Este ciclo escolar es especial, porque comienza la implementación de los planes y programas, con sus retos y novedades. Tiene además la peculiaridad de que, literalmente, arranca en un sexenio y acabará en otro. Por eso, hay que subrayar: ¿Y los niños? ¿Qué les pasa a ellas y ellos en la realidad?
Nos negamos a que la discusión sobre lo educativo se reduzca a las figuras políticas que aparecen y desaparecen, que medran con poder, votos o económicamente, que se ensalzan entre sí y luego se castigan mutuamente, sin que nada de eso tenga que ver con lo que realmente les pasa a las hijas e hijos de México en cada salón, cada día de cada ciclo.
Nos negamos también a que la discusión se reduzca a “reforma sí” o “reforma no”. Como lo hemos hecho ya por años, hablamos de “transformación educativa”, un proceso permanente y sostenemos con evidencia histórica y argumentos de política pública que no hay una reforma y menos “la reforma” en educación. En el libro La escuela que queremos escribí el capítulo de revisión histórica sobre las reformas reales y las solamente anunciadas, de unas amplias y otras fallidas, pero todas insuficientes, que precedieron a los cambios normativos de 2013.
Por definición, los cambios en la estructura educativa siempre se quedan cortos, y por eso pueden y deben venir modificaciones y ajustes. Cada ciclo escolar es una oportunidad, y llena de esperanza. Al mismo tiempo llena de responsabilidad, pues estamos obligados a pensar en las niñas, niños y jóvenes a la hora de diseñar nuestra estrategia y acción educativa
Para las escuelas, hay un enorme reto en aterrizar el cambio curricular, poder integrar el aspecto socioemocional y conducir los espacios de autonomía curricular (“clubes”, y ya no “materias”). El reto estará en el liderazgo del director para convocar, en que los maestros puedan tomar el consejo técnico como espacio de formación entre pares, en que los padres y madres se acerquen y que el servicio de asistencia técnica esté disponible para resolver dudas, cercano a cada comunidad de aprendizaje.
Para las autoridades actuales, el reto es no abandonar el barco antes de tiempo y hacer una entrega digna. Creemos muy necesario que haya testigos sociales para cuando la administración actual haga entrega de sus activos, de su manejo del Fondo de Nómina, el corte de Escuelas al Cien y el reporte de trabajos de reconstrucción tras el sismo, asuntos de los cuales no ha rendido cuentas a la sociedad como se debe.
Nos parece fundamental que, mientras todavía tienen meses de responsabilidad, no dejen crecer la captura que el sindicato mantiene del sistema educativo de Chiapas, con la complicidad del Gobernador y de su secretario, además de los problemas continuados en Oaxaca y Michoacán. También es fundamental que en los nueve estados en los que cambia el Ejecutivo se tome con seriedad la tarea de un cierre honesto y que deje claro las fortalezas, así como los pendientes.
Nos pronunciamos para que el INEE y la SEP acuerden, con base en sus atribuciones, en forma fundada y motivada, que la evaluación de desempeño de noviembre próximo no se suspenda, lo que sería incumplimiento de la ley, pero que se plantee como voluntaria, disponible para aquellos profesores que quieran tener su diagnóstico y recibir los apoyos formativos correspondientes, y también para los que buscan un reconocimiento por resultados destacados.
Para la nueva administración, los retos corren en muchas direcciones. El primero y principal es exhortarlos a que nos digan qué sí van a hacer para cambiar la vida de los maestros. ¿Establecerán, ahora sí, un sistema funcional de quejas y denuncias para los abusos? ¿Ya tienen previsto cómo van a resolver el tema de las horas para los profesores de secundaria y media superior? ¿Cómo van a articular los trabajos para Primera Infancia, de manera que se invierta en la verdadera equidad al principio de la vida y no en forma remedial cuando sean becarios de 18 años y más?
El gobierno de Andrés Manuel no puede caer en lo que tanto ha criticado: quedarse en el diseño y no pensar en la implementación. Cambiar la ley incluso parece el paso fácil; cambiar la realidad, las prácticas, ahí es donde está el reto. Si van a honrar su compromiso con la justicia, la honestidad y la inclusión de los más pobres, su política educativa tiene que ser sobresaliente, vigorosa, en manos del equipo más profesional, abierta a la participación y a la rendición de cuentas permanente.
¿Habrá una iniciativa de ley que sustituya a la Ley del Servicio Profesional Docente, derogándola? En todo caso, debe esa nueva ley ser un parteaguas de dignificación magisterial: concursos para ingreso y promoción, formación inicial con normales reforzadas como instituciones de educación superior, promociones a través de concursos y no de una economía oculta de favores y transas, formación y posibilidades de superación con ingresos sólidos y con destrezas docentes en permanente mejora.
Si dejamos de preguntar “¿Y los niños?”, traicionaríamos nuestra esencia. En el nuevo ciclo escolar, en el nuevo ciclo político, no puede acallarse la voz que haga esta pregunta.