Arcelia Martínez Bordón
La Reforma educativa ha estado presente en la discusión pública desde el día en que se anunció. No ha habido tregua; la polémica ha ido entre posturas y debates sobre su sentido, utilidad, y, ahora, incluso, sobre si debe continuar o echarse para atrás.
A unos meses de las elecciones presidenciales, el debate se ha intensificado, y hoy se pueden identificar varias posturas, entre las cuales se destacan dos, que, por ser extremas, resulta interesante analizar. Por un lado, está la postura oficialista, con poca autocrítica, representada por el PRI, a través del coordinador de campaña de José Antonio Meade, Aurelio Nuño, quien hasta hace unos meses fuera Secretario de Educación, y defensor férreo de la Reforma.
Cuando Nuño era titular de la SEP fue enfático al señalar que, para avanzar en la implementación del Nuevo Modelo Educativo (NME) y de la Reforma se necesitaba continuidad (¿qué siguiera gobernando el PRI?), pues muchas de las cosas planteadas en el Modelo apenas estaban en fase de diseño. A esta visión se le suman las declaraciones triunfalistas del nuevo Secretario de Educación, Otto Granados, quien hace unos días dijo que la implementación del Modelo Educativo reportaba un avance de entre el 90 y 95%.
En el otro extremo, se encuentra López Obrador, precandidato de MORENA, quien, en reiteradas ocasiones, ha dicho que de llegar a la presidencia revocará la “mal llamada Reforma educativa”. Hace unos días señaló que lo primero que haría es convocar a una amplia consulta con los docentes (¿para debatir los alcances o disolución de la Reforma?).
Una tercera postura, “intermedia”, es la de Ricardo Anaya -candidato del Frente Amplio-, quien ha dicho que la Reforma debe revisarse y, a partir de ello, replantearse. Sin embargo, tampoco abunda mucho en ello ni dice cómo hacerlo.
Ante las propuestas extremas, en blanco y negro –de echar para atrás la Reforma, o darle continuidad- es necesario buscar distintas tonalidades de grises… Es indispensable discutir por dónde se puede o debe comenzar a evaluar la Reforma educativa.
Considero que, en el planteamiento original de la Reforma y a la luz de los resultados arrojados a la fecha, hay aspectos valiosos como, por ejemplo, buscar que la evaluación educativa, no sólo la docente, oriente una mejor toma de decisiones. Otro gran acierto fue pasar, al menos constitucionalmente, de la exigencia de brindar educación, a que ésta, sea de calidad, entendiendo a ésta última como el máximo logro de aprendizajes. Además, la Reforma no sólo colocó el tema de la calidad en el corazón de su propuesta, sino a la evaluación como un medio para valorar si los componentes, procesos y resultados del Sistema Educativo Nacional están garantizando el derecho de niños, niñas y adolescentes a recibir una educación de calidad.
A partir de la Reforma, el INEE, no sólo adquiere autonomía constitucional, sino la tarea fundamental de coordinar el Sistema Nacional de Evaluación Educativa y evaluar los distintos componentes, procesos y resultados de la educación obligatoria. Ello ha permitido generar diagnósticos más integrales del sector, a partir de los cuales se han emitido directrices de mejora.
El INEE ha trabajado de manera importante la integración de distintas evaluaciones: de aprendizajes de los alumnos, de las condiciones para la enseñanza y el aprendizaje en las escuelas, de las políticas y programas existentes, entre otras, para emitir recomendaciones de política para mejorar la planeación y la oferta del servicio educativo. De ahí derivan directrices de política sobre la formación inicial de los docentes, la atención educativa de niños, niñas y adolescentes de poblaciones indígenas y de familias jornaleras migrantes, y, más recientemente, sobre la permanencia de los jóvenes en la educación media superior.
Si bien la evaluación docente ha tenido descalabros, que llevaron, incluso, a su replanteamiento, también es cierto que ha habido avances importantes para que el ingreso, la permanencia y la promoción de los docentes sea a partir del mérito.
La SEP, por su parte, en coordinación con otras instancias, como el INEGI, ha realizado acciones importantes en materia de generación de información. A partir del levantamiento del Censo de Escuelas, Maestros y Alumnos de Educación Básica y Especial (CEMABE), por ejemplo, será más factible diseñar un Sistema de Información y Gestión Educativa (SIGED). Cabe destacar que, en ese punto, hay que ir con cautela, pues el sistema no está completo y además aún está pendiente el levantamiento del Censo de Educación Media Superior.
