De nuevo, y desde las más altas esferas del gobierno, se subordina la educación a las necesidades políticas de corto plazo. Desfachatez. Quien se dijo, innumerables veces, comprometido con la madre de todas las reformas, la educativa; se retrató cuantas veces pudo en las escuelas a las que, previo aviso, asistió; el que presumió haber construido un nuevo modelo para el siglo XXI y recuperado, para el Estado, la rectoría de la educación, Aurelio Nuño Mayer, en cuanto recibió la orden de dejar la titularidad de la Secretaría de Educación, para encargarse de coordinar la campaña política de Mead a la presidencia de la república por el PRI, no lo dudó ni un instante.
Para cumplir la liturgia, “presentó su renuncia”, y quien decidió el cambio, al darlo a conocer, se atrevió a decir que la había aceptado. Cínicos: ya ni la burla perdonan. Lo que queda claro es que, al mandar al secretario a organizar la campaña del abanderado del oficialismo, no ha recuperado el gobierno actual, en efecto, la rectoría del sistema educativo, sino a un operador electoral probado: es decir, un experto que, orientado por el interés de conservar el poder a toda costa, sabe negociar, vender y comprar, obtener recursos opacos, pactar con quien sea, y lo que sea, con el n de no perder la rectoría que realmente les importa: la que ejerce el grupo al que pertenece en la secretaría de la corrupción y la impunidad. ¿Algún elemento que anticipe lo que viene? Ofrezco una conjetura: horas después del anuncio de la alianza del Partido Nueva Alianza (PANAL) con el PRI – al cuarto para las doce, por cierto – se destraban los impedimentos legales y la maestra Gordillo obtiene, por n, el beneficio de la prisión domiciliaria que se le había negado sistemáticamente.
Digo conjetura porque el antecedente y el consecuente de los eventos no es, siempre ni necesariamente, causalidad. Pero, a su vez, la relación entre la alianza electoral (que ocurre antes) y las gestiones de la PGR para que la profesora siga el proceso legal desde su casa (posteriores, casi inmediatas) no parece ser resultado de la casualidad. Cuesta trabajo creerlo. Luego de la ceremonia en Los Pinos, en que el presidente le agradece todo lo que lo ha apoyado y nombra a quien lo va a sustituir, el ya exsecretario se desplaza a la SEP para informar, a sus colaboradores, una gran noticia: Albricias: “he recibido la honrosa invitación del precandidato Meade para que coordine su campaña”. Aplausos a granel. Recuerdo la respuesta de Emilio Chuayffet cuando, al inicio del sexenio, se le preguntó si la consulta sobre la reforma que organizó iba en serio, si sería real o pura apariencia.
Con su clásico estilo, citando a alguien, respondió: “¿Sabe usted por qué la gente no cree en lo que dicen los políticos? Porque los políticos no creen en lo que dicen”. Cuando se le inquiría al ahora operario electoral del PRI si aspiraba a la candidatura presidencial, su respuesta era que estaba ocupado, de tiempo completo, con la reforma educativa, porque no había mayor servicio, ni beneficio para México, que hacer que se concretara y surgiera el nuevo ciudadano, el del siglo XXI. Eso dijo. Y con sus actos recientes ha mostrado que su palabra no tiene valor: no le tocó ser lo que, quizás, anhelaba, pero contribuir al triunfo del partido que les garantiza protección – impunidad – a sus jefes, padrinos y aliados, corruptos a más no poder, lo considera un honor.
¿Por qué? Porque estos servicios se pagan, y se pagan bien en el futuro. Sin vergüenza, sin que adviertan lo contradictorio de su proceder, ajenos a la incoherencia entre sus palabras y lo que hacen, se marchan, orondos, a lo que sigue, sea lo que sea. Están ocupados en las próximas elecciones, no en las próximas generaciones. Es lo que importa y les urge. ¿Más claro? Imposible.