El último intento de reforma educativa en nuestro país, terminó por caricaturizar lo que es verdaderamente una reforma educativa integral y estratégica. Los titulares de la SEP en el sexenio de Enrique Peña Nieto estuvieron muy por debajo de sus propias aspiraciones, el caso más claro es el de Aurelio Nuño, él aspiraba a una reformas educativa como trampolín para garantizar (y encubrir) sus aspiraciones políticas. No le resultó y ahora será un desempleado más del sistema, al igual de tantos priistas que han perdido mucho, a partir de las pasadas elecciones.
Sin embargo las señales que ha mandado lo que será el próximo gobierno de Andrés Manuel López Obrador, son turbias y contradictorias, el debate no está en si la reforma educativa sigue o se anula. El verdadero debate reside en cuáles son las vías y los recursos para garantizar mejoras sustantivas a la calidad educativa que la entidad pública ofrece en este país. En este sentido, la profesionalización de todas las instancias que abarcan el sistema educativo nacional es la clave.
El tejido institucional en el seno de la SEP ha tenido un deterioro notablemente significativo (por decir lo menos), para donde volteemos encontramos déficits e incumplimiento de metas. Ya sea Educación básica, Media superior, Superior, Normales, Educación especial, Indígena, etc. El problema reside en que el sistema funciona como una serie de instancias aisladas y desarticuladas entre sí, el sistema no lo es en realidad, sino sólo un concepto, una abstracción o distintas instancias que cada uno funciona por su lado.
Se trata ahora de definir por dónde empezar y trazar una ruta critica para el cumplimiento de metas y objetivos estratégicos. En todo ello, el trabajo y las propuestas de los y las docentes son fundamentales para garantizar llegar a buen puerto en las aspiraciones del proyecto educativo para el país.
En este sentido, no sólo se aspira a modificar las formas de administrar y gestionar el curso de acción del propio sistema, también se trata de cambiar para mejorar los contenidos del mismo. La reforma educativa por venir, deberá pensar en realizar profundos cambios desde los cimientos del propio sistema. Por ejemplo ¿cuáles son las preguntas que se hacen desde la educación básica para mejorar la calidad educativa?, ¿cómo presentar una oferta educativa más atractiva y significativa para los jóvenes y adolescentes que asisten a la educación media? ¿Cómo garantizar una mejor formación profesional para garantizar una pronta inserción laboral de los y las egresados de la educación superior?
Las preguntas si bien están planteadas en un plano muy general, están pensadas en que nos ayuden a perfilar de mejor manera los cambios y las distinciones que caracterizan el nuevo rostro de la SEP en el siguiente sexenio.
Las señales que se han lanzado hasta ahora, no dan cuenta de que estamos ante una auténtica aspiración de verdaderos cambios en educación, parece que sólo cambiarán las personas y el estilo de hacer las cosas. El problema de fondo sigue estando presente ante la grava pregunta ¿Cuál es la reforma educativa que nuestro país necesita? Y después de responder seguiría ¿Cuáles serían las primeras acciones y los primeros pasos que se deberán dar para caminar congruentemente en dicha perspectiva?
Profesionalizar el sistema tiene que ver con un compromiso serio de exigirle tanto a las instancias de arriba pero también a las de abajo, de que contribuyan en el cumplimiento de sus tareas específicas. Profesionalizar significa saber hacer bien las cosas en la perspectiva de un proyecto más amplio cuya globalidad está definida en la perspectiva de un proyecto claro que responde socialmente a lo que este país necesita en términos del desarrollo educacional.