José Hernández H*
Buena parte de la población en nuestro país aún no tiene suficiente conciencia política, conciencia que sea más allá de lo electoral, ni una visión clara de los cambios que surgen de la misma. Con 43 de cada 100 mexicanos en pobreza que piensan en cómo conseguir la comida cada día, difícilmente actuarán, si es que lo intentan, con una clara visión política y ciudadana.
Sin embargo, también es cierto que México ha entrado desde hace algunas décadas en un proceso democrático gracias a ciertos sectores politizados y que, afortunadamente, cada vez exigen más lo que saben que es su derecho exigir. Esto no excluye que en gobiernos federales y estatales haya todavía huecos gigantescos de legalidad que terminan por mostrar a la sociedad actos de corrupción aberrantes. Casos como Duarte en Veracruz y Odebrecht a nivel federal son expresiones de nuestra debilidad institucional.
En ese contexto y con condiciones similares a otras áreas, la educación de nuestro país está supeditada a los logros democráticos y de forjamiento de instituciones, que se han ido ganando; lamentablemente también se subordina a las lagunas legales que permiten con descaro muchos actos que afectan a nuestro país. Este sexenio tiene una lista de grandes problemáticas respecto a la educación que en buena medida están ligadas a la forma de ejercer un gobierno (Dígase, nuevamente, por ejemplo, Duarte en Veracruz y Odebrecht) y no tanto a los aciertos o desaciertos en sus propuestas educativas.
Es un hecho que el proyecto educativo de un país está acondicionada a cada gobierno que entre. No podría ser de otra manera porque cada gobernador, en su momento tuvo que ofrecer propuestas que fueran de interés para el electorado, especialmente padres de familia y maestros. En el caso de la educación surge algo interesante: muchos gobiernos entrantes han hecho esfuerzos, (algunos con presupuestos faraónicos como Enciclomedia en el gobierno de Fox) y otros han cedido con resultados nefastos a intereses o acuerdos de orden político electoral como fue el caso de Felipe Calderón y el mismo Vicente Fox con la maestra Elba Esther Gordillo y su sindicato magisterial. Pero más allá de eso, de toda esta serie de matices que cada gobierno entrante tiene en materia educativa, el problema es la mínima congruencia entre un gobierno y otro.
En nuestra política educativa, haciendo una analogía, es como si una familia quisiera construir una casa y para ello ya tiene su plano diseñado que consta de una casa de dos pisos, va a tener una escalera y en el jardín tendrá una pequeña palapa; pero a los seis años esta persona decide que esa idea de casa no es tan buena y decide destruir parte de la casa que ya iba avanzada y comenzar de nuevo. El problema no es componer lo que no está bien, el problema es que se comience prácticamente de cero. Amlo en el discurso ha tenido acercamiento a esta visión.
La realidad debiera de ser un proyecto transexenal porque es un principio no de política sino de vida. Muchos gritan que la reforma “ya cayó”, celebran que ese hecho consuma un acto de justicia hacia los maestros. La realidad no es tan sencilla, porque quienes estamos la educación sabemos que hay cosas indignas que la reforma sí ha atacado. Existen maestros que se quejan de la actual Reforma Educativa por la forma indigna en que fueron tratados al momento de ser evaluados, yo mismo viví esa especie de cárcel al momento de evaluarme, la cual agregaba estrés sin necesidad alguna. ¿Pero acaso no recuerdan también como se ejercía en los sindicatos la asignación de plazas?, donde el mérito y el esfuerzo no significaba la mayor cualidad, sino la corrupción y “palancas” de aquellos maestros, los menos, por cierto, que no les importaba pasar por el derecho de muchos maestros que con dignidad y congruencia no caían en las mismas. Que el mérito, la genuina revalorización docente, la capacitación constante y de calidad sean la brújula que guíen a las nuevas autoridades en educación. No comencemos de cero, pero tampoco sigamos igual.
*Profesor de primaria. Veracruz