Alberto Salvador Ortiz Sánchez.
Un abrazo de amistad y solidaridad con el pueblo guatemalteco azotado por la furia de la Naturaleza.
En pleno año 2018, los mexicanos nos encontramos ante una situación sumamente interesante de interacción y replanteamiento de lo que deseamos lograr como nación dentro de un mundo globalizado y complejo teniendo a la educación como uno de los pilares más importantes para lograrlo. Nadie podría contradecir esta aseveración, o per se, estar en contra de la aplicación y vigilancia de un derecho humano fundamental. Frente a esta demanda totalmente legítima del colectivo social de nuestro país, encontramos un panorama que desgraciadamente por lo enrarecido y absoluto no permite ver con frialdad las opciones que pueden ayudarnos a salir de nuestra condición de atraso.
En el terreno educativo, se conjugan en estos instantes dos hechos que conforman el ya citado panorama: por una parte, la efervescencia política de la elección federal y especialmente la presidencial, que ha puesto en la agenda pública los discursos más virulentos y duros (tanto a favor como en contra) de la denominada reforma educativa, donde las posiciones se llevan al extremo del maniqueísmo, pasando por alto la opinión de los primeros involucrados en el acto educativo (padres de familia, alumnos, maestros). Otro hecho aciago que nubla la vista es la implementación fallida de la reforma, que en aras de mantener el poder, controlar a los maestros y preservar el privilegio de un grupo de interés, llevó al Gobierno Federal y a los políticos de todos los colores partidistas a aliarse y dar posiciones de poder a lo más rancio de uno de los componentes fundamentales del sector educativo: el sindicato de maestros (tanto en su versión institucional o clásica, como en la disidencia).
Analistas, políticos y académicos se han trenzado en duros y ardientes debates al menos los últimos dos meses; no hay mesa de discusión en internet, radio y televisión, donde no se toque con vehemencia y pasión los argumentos de cada candidato para dar revés o respaldo a la reforma educativa. Los mismos espacios de columnas de opinión y editoriales han dedicado largas líneas a este debate y aún en el filo mismo de la independencia de criterio y libertad de opinión, hay quienes acusan “censura” o “favoritismo” para una u otra postura.
Y mientras, los candidatos presidenciales dan concesiones al sindicalismo magisterial: Meade hace coalición incondicional con Nueva Alianza y confía plenamente en su capacidad de movilización electoral; López Obrador arropa a la disidencia representada por la CNTE y al mismo tiempo da carta de participación a Elba Esther Gordillo integrando a la estructura de campaña y de MORENA a personajes como René Fujiwara y Rafael Ochoa (nieto y ex dirigente nacional del SNTE respectivamente). Anaya Cortés pretende rescatar a los indecisos y se desmarca ingenuamente de la aprobación y aplicación de la reforma, olvidando su responsabilidad como legislador federal que promovió y votó a favor de ella.
Si bien la reforma impulsada por esta administración puso todas sus esperanzas de éxito en los procesos de evaluación para ingreso, promoción y permanencia de los docentes del Sistema Educativo Nacional, al estar permeada de claras tendencias de control político y escarnio popular contra los maestros perdió todo su sentido y fuerza pedagógica que en principio pudo haber llegado a tener. Desde luego que no se puede desdeñar que al menos en cuanto a directivos se refiere, el esquema de evaluación les dio un nuevo valor profesional y además un componente de legitimidad que allana en mucho la organización y gestión de las instituciones educativas.
Pese a ello, temas tan importantes y que representan los puntos finos en los cuales se requiere verdaderamente trabajar para alcanzar mejoras auténticas no están en las agendas políticas. Un ejemplo: el INEE, en su reciente estudio denominado “Directrices para mejorar las políticas de formación y desarrollo profesional docente en la educación básica”1 publicado este año, dice:
“En el mismo estudio [TALIS 2013] se menciona que, entre las prácticas docentes menos realizadas por los profesores de primaria y secundaria, se encuentran la asistencia a reuniones de equipo, el intercambio de materiales de enseñanza con los colegas y el trabajo con otros profesores a fin de definir parámetros comunes para la evaluación de aprendizajes (…) Estas acciones están asociadas a la colaboración y el trabajo colegiado entre docentes, y se consideran necesarias para generar procesos reflexivos y de aprendizaje en la práctica docente y sobre ella.
La poca regularidad de este tipo de prácticas, además, puede combinarse con carencias en las escuelas, formas de organización y gestión escolar, y un clima social que limiten las oportunidades de formación de los docentes y su desempeño. (…) Una proporción importante de los directores reportó que la enseñanza en sus escuelas presentaba dificultades relacionadas con la falta de personal calificado y de recursos para la adecuada operación de la escuela, así como con un clima escolar adverso, entre otros elementos (…)”.
Conforme lo anterior, una realidad que pesa en el desempeño de una importante proporción del magisterio es el trabajo aislado, sin auténtico apoyo de compañeros e incluso con rasgos de egoísmo; esto más las condiciones inequitativas en que opera el sistema educativo nacional deriva en un casi fatal destino manifiesto, donde las condiciones sociales y culturales determinan el éxito educativo en lugar del desempeño de cada integrante.
Nótese que este punto fino, delicado y de vital importancia para lograr cohesión y unidad de trabajo, cosa que tiene que ver con la dinámica diaria de prácticamente cualquier escuela del país, no lo encontrará en ninguno de los debates y plataformas políticas ya reseñadas en líneas anteriores. No basta la idoneidad de un personal calificado y avalado por una evaluación estandarizada; en el desempeño profesional docente hay muchos componentes mayoritariamente subjetivos. Evidentemente este tema lo conocen bien los que están diariamente en las escuelas; aquellos que están haciendo un esfuerzo muy grande por transformar a nuestro país y que la inmensa mayoría de las veces su opinión no es tomada en cuenta.
El próximo gobierno federal que arranque su gestión el 1 de Diciembre de 2018, tendrá ante sí el reto muy grande de ver y corregir el camino, escuchando en primera instancia a los principales actores del acto educativo y convocando a instituciones como el INEE y UPN, por mencionar las más significativas, que aporten más elementos de convicción que ayuden a reestructurar la política educativa de México y que en consecuencia el Plan Nacional de Desarrollo y el Sectorial de Educación tengan un enfoque con mayor altura de miras, con procesos verificables y cuantificables, con calidad en los procesos y ajustable de acuerdo con los resultados.
Ojalá así sea, por el bien de la educación de México.
Fuente: 1Directrices para mejorar las políticas de formación y desarrollo profesional docente en la educación básica. INEE. 2018. Pág. 28. Consultado el 7 de junio de 2018 en: http://publicaciones.inee.edu.mx/buscadorPub/P1/F/106/P1F106.pdf