A simple vista es necesario señalar que se han hecho cosas y hay otras tantas que es necesario revisar y a partir de ver sus alcances, replantear. Sin duda, el proyecto de Reforma no se puede echar simplemente para atrás, sin más. También es cierto que nada está escrito sobre piedra, ni firmado con sangre. Por ello, los candidatos, sus asesores y también los ciudadanos, tenemos la obligación de mirar de forma crítica los avances de la Reforma, sus cuellos de botella y los problemas de implementación. Seguramente hay muchas cosas que se deben revisar, y, en su caso, replantear.
Una primera forma de analizar los alcances de la Reforma, implica mirar detenidamente, entre otras cosas, tanto las acciones que se consignan en el documento Reforma Educativa, como aquellas que se incluyen en el documento Ruta de implementación del Nuevo Modelo Educativo. En este último se indican acciones y metas específicas, con instancias responsables, para cada uno de los ejes del Modelo, a saber: la implementación de un nuevo planteamiento curricular, poner la Escuela al Centro, lograr la idoneidad docente, buscar la inclusión y equidad educativa y garantizar la gobernanza del Sistema.
Si miramos por ahí, podemos empezar a poner, ahora sí, en blanco y negro, a manera de balance, qué pasos se han dado en cada uno de estos ejes y plantear qué falta por hacer y cuándo podemos esperar resultados tangibles. También hay que evaluar, de ser posible, el planteamiento de las metas, porque muchas de estas sólo incluyen actividades de gestión –como la capacitación de docentes para el uso de los nuevos materiales educativos- pero, como sabemos, se necesita más que capacitación.
En este punto retomo la declaración del Secretario, quien hace unos días afirmó que se tiene un avance del 95% en la implementación del Modelo Educativo; en efecto lo hay en aspectos como la revisión de los nuevos planes y programas de estudio, la revisión y producción de nuevos materiales educativos y libros de texto, e incluso, en la planeación de la capacitación de los docentes para que se familiaricen y aprendan a utilizar las nuevas guías y materiales de estudio. Omite decir, sin embargo, que hay retos muy importantes en materia de formación inicial y continua de docentes, por ejemplo, que es un elemento indispensable para implementar el NME. Sobre esto último, el propio documento de la Ruta de Implementación del NME plantea que: “las escuelas, para funcionar bien, requieren de plantillas de maestros completas, infraestructura digna, acceso a las tecnologías de la información y la comunicación, presupuesto propio, asistencia técnica pedagógica de calidad, mayor participación de los padres de familia”, entre otras cosas.
Es cierto, sí, que para cada eje del NME se han realizado acciones, pero hay que preguntarnos ¿qué tantas y con qué porcentaje de avance? ¿son éstas suficientes y relevantes? ¿son las acciones cruciales? ¿deben armonizarse mejor? ¿qué otras acciones que no están en los ejes deberían incluirse? ¿las acciones que se han realizado están llevando a los resultados esperados? En materia de formación continua, que se ubica en el eje de idoneidad docente, por ejemplo, importa conocer no sólo qué cursos se han dado, sino las habilidades que los y las maestras están alcanzando con dichos cursos.
A partir del arranque formal de las campañas es necesario elevar el nivel del debate y discutir a fondo lo que planteó la Reforma, sus objetivos, cómo se vinculan con las acciones y metas del NME, así como los avances que se han tenido en cada uno de los ejes o dimensiones de este último.
La academia y la ciudadanía debemos exigir a los candidatos que nos presenten propuestas serias a partir de la revisión y el análisis del planteamiento original de la Reforma, de las acciones que se implementaron y del presupuesto ejercido. Es preciso señalar que el problema no parece ser de diseño; éste es impecable, en él conviven distintos ejes o dimensiones sobre los que se tiene que trabajar simultáneamente, y en donde el docente, por cierto, no es el único responsable del aprendizaje de sus estudiantes.
Los discursos triunfalistas y tremendistas fomentan la radicalización de posturas; no ayudan a conciliar las distintas visiones de país, en donde la gran mayoría, si no es que todos, debiéramos caber. Decir que todo está bien es ser autocomplaciente. Pero, hablar de un cambio de viraje radical pareciera querer echar por la borda años de construcción de instituciones, por ejemplo, el trabajo que desde el 2013 realiza el INEE, como órgano autónomo. Necesitamos, sin duda, más definiciones, más profundidad en el debate del tema educativo y de otros temas fundamentales como la economía, la seguridad, el combate a la corrupción.
Respecto a la Reforma educativa es muy importante revisar, a partir de lo que se hizo esta administración, qué cambios pueden plantearse, para llegar más pronto a la meta final del Sistema Educativo Nacional que es garantizar a todos los niños, niñas y adolescentes una educación de calidad, que no sólo se refleje en mejores resultados en sus aprendizajes, sino en oportunidades reales para mejorar sus vidas.