En mi entrega del miércoles relaté —resumí, en rigor— la ceremonia donde el secretario de Educación Pública, Otto Granados Roldán, presentó el 6to informe de labores: 2017-2018. Pero no fue sólo la exposición del secretario ni los comentarios que Sergio Cárdenas, director general del Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe, y yo le hicimos, fue una conversación sobre diversos puntos que —hay que señalarlo— le interesaban a Granados Roldán.
Me pidió que planteara desde mi perspectiva cuáles fueron las fallas en la Reforma Educativa, no nada más en la instauración —que, dicho sea de paso, defendió con elocuencia y cifras— y qué faltó para que su legado se consolide más allá del fin del sexenio.
No esperaba un requerimiento donde el jefe de la SEP solicitara una crítica. Armé mi respuesta en tres puntos o errores, aunque antes plantee el acierto.
Primero, el gobierno del presidente Peña Nieto contendió como profeta armado —Maquiavelo dixit— cuando disciplinó a la facción mayoritaria del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y encarceló a Elba Esther Gordillo. Pero titubeó al lidiar con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Fue un error negociar con sus líderes en la Secretaría de Gobernación y otorgarles concesiones por encima de la ley. Aquellos acuerdos bajo la mesa desfondaron la credibilidad del primer secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet. El presidente, en lugar de mandar como profeta —sigo con Maquiavelo—, parecía que suplicaba comprensión a los disidentes. Consecuencia: la CNTE creció y nunca abandonó su faena. Hoy está más presente su brega contra la Reforma Educativa con sus 40 diputados en las filas de Morena.
Segundo, la ley del Servicio Profesional Docente y otros documentos ordenaron el esquema laboral y aliviaron muchos vicios como la herencia, compraventa y renta de plazas (aunque sobreviven en los márgenes porque los tramposos siempre le encuentran el modo). Sin embargo, el gobierno no puso énfasis en la parte generosa del SPD ni comunicó sus partes fundamentales: las ofertas de profesionalización. La reforma invita a formar profesionales con atributos tales como disciplina para el trabajo, iniciativa personal, pericia para trabajar en equipo, empatía con sus pares —y padres de familia— y amor, como decía Weber, a la profesión. Estas cualidades están inmersas en el texto de la ley que, para fines prácticos, se sintetizan en la normalidad mínima.
Tercero, Si bien con el Fondo de Aportaciones de Nómina Educativa y Gasto Operativo y el Sistema de Administración de la Nómina Educativa Federalizada, la SEP y Hacienda recentralizaron el pago de la nómina, eliminaron plazas, quitaron subsidios ilegítimos a los estados y el gobierno dejó de pagar a los comisionados sindicales, no finiquitó las relaciones corporativas.
En síntesis, aunque en el conversatorio no lo puse de esta manera: con todo y que con la Reforma Educativa el gobierno le dio golpes duros al corporativismo sindical, recobró funciones que los fieles del SNTE habían capturado y que hoy ahorra miles de millones de pesos al erario, no pudo recuperar la rectoría de la educación; objetivo político expreso del Pacto por México.
Ése es, quizá, el mayor débito y, por no haberlo alcanzado, hoy los beneficiarios del antiguo orden quieren regresar por sus fueros. Lo peor, tal vez con el apoyo del futuro gobierno.
Retazos
El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, declaró en Durango que abolirá la Reforma Educativa y sostuvo que desaparecerá al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación.
Al parecer, incumplirá una de sus promesas de campaña: no enmendar la Constitución durante los primeros tres años de su gobierno.