Así como los periodos electorales muestran las peores caras de la política (mentiras, traiciones e incongruencias), también es tiempo de aprendizajes y reflexión. En verdad, aunque usted no lo crea, los ciudadanos frente a la posibilidad de elegir a nuestros representantes “populares” dudamos, comparamos, reflexionamos y volvemos a dudar. Esto es positivo.
Como en una democracia funcional no todos pensamos igual, la decisión de la mayoría no va a satisfacer a todos y por eso, los competidores tendrán que mostrar probidad. Y esto no es solamente porque la ética así lo marque, sino porque si el ganador hace chanchullo debilitará su autoridad y poder para gobernar. El haiga sido como haiga sido perjudica más que beneficiar al que debe dar la cara para explicar cuál será el camino que propone para guiar el esfuerzo colectivo. Ganar a la mala contradice el mandar obedeciendo.
En este contexto de aprendizaje electoral, empiezan ya a surgir propuestas y movilizaciones de actores sociales y políticos que buscan influenciar las creencias de la próxima clase gobernante. Reuniones, cenas, seminarios y foros pululan para tratar de convencer a los distintos candidatos de que adopte tal o cual medida de política pública. En este ambiente hay de todo, desde el rancio interés de grupo hasta la voz genuina del actor marginado pasando por la cada vez más debilitada presencia de la academia y la intelectualidad. La asimetría de poder en este tiempo es clara: los que más saben tienen menos presencia en los medios y en cambio, los que balbucean cosas son ya todas unas “celebridades”.
Al ubicar a la educación en el centro del debate, la Administración Federal que está por concluir generó al menos dos lecciones. Por un lado, es evidente que no hay pasividad en el sector educativo. Muchos actores elegimos involucrarnos en el debate público a lo largo de seis años, el cual, fue a veces áspero y confuso. Se demostró entonces que la educación mexicana es un campo plural y por consiguiente, en constate disputa. Cada quien, desde su trinchera, pudo expresarse mostrando lo difícil que es lograr un “acuerdo negociado” (Sabatier).
Segunda lección: este gobierno, al sugerir que su propuesta educativa era “revolucionaria”, también se expuso a un mayor escrutinio público, lo cual es muy sano en un país donde las personas nos cuesta tanto trabajo debatir, tomar posición y aceptar el conflicto. Si te comprometes a hacer a algo innovador y no lo logras del todo, el opositor te lo va a recordar frente al ciudadano. Y así es la democracia, por eso, no pienso que sea muy inteligente andar alarmando al elector con el petate del muerto. Escuchemos con serenidad las propuestas de los distintos candidatos sobre cómo suplir la deficiencias en materia educativa de este gobierno y actuemos en consecuencia.
En este ambiente, también advierto que se aproximan tiempos en que los grupos empresariales más poderosos, por medio de sus respectivas organizaciones civiles, buscarán influenciar la conformación de la agenda educativa de México. Asimismo, es sabido que el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE) ya está preparando sendos foros en varios estados de la república para discutir, con base en la evidencia científica, propuestas educativas. Igualmente, es probable que las principales consultoras y think tanks afines al gobierno ya estén preparando sus policy briefs para seguir en el mercado. Los grupos disidentes, por su parte, también van a alzar la voz y tenderán a radicalizar sus acciones. El ambiente político de la educación es, como dije, plural y en constante disputa. La pregunta es qué harán los equipos ligados a cada uno de los candidatos con tanta información y presión de todos lados.
Mi sugerencia es que puedan revisar las innovaciones educativas que normalmente aparecen al margen del sistema formal de educación y que prueben ser efectivas. Esto es que hayan sido sujetas de evaluaciones de impacto rigurosas y que no sólo caigan en la etiqueta de “buenas prácticas”. Un ejemplo de estas innovaciones es la red de tutorías y comunidades de aprendizaje que por años ha promovido un grupo muy heterogéneo de académicos, escuelas, servidores públicos, organismos nacionales y ahora, agencias de financiamiento internacional como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
De hecho, el 14 y 15 de marzo el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), la Secretaría de Educación Pública (SEP) y el BID organizaron un seminario para analizar las potencialidades de la tutoría horizontal y de las comunidades de aprendizaje como una respuesta “integral” a un problema “estructural” del sistema educativo de México. ¿Y cuál es ese problema? La desigual distribución de la calidad educativa de México.
En mi participación, señalé que la primera lección para pensar en escalar una innovación o “experiencia disruptiva” micro a la política educativa nacional (es decir, a lo macro) es que en verdad pruebe ser efectiva. Para ello, los investigadores educativos tendremos que adentrarnos en el tema de la evaluación de impacto, cuestión que es metodológicamente poco común en nuestro país y que ojalá el Comie retome en sus foros.
Segundo, sugerí que también es necesaria la apertura de la clase gobernante para reconocer que las personas organizamos nuestra vida escolar de manera muy distinta a como algunos teóricos y burócratas piensan. La necesidad de visualizar a los seres humanos en una perspectiva más amplia que la utilitarista (“trabajo más y mejor si me pagan más”) es otro elemento que me parece importante considerar para sugerir que se reproduzcan los programas educativos micro a gran escala.
Tercero y último punto, si el gobierno entrante desea que la educación mexicana registre un cambio positivo tendrá que adoptar una posición liberal para confiar en los sujetos y reflexionar sobre su papel de “autoridad”. En estos momentos, la política educativa en México, desde el nivel básico hasta los niveles superiores, está basada en el control y la desconfianza y así muchos agentes educativos no vamos a querer cooperar. Es tiempo que el nuevo gobernante deje de pensar que llega sólo a mandar. Tendrá que explicarnos el razonamiento de sus propuestas y si no estamos de acuerdo, persuadirnos. El que lo logre, en estas circunstancias de crispación y competencia electoral, podría obtener la preferencia del electorado. ¿Quién será el valiente que adopte tal postura?