Parece increíble lo que puede lograrse con liderazgos que usan instrumentos políticos e institucionales adecuados. Michoacán es comarca donde la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación tiene señorío y disfrutó el dominio completo de la Secretaría de Educación Pública del estado. Pero en los últimos 18 meses el gobierno local, con el apoyo del federal, le ha reducido espacios de acción e intenta en serio descolonizar la administración escolar y, como reza la divisa, recuperar la rectoría de la educación.
El gobernador Silvano Aureoles, cuando era senador, defendió con fervor la enmienda a los artículos 3 y 73 de la Constitución, las mudanzas a la Ley General de Educación y, en particular, la Ley General del Servicio Profesional Docente. Claro, aspiraba a gobernar su estado y conocía la indefensión de las autoridades en un enclave sometido por completo por militantes de la sección 18 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Su primera apuesta en la SEP local no le funcionó, necesitaba un guerrero para contender con viejos lobos en territorio purépecha. Y encontró a Alberto Frutis Solís.
No que sea un dechado de virtudes, pero es un político que trata —y allí la lleva— de hacer la tarea que le encomendó su jefe. Tomó posesión del cargo el 16 de octubre de 2016; el gobierno tuvo que echar mano de la policía para despojar el edificio sede de la SEP. La CNTE acusó recibo, tachó al gobernador y al secretario de represores y de atentar contra conquistas históricas del magisterio michoacano. Pero no los intimidaron.
La semana pasada coincidí con el secretario Frutis en una comida; nos tocó en la misma mesa. Es un interlocutor locuaz, con su autoestima crecida y satisfecho de sus logros hasta el momento: descuentos a docentes faltistas, disminución de paros en las escuelas y bloqueos de carreteras y líneas de ferrocarril. Es más, se enorgullece de haber invitado a los grupos disidentes a dialogar con el gobernador. Asegura que escucharon las propuestas de sus proyectos de educación y que un análisis de contenido muestra que los rebeldes coinciden en 80% con las propuestas de la Reforma Educativa. Pero no mencionó que entre el 20% restante está el Servicio Profesional Docente, al que la CNTE se opone con ardor casi religioso.
Sin embargo —y esto puede constatarse—, avanzan los concursos para ingreso y los exámenes para el desempeño, se agotaron las plazas automáticas para los egresados de las nueve escuelas normales del estado y ha reducido el tamaño de la burocracia que, como se sabía, estaba dispuesta por fieles del SNTE que avasallaron la administración estatal a golpe de protestas, amenazas, chantajes y la debilidad —quizás en algún caso complicidad— de los gobernadores anteriores. Vamos, hasta el notorio Mosh tenía su plaza de aviador (hoy en proceso de cese, dado que tiene un nombramiento signado por otro secretario de Educación local).
No tengo las cifras completas dada la opacidad con que se manejaba la SEP de Michoacán, pero estoy convencido de que en su estructura oficinesca, laboraban —es un decir— más de cinco mil personas, la mayoría docentes comisionados. Para darse una idea, la estructura de la SEP federal se maneja con alrededor de tres mil 500 burócratas. Alberto Frutis expresó que todo el funcionariado nuevo es personal de su confianza —lo cual puede ser cierto— y que ya no había colonizadores, que había regresado a todos a sus puestos de origen. Aquí tengo dudas.
Le pedí al secretario Frutis que me diera una estimación de los números, aunque fuera a ojo de buen cubero. Se negó, dijo que no quería ser irresponsable. Cierto, ha conseguido mucho, pero no le creí que haya descolonizado por completo a la SEP local. Si fuera cierto, muchas escuelas estarían sobrepobladas de maestros. En su charla ante los otros comensales señalaba que la educación de Michoacán, al menos la estructura burocrática, era casi el paraíso (Luis Spota dixit).
La vanidad en los políticos, apuntó Max Weber en La política como vocación, puede dar al traste con las mejores propuestas y descomponer la acción política. Reconozco que el secretario Frutis la lleva bien, que ha actuado con valentía y no se arredra con facilidad. Pero se centra en sí mismo: “Hice, logré, convencí”, como si fuera un luchador solitario. Hasta dejó intacto el plato principal, pues se le enfrió porque no podía dejar de hablar de sus triunfos.
Espero que no pierda el sentido de las proporciones.