobre las tareas que realiza el INEE, desde su creación y después de la reforma educativa.
Arreglar la carga administrativa, eliminar los compadrazgos, otorgar las plazas conforme a la Ley General del Servicio Profesional Docente, o solicitar que en lugar de evaluar arregle las escuelas, si bien no es responsabilidad del INEE, tampoco lo es, de quienes se lo reclaman, saberlo.
Estoy cierta que los cuestionamientos –tengan o no razones políticas de por medio- obedecen a la falta de una política de difusión acorde con los tiempos en que vivimos.
Una política de difusión, no puede centrar sus esfuerzos solo en comunicados de prensa, ruedas de prensa, presentaciones de libros o informes en la Ciudad de México, y entrevistas de funcionarios en medios de comunicación impresos y electrónicos. Tampoco es solo una cuestión de emitir documentos y “subirlos” a la página de internet institucional, porque el INEE ha cumplido a cuenta cabal con dicha tarea, tiene 352 documentos en línea: 21 Informes Institucionales, 39 Indicadores Educativos; 54 Informes de Resultados de las Evaluaciones, 47 cuadernos de investigación, 24 Estudios e Investigaciones; 28 Breviarios de Política Educativa; 20 Materiales para Docentes; 23 Textos de Evaluación; 79 Textos de Divulgación, 11 Documentos Rectores, y 6 Directrices.
Han cumplido con la tarea de investigación, diagnósticos, informes e indicadores.
A razón de 23 estudios por año. No está mal.
Pero frente al evidente desconocimiento de quienes preguntan y demandan la desaparición del INEE, la primera pregunta obligada es quien los leyó.
El más reciente informe Panorama Educativo de México tiene 576 páginas; aunque hay otro documento denominado Principales Cifras que solo tiene 15 páginas, entonces se podría inferir que no es un asunto de falta de información sino de comprensión, por un lado, de la información proporcionada y divulgación por el otro.
Un mecanismo de divulgación muy extendido en la actualidad son las redes sociales, entre ellas el canal de videos Youtube donde el INEE tiene 31 videos, aunque solo dos explican qué es el INEE, subido en junio del 2015 con 6 mil visitas, y otro sobre cómo opera el INEE en los Estados, de abril del 2016 con 1 mil 200 vistas. En Facebook tiene 39 videos, algunos solo son videos de las publicaciones, como si se leyera un libro pero en video, otros más entrevistas largas de funcionarios que explican publicaciones o invitaciones para que conozcan los materiales que están en línea.
En este breve análisis de las redes sociales –que hace ya más de un década son el espacio privilegiado para poder difundir a través de segmentaciones de públicos e intereses-, la línea discursiva sobre la evaluación, el quehacer de la institución y sus alcances, es por decir lo menos pobre.
¿Por qué después de 15 años una persona asegura que el INEE no ha realizado una función con la intención de mejorar la educación y por tanto debe desaparecer? La respuesta inmediata sería: es que no ha leído los 352 informes. Pero supongamos que los haya leído, como segura estoy hay investigadores que lo han hecho, y también consideran que el INEE debe desaparecer. Me aventuro a dar una respuesta: Quizá porque no sabemos qué le toca hacer al INEE para mejorar la educación.
¿Le toca hacer algo? ¿Sólo evaluar?
Una de las herramientas con que cuenta el INEE es la elaboración de directrices de política, y más allá de los informes que sube a su página de internet en un país donde sólo el 67 por ciento tiene internet, lo cierto es que no sabemos qué pasa con las directrices. La pregunta es ¿dónde está la estrategia de comunicación educativa, segmentada, por grupos de interés, para alcanzar a la mayoría de los maestros; a los diputados, a los senadores, a los padres y las madres de familia, para primero que reconozcan el problema, y luego la propuesta de mejora de la política educativa? ¿Qué pasó después de las directrices? ¿Mejoraron las escuelas normales? ¿quién las mejoró? ¿qué hicieron los gobiernos estatales? ¿Por qué si la evaluación sirve para mejorar, qué se mejoró? ¿Dónde están los carteles, los trípticos, los videos sobre las consecuencias de los procesos, informes y evaluaciones?
Recuerdo las preguntas que siempre me hicieron los padres de familia cuando les preguntaba sobre el resultado de las evaluaciones nacionales o internacionales: ¿qué significan 450 puntos? O ¿si mi hijo saca 8 en la escuela, qué significa salir en el nivel elemental? Y la respuesta de los funcionarios que se dedican a este tema de la evaluación, casi siempre era, que se trata de una escala para evaluar el desempeño académico. ¿Y? ¿A los padres de familia qué les dice eso? ¿Cómo saben que es mucho o poco?
Sí. El INEE debe permanecer como la institución encargada de evaluar el sistema, procesos, políticas y actores, pero también debe poner en marcha una política de comunicación educativa, y encargase de que cada maestro y cada maestra de este país conozca para qué sirve lo que hace, cómo lo hace y para qué le sirve a él como docente frente a grupo.
Porque insisto, nadie puede ser aliado de una causa que no comprende o desconoce, sobre todo en esta época de la hiperinformación.