El pasado lunes, el candidato de la coalición “Todos por México” (PRI-PVEM-PANAL), José Antonio Meade Kuribreña, se reunió con la dirigencia nacional del SNTE y con aspirantes a legisladores y gobernadores del partido Nueva Alianza. En el acto, celebrado en el antiguo Convento de San Hipólito, Ciudad de México, el secretario general del sindicato docente, Juan Díaz de la Torre, expresó al candidato presidencial el apoyo del gremio a su proyecto.
Díaz de la Torre expresó en su discurso “el respaldo total de la militancia y de nuestros aliados, mujeres, hombres y trabajadores de la educación de todo el país, que voluntariamente han expresado su decisión de participar y comprometidamente con un proyecto nacional, liberal, democrático y moderno. Estamos dispuestos a hacer los cambios que sean necesarios y que la ciudadanía reclama para consolidar un Estado social, democrático y de derechos que acabe de una vez con la impunidad y corrupción.” (nota de Jorge Butrón, La Razón, 20 de marzo 2018).
Tras recordar que la base magisterial la integran más de un millón seiscientos mil docentes, que laboran en más de doscientas mil localidades, el líder del SNTE añadió: “no podemos ser omisos ante esta elección, en donde se pone en juego el destino de nuestra patria, es decir ejerceremos nuestros derechos políticos a plenitud; vamos a ganar la Presidencia de la República que tiene acreditada la honestidad, la preparación y la experiencia de gobierno para que impulse un México democrático.” (ídem.)
Según nota del portal “Profelandia”, en el encuentro, además de la expresión de respaldo referida, el candidato Meade “recibió de los maestros un pliego de peticiones tales como un sistema de desarrollo profesional que incentive y reconozca a los maestros que se han adherido a la reforma educativa; seguridad para las escuelas y dignificación integral de magisterio garantizando un incremento sistemático de sus ingresos, así como prestaciones económicas y sociales.”
Por supuesto, el abanderado de la coalición agradeció y ponderó el respaldo sindical con su tono de campaña: “Yo mero, que no quepa la menor duda, soy quien recibe el apoyo del magisterio por los compromisos que he sostenido con ellos, por poner a la educación como motor del desarrollo del país. Hoy queda claro: yo mero soy quien tiene el respaldo del magisterio” (nota de Alberto Morales, El Universal, 20 de marzo de 2018).
Podría ocurrir que, por primera vez, la dirigencia del SNTE apueste en firme por un candidato presidencial que no consiga la primera magistratura. Sobra recordar que, en la elección del 2000 el sindicato respaldó la candidatura de Fox, en 2006 la de Calderón, y en 2012 la de Peña Nieto. ¿Cómo interpretar, en la coyuntura, el respaldo político del SNTE en favor de un PRI disminuido en las preferencias electorales?
Un primer elemento se deriva de la flexibilización sindical en materia de adscripción política y electoral. Según el Estatuto vigente, es obligación del Comité Nacional de Acción Política, entre otras, la de “velar por el respeto a la libre filiación política y la libertad del sufragio de los trabajadores de la educación” (artículo 117), lo que implica que la dirigencia sindical ni debe ni puede asegurar el respaldo de la base magisterial a cualquier candidatura. El respaldo, en este sentido, no pasa de la retórica de las intenciones. Los maestros votarán por quien prefieran y la estructura sindical no tiene capacidad para imponer disciplina al respecto.
Pero sí la tiene, en cambio, para poner al servicio del candidato de su preferencia algunas de las estructuras de operación electoral. Aunque el INE no ha dado a conocer aún la lista de organizaciones que participarán en tareas formales de observación en los comicios de 2018, no sería de extrañar que el SNTE, como ha ocurrido en otros procesos a través de la Organización Nacional de Observación Electoral del Magisterio (ONOEM), participe en esas actividades. Pero hoy, a diferencia de otras coyunturas, el espacio de distribución de lealtades políticas está muy competido entre la anterior dirigencia sindical, la disidencia magisterial, y la representación formal del gremio. A estas alturas, es poco lo que se puede asegurar sobre el voto magisterial ante las urnas del 2018.
Lo que importa, en todo caso, es cómo habrá de reaccionar el candidato triunfador a la organización del magisterio: ¿reconocer y respaldando a la actual dirigencia del SNTE y a sus programas? ¿generar espacio político a las expresiones y demandas de la disidencia? ¿restar o agregar facultades de intervención al gremio magisterial en materia de política educativa? Es claro que todo depende del resultado. Pero lo cierto es que, difícilmente, y gane quien gane, los colectivos docentes, podrán ser ignorados en la nueva definición de las políticas. Hacerlo de otro modo sería un gravísimo riesgo.