Cuando inicié en la senda de la analítica académica poniendo como centro de atención al alumno, escuchaba comentarios en el sentido de que, aunque era una labor importante, faltaba mucho tiempo (sobre todo porque sus resultados no siempre son bien recibidos por algunas instancias), para ser considerada como pilar para el desarrollo del quehacer institucional, que era la forma en que yo la visualizaba y, la visualizo.
Esas opiniones eran realmente desalentadoras para mí y también lo eran para cualquiera que estuviera interesado en este tipo de tarea. Percibía que el mensaje era: estás perdiendo el tiempo al hacer esto.
Sin embargo, estaba tan convencida de su valor e importancia en la atención del alumno, que continué invirtiendo ese preciado recurso, que es el tiempo, en avanzar por este camino poco explorado, en afinar la forma en que podía adentrarme al mundo de los números para entenderlos un poco más allá de su forma externa y poder darles sentido y usabilidad.
En ese proceso, he podido confirmar que al hablar o abordar un estudio en el que el punto central es el ser humano, convergen una serie de disciplinas para explicarlo. Entender esta óptica y aplicarla, se convierte en una necesidad para el desarrollo personal, profesional, institucional y social.
Uno de los elementos presentes en la metodología utilizada está relacionado con la identificación de áreas de oportunidad para emitir recomendaciones que permitan diseñar acciones o programas de intervención específicos que a su vez, lleven a mejorar los procesos de gestión y en consecuencia, a un excelente desempeño institucional.
Entendemos que la mera existencia de recomendaciones puntuales derivadas de un análisis o de una evaluación, no significa que serán atendidas automática y adecuadamente por los equipos técnicos. Existe un sinnúmero de detalles qué tomar en cuenta para lograr que los resultados obtenidos puedan ser utilizados y convertidos en acciones de mejora institucional.
Esto tiene que ver con el compromiso con el que asumamos la tarea de evaluación, que no concluye al cerrar el proceso meramente administrativo, sino que además implica considerar la necesidad de modificar algunos procesos y de manera especial, algunas actitudes, que permitan asegurar el cumplimiento de las recomendaciones propuestas, siempre bajo una dirección firme y con voluntad de cambio.
Y, tiene que ver también, con el reconocimiento de que en las instituciones existe suficiente recurso humano disponible que al unir sus capacidades pueden impulsar el desarrollo de áreas fundamentales tomando como base las condiciones institucionales reales, no generalizadas para todas las instituciones, dado que desde su propio espacio y con sus propios recursos, puede lograrlo.
Algo muy importante de señalar es que, en las recomendaciones efectuadas están presentes tanto los resultados de análisis académicos como de conocimiento y experiencia, en alguna medida, de y en las funciones de la institución. Por ello, tienen un matiz de pertinencia y, se sugiere a qué área administrativa pueden llegar a beneficiar. Es decir, con base en esta metodología, se han generado, y se pueden seguir generando, recomendaciones que a la postre podrían convertirse en acciones para diversas áreas que tienen que ver con la atención del estudiante.
Si bien los avances obtenidos a la fecha son innegables, considero que ésta es una tarea inacabada y que requiere de importantes esfuerzos coordinados entre varias instancias; y, a pesar de que cada una de ellas tenga sus propias funciones, se hace necesario fomentar el apoyo, la comunicación y el complemento para su desarrollo adecuado ya que las actividades se entretejen sutilmente y no hay fronteras reales, en su atención. Su buen funcionamiento depende, en gran parte, del apoyo solidario y comprometido que exista entre todos los que intervienen en su desarrollo.
La existencia de una estructura determinada es sólo por cuestiones de orden, de respeto, para atender las funciones sustantivas y adjetivas de la universidad requiriendo del concurso de todos los que en ella laboramos.
Es apremiante transformar la forma de concebir nuestro ejercicio profesional dentro de las instituciones; si nos percibimos como protagonistas de un cambio responsable, podría ayudar a construir una sociedad diferente en la que prevalezca el deseo de desarrollar el potencial individual en beneficio del colectivo. De esta manera, se estaría contribuyendo a fortalecer el tejido social, tan necesario para el desarrollo nacional.
Hasta este punto, son gratos los avances logrados, los resultados obtenidos. Y, en este contexto, no queda más que reconocer que el tiempo pasa…de todas formas, sea que se desarrollen propuestas de mejora o no; sea que esas propuestas sean pertinentes o no; sea que esas propuestas sean aceptadas o no; sea que esas propuestas se lleven a la práctica o no.
El tiempo perdido o sin utilizar, no se recupera; pero… sí es muy satisfactorio, reconocer su valor y, principalmente, ponerlo en práctica.
Dra. Gloria Esther Trigos Reynoso
Dirección de Sistemas Administrativos
Universidad Autónoma de Tamaulipas
gtrigos@uat.edu.mx