Francisco Javier García Zapata
En la antevíspera de que las 12 campanadas pregonaran “el ‘requiescat’ por el año que ha pasado a formar entre los muertos”, un par de atronadores tuits agitó el avispero político, que seguía zumbando todavía al despuntar 2018. Sin duda el bullicio se mantendrá aún por un rato.
Más que trinos fueron truenos y relámpagos los que salieron de la cuenta de Otto Granados Roldán, Secretario de Educación, con un destinatario muy evidente aunque no mencionado por su nombre. Abundaron reacciones en favor y en contra; algunas al punto de la lambisconería, en el primer caso; en los límites del ridículo, en el segundo. Hubo hasta algún funcionario educativo, paisano de Otto, que osciló entre ambos extremos en sendos tuits. En no pocas ocasiones el insulto desplazó los argumentos.
Desde felicitaciones hasta consejos, “regaños” y exigencias de que pida disculpas cosechó el Secretario, en no pocos medios pero sobre todo en las redes sociales. De hecho, uno de los tuits acumula más de un millar de respuestas, otro tanto de favs o likes, y ha sido retuiteado casi 700 veces. No es el punto citar aquí el contenido de los mensajes y hacer un recuento de los comentarios, pues han tenido abundante difusión.
En Milenio, del que ha sido colaborador frecuente, Granados Roldán había publicado un día antes el artículo “Defender la reforma educativa, una máxima prioridad”. El título sintetiza puntualmente el tema del texto, que, además de reflexiones, despertó algún comentario puntilloso en virtud de la fecha de publicación: 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes.
En tanto, al comenzar el 29 de diciembre pasado, el pretensor próximo titular de la SEP, Esteban Moctezuma Barragán, publicó en El Universal online (supongo que también en la versión impresa) un artículo denominado “Maestro: el gran aliado”, en el cual en largos trazos plantea el programa de educación que se aplicaría en un eventual triunfo de López Obrador.
Por la mañana del mismo 29, Aurelio Nuño, coordinador de la campaña priista del no priista Meade, declaró a Radio Fórmula que López Obrador “no está en sus cabales” sino “francamente desequilibrado” por considerar dialogar con criminales y por “cancelar la posibilidad de un futuro exitoso con una educación de calidad para los niños y jóvenes” al pretender eliminar la RE.
No es la primera vez (y seguramente no será la última) que Nuño se expresa de esa manera. Quizá por eso sus descalificaciones no provocaron reacciones en cadena como sí lo hicieron los tuits del exgobernador de Aguascalientes, quien también apareció ese día en un medio de su estado natal, en una entrevista (quizá grabada) en la que ponderó avances y ventajas de la Reforma Educativa.
Así que en unas horas hubo más pirotecnia, más cohetones que en la noche de San Silvestre.
Con todo ello quedó confirmado que el asunto es crucial por ser la educativa “las más importante y la de mayor calado de todas las reformas” de la actual administración, según lo expresado por el propio Presidente, por Otto Granados y por Nuño en distintas oportunidades. Ello independientemente de que, per se, el tema educativo es fundamental para cualquier nación.
En ese contexto, los trabajadores de la educación tienen un papel de alta relevancia. Seguro no incurriremos en hipérbole si decimos que serán el fiel de la balanza en las inminentes elecciones, aunque no necesaria y precisamente como grupo compacto y unitario, monolítico como antaño, sino como segmento profesional.
Ya en una colaboración anterior planteamos, para subrayar la importancia de la tarea docente en el desarrollo del país, que es ineludible que los docentes hagamos un análisis sobre el desempeño profesional integral, más allá de la impartición de contenidos.
Considero pertinente insistir al respecto, por que me parece que nunca como ahora los maestros tienen en sus manos el rumbo de la nación. Y no es retórica ni hay metáfora en esta aseveración. De ellos y su decisión depende en gran medida el rumbo del país entero; modificarlo o mantenerlo, creando a corto plazo las condiciones necesarias para, parafraseando a Freire, incidir de mejor manera en las personas que van a cambiar el mundo.
Y es que tan sólo en lo que corresponde al sector oficial y a la educación básica, el SNTE, según sus propios números dados a conocer el 15 de mayo anterior, tiene una membresía de un millón 619 mil 990 agremiados. Datos del INEE cifran en un millón 50 mil 540 el número de docentes. Hay que añadir los maestros de educación media superior, e incluso superior, así como trabajadores administrativos y de apoyo.
Por ahora ni los propios candidatos (perdón, precandidatos) tienen bien definido un proyecto global, en virtud de la limitación consecuencia de las alianzas y de la “ciudadanía” del aspirante priista. No sabemos con claridad si se izquierdizará el PAN o se derecharizará el PRD; lo evidente es que Meade representa el continuismo.
Pero pese a estar entre los extremos del espectro político, suponiendo que todavía hubiera respeto a las ideologías, la coalición que impulsa a López Obrador empieza a dar color. El candidato (dejemos la farsa de los prefijos) ha dicho una y otra vez que, como los jardineros en el béisbol, la Reforma Educativa “va pa atrás”, una promesa que justo le ha granjeado los señalamientos de estar afectado de sus facultades mentales.
La calidad, cómo no, es el objetivo primordial de la propuesta lopezobradorista. Según se puede colegir del escrito de Moctezuma, el proyecto tendría como elemento clave a los docentes, su capacitación y revaloración. Pero también su evaluación.
El siguiente párrafo resume el artículo y de alguna forma el proyecto que dio a conocer el que fuera secretario de Gobernación con Zedillo: “Llegó el momento de la calidad, de lograr acceso total digital, de impulsar el aprendizaje de idiomas, en especial el inglés, de una capacitación pertinente de los maestros y de una evaluación acorde. De educar en artes, destacando la música orquestal y de apasionar a los estudiantes en ciencia y tecnología a través de la robótica”.
Cierto que en el actual proceso —como no se dio en otros—, los principios, ideologías y propuestas partidistas se han diluido; las alianzas no son capirotada sino son un amasijo, un mazacote. Más ahora que en oportunidades anteriores, lo que se busca vender es al candidato: que si sabe hablar francés, que si nunca le han comprobado actos de corrupción personales, que si es puro ciudadano…
Así que los maestros, y en general los trabajadores de la educación, están frente a un reto histórico; deberán estar muy atentos para decidir a quién darle su confianza, su apoyo, su voto. Si los maestros son —como deben ser—, líderes sociales, miembros de una familia, está claro que esos cientos de miles de votos que en lo individual representan, se multiplicarán en virtud de su influencia y trabajo, y podrán inclinar la balanza.
De ese tamaño es la fuerza, y sobre todo la responsabilidad.
Recuérdese que “hagia sido como haiga” sido, la “diferiencia” oficial en 2006 fue de 243,934 votos entre Calderón y López Obrador, con porcentajes de 35.91 y 35.29 sobre la votación total. (En un lejano tercer lugar, con 22.03, quedó el priista Roberto Madrazo, quien se agandalló la candidatura, igual que ahora Anaya).
Ojalá que los tuitazos del titular de la SEP tengan consecuencias, y la sacudida que provocaron haga que cada maestro cobre conciencia de las circunstancias actuales y de su valor personal; que valore; que deje el activismo de sofá; que evalúe las propuestas y actúe en conciencia y consecuencia. Esperemos que así lo consideren entre sus propósitos de año nuevo.