Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el virtual presidente electo, en su primer discurso, el mismo día de su victoria, ha dicho que una mayoría importante de ciudadanos “ha decidido iniciar la Cuarta Transformación de la vida pública de México” y que “erradicar la corrupción y la impunidad será la misión del nuevo gobierno”. También ha mencionado a las personas que integrarán un equipo de transición para este periodo. Y no, ni en una ni en otro aparecen los temas educativos; tampoco los científicos y tecnológicos.
Sin duda, la corrupción y la impunidad son, ante la opinión de una buena parte de los ciudadanos, una dupla que sintetiza uno de los principales problemas de México. También es uno de los motivos del hartazgo de los gobernados y seguramente uno de los factores que pueden explicar la violencia, la desigualdad social y económica, tanto como el comportamiento e inclinación de los votantes.
Sin embargo, los problemas y los desafíos de gobierno requerirán de un plan integral; una jerarquización de estrategias y acciones bien definidas. Es comprensible que no todos los problemas públicos, ni todos los sectores de la administración pública, ocupen un lugar destacado en las menciones que realiza el próximo gobernante o en su declaración de intenciones.
AMLO, en su primer discurso puso énfasis en que “los cambios serán profundos, pero se darán con estricto apego al orden legal establecido”. ¿La educación o las actividades científicas y tecnológicas podrían estar ausentes? No. Por lo menos no debieran. Atrás quedó el tiempo de campaña, las promesas, la retórica encendida, las disputas y las frases que capturaron la atención mediática. Toca la hora de pisar el inescrutable y resbaladizo terreno de las prioridades en las tareas de gobierno.
La mayoría de los gobernantes han seleccionado esa frase sonora con la que quieren sintetizar el propósito de su periodo y rezumar las acciones estratégicas que piensan poner en marcha. El inventario de frases de los sexenios más recientes ha sido elocuente: “renovación moral”; “modernización de México”; “bienestar para tu familia”; “gobierno del cambio”; “el presidente del empleo”; o “mover a México”. No obstante, al final del periodo, las palabras quedan flotando para el registro histórico y las acciones siguen un curso que poco tiene que ver con el propósito anunciado.
En el primer discurso de AMLO ha quedado claro que tiene identificada a la corrupción como el problema a erradicar; también la inseguridad y la violencia. De hecho, sobre esto último, como lo reiteró a lo largo de su campaña dijo: “Más que el uso de la fuerza, atenderemos las causas que originan la inseguridad y la violencia. Estoy convencido de que la forma más eficaz y más humana de enfrentar estos males exige, necesariamente, del combate a la desigualdad y a la pobreza. La paz y la tranquilidad son frutos de la justicia”.
Efectivamente, el otro grave problema que tenemos como país es el de la desigualdad y en este terreno enfrentamos los mayores obstáculos. Acaso la desigualdad en el ingreso sea la más inocultable, pero junto a ella están las de origen étnico, las de residencia, las de género, las de acceso al conocimiento y desde luego las educativas, entre otras.
La política social es uno de los instrumentos que los gobiernos utilizan para propiciar el desarrollo y el bien común. No solamente es la provisión de servicios como la educación, la salud o la seguridad social para la población gobernada y especialmente para la que enfrenta condiciones más adversas. También son decisiones sobre justicia social, respaldo ciudadano, cohesión social, estabilidad política y desarrollo económico.
Así que las iniciativas en materia educativa, tanto como las del sector científico y tecnológico, no son ni serán irrelevantes. A este respecto, la coalición ganadora, “Juntos haremos historia” y particularmente AMLO, presentó, desde noviembre del año anterior, su “Proyecto de Nación 2018-2024”. Un documento de más de 400 páginas en el que se incluyen los proyectos que tiene previstos en materia política, económica y social.
Sin embargo, seguramente, ese Proyecto de Nación que ya conocemos es apenas una versión adelantada, preliminar, de lo que podría ser su programa de gobierno. Era otro momento y otras las condiciones. Aquí mismo, en su oportunidad, comentamos la extraño de que su proyecto de educación iniciara, precisamente, con una amplia justificación de los beneficios que habría si se otorga autonomía a las instituciones de educación superior particulares. También de que la ciencia solamente se mencionara en el subtítulo del apartado, pero no hubiera tratamiento ninguno.
En fin, a pesar de que en el discurso de AMLO del domingo pasado, en el zócalo capitalino, no incluyó al sector educativo ni al científico y tecnológico, se entiende que existen responsables que se encargarán de la transición en estas áreas (Esteban Moctezuma Barragán y María Elena Álvarez-Buylla). Así que están por delante escasos cuatro meses para una mejor definición de las líneas del programa del nuevo gobierno y una base razonable en esas áreas que permita pensar en una verdadera Cuarta Transformación.
UNAM-IISUE/SES
Publicado en Campus Milenio