Por: Rosalía Nalleli Pérez Estrada
Con la vara que midas serás medido, dice el refrán parafraseado de la Biblia que refiere al trato que se da a la gente y que aplica perfectamente en una práctica común de las reuniones sociales, políticas, educativas o de negocios donde la persona más bella, importante, rica, famosa o más inteligente se sienta al centro o al frente, mientras al “vulgo” se le sitúa atrás o alrededor para que haga bulto y a veces, mejor se excluye. Y a pesar de ser una regla social implícita, privilegia al famoso -aunque este sea un político impuntual, un prepotente hombre de negocios insensible o un secretario de estado engreído y excluyente- y de igual manera se aparta a quien tiene ideas diferentes, a quien no vitorea al mismo partido y a quien no comparte las mismas prácticas; por lo que no deja de ser cuestionable lo incoherente de privilegiar lo malo por encima de lo bueno.
Por supuesto, para los conservadores de estas prácticas comunes, dejar de medir o de medirse por dinero, de la alta sociedad a las favelas, sería revolucionario, irreverente o impensable.
De la misma manera, esta medición fue muy notoria en México en este año 2018, con las preferencias políticas, donde las ofensas y el desdén inundaron el ambiente por quienes tenían diferentes puntos de vista y dieron paso al resurgimiento de los “chairos”, término que desde 2013 había empezado a ser muy utilizado para nombrar a quienes seguían ideales diferentes a los que ostentaban el poder y quienes, desde sus inicios eran definidos así: “Tienen actitudes de confusión “no se hallan”, es decir “ni son de aquí, ni son de allá”, pues no son de la guerrilla, ni apasionados, ni traumados, no son neoliberales, no son chacas, ni emos, ni moOxitoZ, no son zapatistas, ni izquierdistas, no son priistas, no son panistas, no son Quadristas, ni Manceristas, ni Cardenistas, ni Salinistas, ni cantinflistas, ni belibers, ni mirreyes, ellos son simplemente… chairos”.
Una definición peyorativa, clasista y racista para los seguidores del entonces candidato y ahora presidente de la República Mexicana, con funciones por iniciar. En este movimiento, muchos se declararon chairos abiertamente, sin que la palabra les afectara. Muchos otros, guardando silencio, pero mostraron su preferencia cuando votaron, resultando que el grupo “minoritario” alcanzó más de un 53% de la población votante a nivel nacional.
El resultado fue sorpresivo, pero más el deseo de lograr un cambio. Si fue buena la decisión o no, el tiempo dará la respuesta. No llegó al poder un Dios, ni la gente que lo apoya muestra un apostolado para cambiar los estados mentales de más 123 millones de mexicanos.
Lo que sí puede leerse entre líneas y de manera abierta es que un grupo de gente cansada de ser siempre engañada puede provocar movimientos consensuados, aún a la distancia, y que la situación de un país se puede modificar aunque haya pagos y chayotazos que se pronuncien en contra de la colaboración de iguales, para asumir que son los mismos ciudadanos quienes pueden ser promotores de cambios sociales o educativos y que con pensamientos y actitudes positivas pueden modificar su comportamiento y logros, pues el poder no radica en los otros, sino en asumirse como ciudadano pero sobre todo, como humano.
Mientras tanto uno se pregunta: ¿Cuál será el resultado? Ojalá tengamos tiempo para visualizarlo. No puede cambiar todo en un momento, si llevamos desde el Telpochcalli casi un mismo tipo de objetivos de escuela y que aunque ha evolucionado, aún nos perdemos entre prácticas educativas repetitivas y de fastidio, que clasifican, más un mal manejo de tecnología en casa y una comunicación vacía en todos los medios cercanos y para los pocos que pueden aspirar a lo que asemeja al Calmecac, la conciencia del tener, del hacer y del ser requiere ser replanteado en cada acto individual y en casa paso.
Por lo tanto, para que haya un verdadero cambio, se puede empezar por eliminar las prácticas que a diario ejecutamos, como esas que dividen “a los importantes” de los “no importantes”, y dejando de inventar palabras o apodos para denostar a quienes piensan diferente o no cumplen con las acciones que pensamos, o evitando excluir de nuestro clan, a quienes secretamente envidiamos.
Finalmente, es necesario reflexionar cómo sin saber, repetimos una ola de incoherencias constantemente, gracias a algunos medios poco confiables y presento aquí la definición que la Real Academia de la Lengua Española hace de la palabra Chairo: 1. m. Bol. Sopa típica de las regiones andinas en que se pone chuño, papa, carney verduras.
https://www.sdpnoticias.com/columnas/2013/09/26/que-es-un-chairo-quien-de-aqui-es-chairo
*Rosalía Nalleli Pérez-Estrada. Directora de Universidad Santander, Campus Tlaxcala. Profesora por asignatura, de la Universidad Politécnica de Tlaxcala. rosalia_na@hotmail.com. Investigadora invitada por CIFE