“Quiero hacer desde mi tierra, desde mi agua, un compromiso con todo el magisterio nacional, que al triunfo de nuestro movimiento se va a cancelar la mal llamada Reforma Educativa… No va a continuar esa farsa que ni siquiera es una Reforma Educativa, porque no tiene nada que ver con mejorar la calidad de la enseñanza”. Andrés Manuel López Obrador
“¿Es posible debatir con un orate? ¿Y así sueña con ser una opción? Más allá de sus problemas de senilidad y salud mental, le faltan ideas, argumentos, razones, hechos, datos duros y verificables, y le sobra demagogia, falsedad e inmoralidad”.
Otto Granados Roldán.
En campañas presidenciales anteriores, ciertos de mis colegas y yo mismo nos quejamos porque la educación no representó el papel apropiado en los debates. Argüimos que dada su importancia —afecta la vida cotidiana de más de 40 millones de personas— debería estar en los primeros lugares de las propuestas.
Tal vez este año se nos haga, aunque no en los términos en que desean algunos investigadores de la educación y miembros de Mexicanos Primero que se expresan en los periódicos. No se hablará mucho sobre el derecho de los niños a la educación, sino que escucharemos expresiones de las trazas políticas. Lo que interesa a los candidatos —según asienta Pedro Flores Crespo— es el voto de los maestros y sus familias. Pero, como indicó Antonio Gramsci, la política es educación.
Gramsci se refería a la educación intelectual, a la adquisición de conciencia política de los ciudadanos, no aludía a los procesos escolares, sino a lo que los humanos aprendemos del entorno, es lo que especialistas denominan educación informal, la que sucede con independencia de planes y programas, de la acción de maestros y actividades escolares. Hoy, medios y redes sociales se hacen cargo de esas enseñanzas, aunque no haya forma de calcular las experiencias. No obstante, aprenderemos de las campañas.
Cierto, los debates alcanzarán tonos altos, habrá diatribas, más que discusiones serenas. Los discursos serán polares, las antípodas se identificarán con el retorno al sistema que teníamos antes o la continuidad de la Reforma Educativa que inició el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Antes de que despuntara el año nuevo, las pautas estaban marcadas. Andrés Manuel López Obrador, en contra de la reforma, los abanderados del PRI, por consolidar lo hecho y avanzar en la ruta trazada. Ricardo Anaya no ha hecho una declaración categórica a favor o en contra. Supongo que está en un aprieto, no puede adoptar ninguna de las dos posiciones y, al parecer, no tiene una propuesta que lo distinga de los otros candidatos.
Anoto tres aprendizajes al comienzo del año:
Primero, tanto AMLO cuanto Meade y los suyos tratan de que la contienda sea entre dos. En los temas que tengan que ver con la educación, ningunearán a Anaya y a su alianza. Les dirán que tanto el PAN como el PRD son artífices de la reforma que nació con el Pacto por México. Para uno serán paleros, para los otros, renegados.
Segundo, en esta campaña, cualquier proclama de AMLO tendrá respuesta. José Antonio Meade, Aurelio Nuño, Otto Granados Roldán (en su cuenta personal de Twitter, no en actos de campaña) le echarán montón y no le dejarán pasar una. Ellos se presentarán como innovadores y tacharán a AMLO de reaccionario.
Tercero, parece obvio que AMLO trata de ganar el voto de los maestros con la oferta de regresar al antiguo statu quo. El gobierno de Peña Nieto no fue eficaz para comunicarse con los maestros, no tuvo formas para contrarrestar los mensajes de los opositores. Empero, logró convencer —no sé a cuántos— de que la reforma representa ciertas ventajas para ellos. Me imagino que el PRI y sus aliados, el Panal en primer lugar, tratarán de persuadir a los maestros de que la reforma los favorece y que votar por AMLO es contrario a sus intereses. También pondrán en juego otros elementos de la reforma en sus discursos políticos.
Intuyo que tendremos más censuras a la reforma en un frente y más alabanzas en el otro. Los candidatos y sus vicarios nos darán elementos para juzgar y educar nuestro criterio. Estoy convencido que, aunque no sean de altura, los debates por la educación nacional influirán en el voto de miles de ciudadanos. ¡Quién comunique mejor sus propuestas tendrá ventajas! No pienso que con spots y frases ampulosas nos puedan ganar, requerimos de argumentos, cada vez más sólidos y con sustento.